Parte 1: Lenguaje actual y perspectiva bíblica
Capítulo 1
La reconciliación en el lenguaje y en la práctica actual
Como ya se ha señalado en la introducción, para el caso peruano, la presentación del Informe Final de la cvr el 28 de agosto del 2003, colocó en la agenda pública el tema de la reconciliación nacional. En esa coyuntura particular, el poder ejecutivo y el poder legislativo, los organismos de derechos humanos, diversos sectores de la comunidad política, las iglesias, entre otros, expresaron su preocupación y su interés por este tema. Pero ¿cómo se entendía en ese contexto la reconciliación y cómo se la entiende actualmente y hacia dónde apunta? Un excelente punto de partida para comprender tanto el lenguaje corriente como la práctica contemporánea sobre la reconciliación lo constituye, precisamente, el Informe Final de la cvr. En este valioso documento se afirma y se plantea lo siguiente respecto al tema de la reconciliación:
La cvr entiende por reconciliación el reestablecimiento y la refundación de los vínculos fundamentales entre los peruanos, vínculos voluntariamente destruidos o deteriorados en las últimas décadas por el estallido, en el seno de una sociedad en crisis, de un conflicto violento iniciado por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso [...] El proceso de la reconciliación es posible, y es necesario, por el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido en aquellos años [...] así como por la acción reparadora y sancionadora de la justicia [...] Si la verdad es una condición previa de la reconciliación, la justicia es al mismo tiempo su condición y su resultado [...] [L]a reconciliación comprende tres niveles. En el nivel político, es una reconciliación entre el Estado —incluyendo a las Fuerzas Armadas y Policiales— y la sociedad; lo es también entre los partidos políticos, la sociedad y el Estado. En el nivel social, es una reconciliación de las instituciones y los espacios públicos de la sociedad civil con la sociedad entera, de modo especial con las regiones, los pueblos indígenas, las mujeres y los jóvenes, secularmente postergados. Por último, en el nivel interpersonal, es una reconciliación entre los miembros de comunidades o instituciones que se vieron enfrentados a causa de la violencia generalizada [...] [L]a reconciliación es un proceso abierto y permanente que hace las veces de una meta común para nuestra sociedad. Acercarnos a ella es una tarea de toda la ciudadanía (cvr 2003a: 54–55).
El doctor Salomón Lerner, quien fue el Presidente de la cvr, ha precisado, además, que se hace necesario un examen de conciencia colectiva, un reconocimiento de nuestras culpas y a partir de ello un esfuerzo sincero de reconciliación con nosotros mismos (Lerner 2002: 18). Los otros abordajes que circulan actualmente en distintos espacios sociales y políticos, palabras más o palabras menos, sostienen casi lo mismo que se afirma y se plantea en el Informe Final de la cvr. La reconciliación se entiende, entonces, como el reestablecimiento de vínculos que se han roto debido a causas que se pueden rastrear en la historia reciente y como una tarea que le corresponde a toda la ciudadanía. Una tarea que tiene como condiciones previas la verdad y la justicia, y que presenta un nivel político, un nivel social y un nivel interpersonal.
Como era de esperarse en estos casos, no se considera en ningún momento la perspectiva bíblica sobre la reconciliación, aunque están presentes ciertos conceptos que son inherentes a la fe bíblica, como verdad y justicia.
Precisamente en el uso de ese lenguaje, si bien se trata de palabras con un significado más secularizado o humanista, se encuentra el puente con los otros sectores de la sociedad interesados en el tema de la reconciliación nacional, para tareas colectivas que coadyuven en ese proceso, toda vez que se trata de un punto de la agenda pública que le compete a todos los ciudadanos, sean éstos evangélicos o no. Pero no se trata únicamente de meras palabras, especialmente porque las instituciones vinculadas a las tareas de promoción y defensa de los derechos humanos, tienen una práctica consistente que respalda esas palabras y que garantiza la existencia de una genuina preocupación por la reconciliación a la que todos aspiramos y por la cual luchamos cada día.
Capítulo 2
La teoría y la práctica de las iglesias
Desde sectores significativos de las iglesias evangélicas y la Católica Romana, comprometidos con la promoción y defensa de los derechos humanos, se han expresado también en distintos momentos una constante preocupación y un profundo interés por el tema de la reconciliación. Al respecto, un católico militante como Salomón Lerner, ex rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Presidente de la cvr, afirmaba en el 2002 que:
Desde el punto de vista escatológico, sólo la reconciliación con nosotros mismos y con los otros, nos permitirá enfrentar con esperanza la promesa de la redención del pecado por parte de Cristo, y del cumplimiento del reino bajo una «nueva creación» al fin de los tiempos (Lerner 2002: 31).
De otro lado, un teólogo católico que ha trabajado desde una perspectiva bíblica este tema, sostiene que la reconciliación:
[...] es una meta, cuyo culmen es la paz integral. En la visión bíblica, la reconciliación es la inversión de una situación (no sólo actitudes) de adversidad, a una situación de armonía y concordia. La reconciliación presupone la verdad y la justicia en las relaciones entre las partes involucradas. Se orienta por el perdón, superando la venganza, y se abre a una nueva oportunidad para vivir la paz (Arens 2003: 12).
Ambos, cristianos católicos, aunque con lenguaje distinto, tienen una plataforma común que se expresa en el uso de las palabras reino y paz. Arens la llama inversión de una situación de adversidad a una de armonía y concordia cuya meta es la paz integral, y Lerner prefiere hablar de una nueva creación. Sin embargo, cualquiera sea el término que se utilice, está claro que ellos entienden que la reconciliación que se debe proclamar no se limita a un simple acuerdo político, al establecimiento de un nuevo orden social o a la articulación de mejores relaciones humanas; ya que la esperanza cristiana apunta, como señala Lerner, a una nueva creación; o como precisa Arens, se abre a una nueva oportunidad para vivir la paz.
En tal sentido, más allá de los loables y denodados esfuerzos de distintos sectores sociales y políticos, la reconciliación que los cristianos afirman, desean e impulsan, tiene un innegable fundamento bíblico conectado con la esperanza de una nueva creación y con la paz integral o Shalom, puesto que la reconciliación es un proceso escatológico que no alcanza su perfección en la historia, sino que constituye una meta siempre distante, pero siempre obligatoria (Comblim 2002: 41).
Los evangélicos, por su parte, tienen también su propia comprensión sobre la reconciliación4. Un teólogo evangélico, utilizando un lenguaje bastante común en la mentalidad y en la práctica de las iglesias evangélicas, precisa lo siguiente respecto a este asunto:
La reconciliación se aplica propiamente, no a las buenas relaciones en general, sino a la anulación de una enemistad, la solución de una disputa. Denota que las partes reconciliadas anteriormente fueron hostiles entre sí [...] La forma de terminar con la enemistad es quitar aquello que la causó [...] Cristo murió para anular nuestros pecados. De esta manera se ocupó él de la enemistad entre el hombre y Dios. La quitó del camino. Abrió ampliamente el camino para que los hombres pudieran volver a Dios. Es esto lo que se describe por medio del término reconciliación [...] Es interesante notar que ningún pasaje neotestamentario habla de que Cristo haya reconciliado a Dios con el hombre. Invariablemente se pone el acento en que es el hombre el que se reconcilia (Morris 2003: 1137).
Y otro teólogo evangélico precisa que:
Cuando se habla de reconciliación, de ser reconciliado o de paz, se trata ante todo de la eliminación de lo que impide la buena