Audrey lo ignoró. —Un día, volverás aquí y ya no tendrás esposa, —dijo. —O una casa en la que vivir, que viene a ser lo mismo.
CAPÍTULO SEIS
20:35 Hora del Este
El Cielo sobre el Océano Atlántico
—Rock and roll, —dijo Mark Swann.
—Hip-hop, hijo, —dijo Ed Newsam. —Hip-hop.
Extendió su gran mano a través del estrecho pasillo del pequeño jet y Swann le dio un golpe suave y lento. Entonces Swann giró su propia mano y Ed le puso unas monedas en la palma. Acababan de hacer los gestos de “choca esos cinco, quédate con el cambio”, saludo de hermanos.
Desde la última misión, Newsam y Swann se habían convertido en amigos inverosímiles.
Luke los miró. Ed recostado en su asiento, de mirada penetrante, enorme, bien vestido con unos pantalones de color caqui y una ceñida camiseta del Equipo de Respuesta Especial. El campo de Ed eran las armas y las estrategias. Tanto su cabello como su barba estaban muy cortos y los bordes perfectamente parejos. Parecía exactamente lo que quería parecer: alguien con quien no debes meterte.
Mientras tanto, Swann parecía algo más que un agente federal. Llevaba gafas con montura negra y el pelo recogido en una larga cola de caballo. Llevaba puesta una camiseta que decía BANDERA NEGRA, con la foto de un hombre saltando desde un escenario hacia una multitud llena de gente. Estiró sus largas piernas en el pasillo, tenía puesto un viejo par de pantalones vaqueros rasgados en sus piernas flacas, con un par de Converse de color amarillo brillante, como un obstáculo para cualquier transeúnte. Sus pies eran enormes.
Los dos hombres se habían juntado originalmente por su mutuo gusto por el grupo de rap llamado Public Enemy, de los años 80, y por un sentido del humor sarcástico similar. Ahora estaban unidos por Dios sabe qué. ¿Energía masculina juvenil? ¿Posibilidad ilimitada?
Los chicos se estaban divirtiendo, de camino a otro viaje al quinto pino. Eso era bueno. Estos tipos necesitaban ser expertos y muy agudos.
Luke no sentía ni la mitad de su entusiasmo. Se sentía agotado, más emocionalmente que físicamente. Por supuesto, él era el único de aquí que tenía un bebé recién nacido, una esposa enfadada y una suegra manipuladora. También era el único que había hecho un viaje de ida y vuelta de tres horas a la costa este.
Newsam y Swann habían ido a Red Lobster mientras tanto. Parecía que habían bebido un poco, con su cena de marisco.
—Chicos, ¿estáis listos para trabajar? —dijo Luke.
Ed se encogió de hombros. —Nací preparado.
—Rock and roll, —dijo Swann de nuevo.
El jet Lear de seis asientos rugió a través del cielo hacia el noreste. El jet era azul oscuro, sin marcas de ningún tipo. Habían despegado de un pequeño aeropuerto privado, al oeste de la ciudad, hacía veinte minutos. Este podría ser un avión corporativo en un viaje de negocios, o un grupo de niños ricos hacia un vuelo europeo.
Detrás de ellos, a su izquierda, se veían los últimos rayos de sol del atardecer. Delante y a su derecha, la acelerada noche.
Luke sentía que a menudo experimentaba momentos como este: como si se estuviera sumergiendo en algo más allá de su comprensión. Las misiones no le molestaban. Estaba nervioso, pero no realmente asustado. Había visto tanto combate que muy pocas cosas quebrantaban su confianza. Lo que él no entendía era el contexto.
¿Por qué? ¿Por qué estaban haciendo esto? ¿Por qué los mandamases hacían lo que hacían? ¿Por qué había terroristas y grupos terroristas? ¿Por qué Rusia y Estados Unidos, y muchos otros países, siempre se enredaban bajo cuerda, moviendo hilos y manipulando la acción como si fueran titiriteros?
Cuando era más joven, estas preguntas nunca le habían perturbado. Comprender la geopolítica no era parte de la descripción de su trabajo. Buenos por aquí, malos por allá.
Él, deliberadamente, citaba de forma incorrecta la línea del famoso poema “La Carga de la Brigada Ligera”: “Lo suyo no es razonar por qué, lo suyo es hacerlo o morir.” En lugar de “lo suyo”, él decía “lo nuestro”. Durante años, lo había utilizado como lema.
Pero ahora quería saber más. Ya no era suficiente matar y morir por razones que nunca le explicaban. Era posible que el suicidio de Martínez finalmente le hubiera sacudido.
Por el momento, la fuente de la mayor parte de su conocimiento era una mujer casi diez años más joven que él. Volvió a mirar a Trudy Wellington, la agente de ciencia e inteligencia, sentada una fila detrás de ellos.
Estaba vestida de forma casual con vaqueros, una camiseta azul y calcetines rosas. La camiseta tenía dos palabras cortas en el centro, con letras blancas pequeñas: “Sé Amable”. Se quitó las zapatillas cuando se subieron al avión. Estaba acurrucada con un portapapeles, una carpeta grande de archivos y un montón de papeleo. Ella estaba examinándolo todo detenidamente, marcando las cosas con un bolígrafo. Apenas había hablado desde que el avión despegó.
Sintiendo que Luke la miraba, levantó la vista, con sus grandes ojos detrás de sus redondas gafas rojas. Era hermosa.
Trudy... ¿qué pasaba dentro de esa cabeza suya?
—¿Sí? —dijo ella.
Luke sonrió. —Pensé que quizá querrías ponernos al corriente sobre lo que estamos haciendo aquí. No nos han dicho casi nada en la sesión informativa, la mayor parte eran archivos clasificados. Una vez que Don asumió la misión, dijo que tú sabrías de qué se trata cuando estuviéramos en el aire.
Ed y Swann ahora les estaban mirando.
—Y oficialmente estamos en el aire, —dijo Swann.
Luke volvió a mirar por la ventana. El sol estaba ahora detrás de ellos, el día se desvanecía hacia la nada. Dentro de unas horas, a medida que avanzaran más hacia el este, el cielo comenzaría a iluminarse. Miró su reloj. Casi las nueve en punto.
—¿Qué dices, Trudy? ¿Lista para enseñarnos, como en el colegio?
Trudy hizo un extraño saludo militar con su mano derecha. Fue horrible. Luke no miró a Ed por miedo a reírse.
—Lista, capitán.
Se puso de pie y se movió hacia el asiento delantero, para que los cuatro estuvieran juntos.
—Voy a asumir que ninguno de vosotros tiene ningún conocimiento previo de esta misión, las personas involucradas, el estado actual de nuestra relación con Rusia, o la tarea que se nos presenta, —dijo ella. —Eso puede hacer que esta conversación sea un poco más larga de lo necesario, o puede que no. Pero va a garantizar que estamos todos en la misma línea. ¿Suena bien?
Luke asintió con la cabeza. —Bien.
—Suena bien, —dijo Ed.
—Es un largo vuelo, —dijo Swann.
Trudy asintió con la cabeza. —Entonces, vamos a empezar.
Hizo una pausa, respiró hondo y miró la página que tenía delante. Luego se lanzó a su historia.
* * *
—Esta mañana temprano en nuestro horario, ayer en su horario, los rusos tomaron el sumergible de investigación estadounidense Nereus en aguas internacionales del Mar Negro. El enfrentamiento tuvo lugar a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros al sureste del complejo de Crimea de Yalta. Sí, donde tuvo lugar la famosa reunión durante Segunda Guerra Mundial entre Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin.
Ed Newsam sonrió. —Un poco de historia profunda.
—¿Franklin