Los que satisfacen su apetito y de esta manera sufren debido a su intemperancia, e ingieran drogas para aliviarse, a los tales se les puede asegurar que Dios no se interpondrá para salvar la salud y la vida que de forma tan temeraria se ha puesto en peligro. La causa ha producido el efecto. Muchos siguen las directrices de la Palabra de Dios como su último recurso, y solicitan las oraciones de los ancianos de la iglesia para restaurar su salud. Dios no ve adecuado responder las oraciones que se ofrecen a favor de los tales, pues él sabe que si se les devolviera la salud, de nuevo la sacrificarían sobre el altar del apetito pervertido.–SG 4:144, 145.
Provisión para la obra evangelizadora médico misionera
La forma de trabajar de Cristo consistía en predicar la palabra y en aliviar el sufrimiento mediante obras milagrosas de sanidad. Pero se me ha instruido acerca de que no podemos obrar ahora de la misma manera, pues Satanás ejercerá su poder por medio de milagros. Los siervos de Dios hoy no podrían trabajar valiéndose de milagros, porque se realizarán obras espurias de curación, pretendiendo ser divinas [2 Tes. 2:9, 10].
Por esta razón, el Señor ha señalado un camino en el cual su pueblo debe hacer avanzar una obra de curación física combinada con la enseñanza de la Palabra. Se deben fundar sanatorios y con estas instituciones deben estar relacionados obreros que lleven adelante la obra médico misionera genuina. De esta manera se ejerce una influencia protectora en los que vienen a los sanatorios en busca de tratamiento.
Esta es la provisión que Dios ha hecho por medio de la cual se debe realizar obra evangélica médico misionera en favor de muchas almas. Estas instituciones deben establecerse fuera de las ciudades y en ellas la obra educativa debe llevarse en forma inteligente.–Carta 53, 1904.
Los milagros no son evidencia segura del favor de Dios
Muy cerca está el tiempo cuando Satanás obrará milagros para confirmar en la mente de muchos la creencia de que él es Dios [2 Tes. 2:9, 10]. Todo el pueblo de Dios debe estar de pie ahora sobre la plataforma de la verdad como ha sido dada en el mensaje del tercer ángel [Apoc. 14:9-12]. Se presentarán muchos cuadros agradables y obras milagrosas para, que si es posible, se engañen aun los elegidos [Mat. 24:24; Apoc. 16:14]. La única esperanza para cualquiera es que esté asido de las evidencias que han confirmado la verdad en justicia. Que estas sean proclamadas una y otra vez, hasta el cierre de la historia de esta tierra.–RH 9/8/1906.
Cuando Cristo se negó a hacer milagros
La escena de la tentación de Cristo iba a ser una lección para todos sus seguidores. Cuando los enemigos de Cristo, por instigación de Satanás, les pidan que muestren algún milagro, ellos deben responder de forma tan mansa como lo hizo el Hijo de Dios ante Satanás: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” [Mat. 4:7]. Si los tales no se convencen por el testimonio inspirado, una manifestación del poder de Dios no les sería benéfica. Las maravillosas obras de Dios no se manifiestan para gratificar la curiosidad de nadie. Cristo, el Hijo de Dios, se negó a dar a Satanás prueba alguna de su poder. Él no hizo ningún esfuerzo para quitar los “si” de Satanás haciendo un milagro.
A los discípulos de Cristo se los colocará en situaciones similares. Los incrédulos requerirán de ellos que hagan algún milagro, si creen que el poder especial de Dios está en la iglesia y que son el pueblo escogido de Dios. Los incrédulos afligidos con enfermedades, los instarán a que hagan un milagro en ellos, si Dios los acompaña. Los seguidores de Cristo imitarán el ejemplo de su Maestro. Jesús, con su poder divino, no hizo obras poderosas para diversión de Satanás. Ni tampoco las pueden hacer los siervos de Cristo. Ellos deben remitir al incrédulo al testimonio escrito e inspirado para hallar allí evidencia de que son el pueblo leal de Dios y los herederos de la salvación.–SG 4:150, 151.
La reforma precede a los milagros
Estoy muy agradecida por la obra médico misionera realizada según los lineamientos del evangelio. Esta actividad debe enseñarse, debe llevarse a cabo; pues es la misma obra que Cristo realizó cuando estuvo en esta tierra. Él fue el más grande Misionero que el mundo vio jamás.
Ustedes pueden decir: “¿Por qué entonces no adoptamos esa obra y sanamos a los enfermos como lo hizo Cristo?” Les respondo: No están listos. Algunos han creído; algunos han sido sanados; pero hay muchos que se enferman por su forma intemperante de comer o por complacer otros hábitos erróneos. Cuando enfermen, ¿oraremos por ellos para que se curen y sigan haciendo lo mismo? Debe haber una reforma en todas nuestras filas; el pueblo debe elevarse a una norma más alta antes que podamos esperar la manifestación del poder de Dios de una manera notoria en la curación de los enfermos...
Si nos aferramos del Maestro, apropiándonos de todo el poder que él nos ha dado, entonces se revelará la salvación de Dios. Permítanme decirles que los enfermos se curarán cuando tengan fe para venir a Dios en la forma correcta. Le agradecemos a Dios por darnos la obra médico misionera. Doquiera llevemos el evangelio, debemos enseñar al pueblo cómo cuidar de sí mismos.–GCB 3/4/1901.
Oración por el enfermo
La oración por el enfermo es un asunto demasiado importante para que se maneje descuidadamente. Creo que debemos llevar todo al Señor, y darle a conocer todas nuestras debilidades y especificarle todas nuestras perplejidades. Cuando estemos acongojados, cuando estemos perplejos en cuanto a qué conducta seguir, que dos [Mat. 18:19] o tres que estén acostumbrados a orar se unan para rogar al Señor que su luz brille [Mat. 5:14] sobre ellos e imparta su gracia especial; y él respetará sus peticiones y contestará a sus oraciones. Si padecemos debilidades corporales, por supuesto que es consecuente confiar en el Señor, haciendo rogativas personales a nuestro Dios en nuestro propio caso, y si nos sentimos inclinados a solicitar a otros en quienes tenemos confianza que se unan a nosotros en oración a Jesús, quien es el poderoso Sanador, seguramente la recibiremos, si la solicitamos con fe. Creo que somos demasiado faltos de fe, demasiado fríos y tibios.
Entiendo que el versículo de Santiago debe ponerse en práctica cuando una persona está enferma en su cama, si llama a los ancianos de la iglesia y ellos ponen en práctica las directrices que se dan allí, ungiendo al enfermo con aceite en el nombre del Señor y orando por él la oración de fe. Leemos: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” [Sant. 5:15].
Pero nuestro deber no consiste en llamar a los ancianos de la iglesia [Sant. 5:14] por cada pequeño malestar que sintamos, pues esto colocaría una carga sobre ellos. Si todos lo hicieran, su tiempo estaría completamente ocupado, y no podrían hacer nada más; pero el Señor nos da el privilegio de buscarlo en forma individual en oración ferviente, o de descargar el alma ante él, sin ocultar nada a aquel que nos ha invitado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” [Mat. 11:28]. ¡Oh, cuán agradecidos debemos sentirnos de que Jesús esté dispuesto a llevar todas nuestras dolencias, y lo puede hacer, fortaleciéndonos y sanando todas nuestras enfermedades si ha de ser para nuestro bien y para su gloria!
Algunos murieron en el tiempo de Cristo y en los días de los apóstoles porque el Señor sabía con exactitud qué era lo mejor para ellos.–Carta 35, 1890.
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Para estudio adicional
Dios, no el hombre, es la fuente de curación: CSS 343 [MC 186, 187].
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