un día, en clase, lo siguiente: «En la vida hay que escoger: o somos libres o aceptamos normas; o actuamos conforme a lo que nos sale de dentro o conforme a lo que nos viene impuesto de fuera. Como yo quiero ser libre, dejo de lado las normas». Yo le respondí con toda calma: «Tiene usted razón, pero solo en el nivel 1. En él hay oposición entre lo interior y lo exterior, el dentro y el fuera. Por eso debemos escoger, por ejemplo, entre estar dentro de una sala o fuera. Pero en el nivel 2 —el de la creatividad y el encuentro— podemos convertir en algo «íntimo» un poema que, antes de asumirlo como principio interno de actuación, era distinto de nosotros, externo, extraño, ajeno. Lo mismo sucede con una obra artística. El intérprete de una obra musical se siente tanto más libre cuanto más fiel es a la partitura. A más obediencia, mayor libertad. Esto es posible porque la libertad de que se trata en el nivel 2 no es la de maniobra —como sucede en el nivel 1—, sino la creativa. Aquí, el esquema libertad-norma no constituye un dilema —cuyos términos se oponen—, sino un contraste, cuyos términos se contrastan y complementan. En consecuencia, para ser auténticos y actuar con libertad interior no necesitamos prescindir de cuanto nos hayan dicho de fuera acerca de normas morales, dogmas religiosos y prácticas piadosas…; hemos de asumir todo ello de forma creativa, para desarrollar nuestra personalidad debidamente. Si no distinguimos los diferentes niveles y aplicamos al nivel 2 lo que es propio del nivel 1, comprometemos no solo nuestra vida ética y religiosa sino toda forma de auténtica creatividad.