Todos enfrentamos lo mismo. Nuestros matrimonios viven en medio de un mundo que no funciona como Dios lo quiso. Por algún motivo, de alguna manera, tu matrimonio es alcanzado diariamente por la ruptura de este mundo. Tal vez simplemente tiene que ver con la necesidad de vivir con los inconvenientes menores de este mundo roto o quizá estás enfrentando asuntos graves que han alterado el curso de tu vida y tu matrimonio. Pero una cosa es segura: no escaparás del medio ambiente en el cual Dios ha escogido que vivas. No es un accidente que estés conduciendo tu matrimonio en este mundo quebrantado. Nada de esto es destino, casualidad o suerte. Todo es parte del plan redentor de Dios. Hechos 17 dice que Él determina el lugar exacto donde tú vives y el tiempo exacto de tu vida. Él conoce donde vives, y no le sorprende lo que estás enfrentando. Aunque enfrentes cosas que no tienen sentido para ti, hay sentido y propósito para todo lo que te sucede. Estoy seguro que entender tu mundo caído y el propósito de Dios para sostenerte en él, es fundamental para edificar un matrimonio de unidad, entendimiento y amor.
No hay mejor ventana para lo que enfrentamos en el aquí y ahora de este mundo que las palabras descriptivas que la Biblia usa en 1 Pedro 1:3-7: “afligido,” “pruebas,” y “sometido a prueba.” Estas palabras deberían hacer que nos detengamos. De todas las palabras descriptivas que Pedro tiene a su disposición para describir lo que Dios está haciendo en nosotros a través del medio ambiente en el cual vivimos, es muy significativo que él use estas tres palabras. Cada una es instructiva e interpretativa. Primero, tú no escaparás de las aflicciones de la vida en este mundo caído. Esas aflicciones pueden ser un dolor momentáneo o un momento significativo de pérdida. El punto es que, en el camino, la aflicción nos tocará a todos ya sea en maneras pequeñas o significativas. Segundo, todos enfrentamos pruebas. Sufriremos cosas que nunca habríamos planeado o puesto en nuestra agenda. Nos afligiremos porque enfrentaremos dificultades que no anticipamos ni planeamos. La palabra final nos trae el retrato completo de la vida en este mundo caído. La frase “sometido a prueba” no significa prueba como en un examen. No; significa “templado,” o “refinado.”
Con esta expresión, “sometido a prueba” Dios te dice una de las cosas mas significativas que entenderás acerca de tu matrimonio en el aquí y ahora. Dios decidió dejarte en este mundo caído para vivir, amar y trabajar, porque Él se propone usar las dificultades que enfrentes para hacer en ti algo que no podría ser hecho de ninguna otra manera. La mayoría de nosotros tiene un paradigma personal de la felicidad. Ahora, no es malo querer ser feliz, no esta mal luchar por la felicidad marital. Dios te ha dado la capacidad de disfrutar y ha puesto cosas maravillosas a tu alrededor para que las disfrutes. El problema no es que esto sea una meta equivocada sino en que es una meta demasiado pequeña. Dios está trabajando en algo profundo, necesario y eterno. Si Él no estuviera trabajando en esto, no sería fiel a su promesa contigo. Dios te tiene un paradigma personal de la santidad. No te molestes por este lenguaje. Estas palabras significan que Dios está trabajando a través de tus circunstancias diarias para cambiarte.
En su amor, Él sabe que tú no eres todo lo que fuiste creado para ser. Aunque sea duro admitirlo, aún hay pecado dentro de ti, y ese pecado se interpone en el camino de lo que estás supuesto a ser y diseñado para hacer. Y, dicho sea de paso, ese pecado es el más grande obstáculo de todos para un matrimonio de unidad, entendimiento y amor. Dios está usando las dificultades del aquí y el ahora para transformarte, es decir, para rescatarte de ti mismo. Y puesto que Él te ama, interrumpirá voluntariamente o comprometerá tu felicidad momentánea para hacerte avanzar un paso más en el proceso de rescate y transformación con el que Él está firmemente comprometido.
Cuando comiences a entrar en el paradigma de Dios, la vida no solo tendrá mas sentido para ti (las cosas que te suceden no son problemas irracionales, sino herramientas transformadoras), sino que también tendrás de inmediato más esperanza. Hay esperanza para ti y tu matrimonio porque Dios está en medio de tus circunstancias, y Él está usándolas para moldearte conforme a aquello para lo que te creó. Mientras Él hace esto, tu no solo responderás mejor a la vida sino que te volverás una mejor persona con la cual vivir, y esto resultará en un mejor matrimonio.
Esto no significa que cesarás de ser afligido. De hecho, Jesús lloró cuando caminó por los caminos de este mundo. Pero esta aflicción no es un túnel negro que el destino ha puesto en tu camino. Es un instrumento sabio en las manos de un Dios amoroso que sabe cuán profunda es tu necesidad y quiere darte dones de gracia que durarán eternamente.
Así que, como sea y de alguna manera, este mundo caído y lo que hay en él entrará por tu puerta, pero no tienes que temer. Dios está contigo, y Él está obrando de modo que esas aflicciones resulten en cosas buenas en y a través de ti.
2. Eres Pecador Casado con Alguien Pecador.
Voy a decir mucho más sobre esto a través del libro, pero tú y yo no nos casamos con alguien perfecto. Parece verdad cuando lo lees, pero aunque parezca obvio, mucha gente se casa con expectativas falsas acerca de la persona con quien se casa. Este es el punto: ambos traen algo a su matrimonio que es destructivo para lo que el matrimonio necesita y tiene que ser. Ese algo se llama pecado. La mayoría de los problemas que enfrentamos en el matrimonio no son intencionales o personales. En la mayoría de las situaciones matrimoniales, tú no enfrentas dificultades porque tu esposo o esposa hace algo intencionalmente parar hacer tu vida difícil. Sí, en momentos de enojo eso puede suceder. Pero frecuentemente lo que realmente pasa es que tu vida está siendo afectada por el pecado, la debilidad y las fallas de la persona con la que vives. Así que si tu esposa está teniendo un mal día, eso te salpicará de alguna manera. Si tu esposo se enojó en su trabajo, hay una buena posibilidad que traiga enojo a la casa con él.
En algún momento dado tú serás egoísta. En alguna situación hablarás rudamente. Habrá momentos de celos, amargura y conflicto. No podrás evitarlo porque eres un pecador y estás casado o casada con alguien pecador. Si minimizas los conflictos del corazón que ambos traen al matrimonio, sucederá esto: tendrás la tendencia de convertir los momentos de ministerio en momentos de enojo. Cuando tus oídos oyen y tus ojos ven el pecado, la debilidad y la falla de tu esposo o esposa, no es por accidente; es siempre gracia. Dios ama a tu cónyuge y Él está comprometido a transformarlo o transformarla por su gracia y te ha escogido para que seas uno de sus instrumentos regulares de transformación. Así que, Él te hará ver, oír y experimentar la necesidad de cambio de tu cónyuge para que puedas ser un agente de su rescate.
Frecuentemente, en estos momentos de ministerio que Dios nos da, en lugar de servir al propósito de Dios, nos enojamos porque nuestro cónyuge de alguna manera está estorbando lo que nosotros queremos. Esto nos lleva a la segunda cosa que sucede: la razón por la que cambiamos estos momentos de ministerio en momentos de cólera es nuestra tendencia a personalizar lo que no es personal. Al finalizar un mal día en el trabajo, tu esposo no dice, “Sé lo que voy a hacer. Le voy a arrojar este mal día a mi esposa para que su día sea tan miserable como el mío.” No; el problema que estás experimentando no es acerca de ti directamente. Si, es tu problema, porque este hombre enojado es tu esposo. Pero lo que estás experimentando no es personal en términos de una intencionalidad consciente. Estás viviendo con un pecador, de modo que vas a experimentar su pecado. Pero cuando personalizas lo que no es personal, tiendes a ser agresivo en tu respuesta. Cuando eso sucede, lo que te motiva no es la necesidad espiritual que Dios te ha revelado que hay en tu esposo, sino la ofensa de tu esposo contra ti, tu agenda, tu paz, etc. Así que, tu respuesta no es un “para él,” sino un “contra él.” En lugar de buscar ministrarlo, lo que quieres hacer es quitarlo de en medio de tu camino para volver a lo que querías hacer previamente. Seamos honestos – todos hemos estado allí.
Cuando respondemos agresivamente, agravamos el problema que la otra persona ha lanzado contra nosotros. Esto nos lleva a una cosa más: puesto que hemos convertido un momento de ministerio en un momento de enojo al personalizar lo que no es personal, nos portamos como adversarios al responder y por ello terminamos adoptando soluciones circunstanciales que no llegan al corazón del problema. En lugar de buscar maneras de ayudar le decimos al otro que se comporte, lo amenazamos para que se calle o nos enojamos