Por lo que he visto de sus hijos, creo que no han mejorado muchas cosas, pero las habilidades paternales de Callum no son asunto mío. Emito un sonido evasivo con la garganta que Callum toma como un estímulo para continuar.
—Gideon es el mayor. Está en la universidad, pero vuelve los fines de semana. Creo que está saliendo con alguien de la ciudad, aunque no sé con quién. Lo conocerás esta noche.
Genial… La verdad es que no.
—Me encantaría. —Tanto como ponerme un enema.
—Me gustaría llevarte al instituto y matricularte. Después de solucionarlo todo, Brooke, mi novia, se ha ofrecido para llevarte de compras. Imagino que podrás empezar el instituto el lunes.
—¿Voy muy atrasada?
—Las clases empezaron hace dos semanas. He visto tus notas, así que creo que estarás bien —me asegura.
—Tus detectives deben de ser muy buenos si tienes mi expediente escolar. —Frunzo el ceño y clavo la mirada en los huevos.
—Te has mudado en muchas ocasiones, pero sí; cuando descubrí el nombre completo de tu madre, no fue difícil dar marcha atrás y obtener todo lo que necesitaba.
—Mamá me cuidó lo mejor que pudo —respondo con la barbilla alta.
—Se desnudaba por dinero. ¿Te obligó a hacerlo a ti también? —responde Callum con rabia.
—No. Ella no tuvo nada que ver con eso. —Echo sus huevos en un plato. Puede cocinarse su maldito beicon él solo. Nadie habla mal de mi madre delante de mí.
Callum me coge del brazo.
—Mira, yo…
—¿Interrumpo algo? —pregunta alguien desde el umbral de la puerta.
Me doy la vuelta y veo a Reed. Su voz es gélida como el hielo, pero sus ojos desprenden fuego. No le gusta que esté tan cerca de su padre. Sé que es un movimiento completamente estúpido, pero hay algo en mí que hace que me acerque incluso más a Callum, a que me coloque casi bajo su brazo. Callum presta atención a su hijo, por lo que no se da cuenta de la razón de mi repentina cercanía. Sin embargo, los ojos entrecerrados de Reed me dicen que ha recibido el mensaje.
Alzo la mano y la poso en el hombro de Callum.
—No, solo le preparaba el desayuno a tu padre. —Sonrío con dulzura.
La expresión de Reed se torna más furiosa.
—Se me ha olvidado la chaqueta. —Se dirige a la mesa y la coge de la silla.
—Te veo en el instituto, Reed —respondo en un tono burlón.
Reed me lanza otra mirada y se marcha. Dejo caer la mano del hombro de Callum, que me mira, divertido.
—Estás provocando a un tigre.
Yo me encojo de hombros.
—Ha empezado él.
Callum niega con la cabeza.
—Y yo que pensaba que criar a cinco hijos era una aventura. Todavía no he visto nada, ¿verdad?
Capítulo 6
Callum me lleva al instituto en el que estudiaré los próximos dos años. Bueno, Durand es el que nos lleva. Callum y yo nos sentamos en la parte de atrás, y, mientras él reorganiza lo que parecen copias de planos, miro por la ventana e intento no pensar en el encontronazo que he tenido con Reed en mi habitación.
Pasan diez minutos hasta que Callum deja de prestar atención a su trabajo.
—Lo siento, estoy poniéndome al día. Me ausenté de la oficina después de que Steve falleciese, y la junta me presiona para que me ponga al día con todo.
Estoy tentada de preguntarle cómo era Steve, si era agradable, lo que hacía para divertirse, por qué se acostó con mi madre y nunca miró atrás. En lugar de eso me quedo callada. Una parte de mí no quiere saber nada de mi padre. Porque si sé de él, se convertirá en alguien real. Quizá se convierta en alguien bueno. Es más fácil pensar en él como el capullo que abandonó a mi madre.
Señalo los papeles.
—¿Son planos de tus aviones?
Callum asiente.
—Estamos diseñando un nuevo caza con motor de reacción. Lo ha encargado el ejército.
Madre mía. No solo construye aviones. Construye aviones de militares. Debe de ganar mucho dinero. Por otro lado, teniendo en cuenta la casa que tiene, no debería sorprenderme.
—Y mi pa… Steve… ¿También diseñaba aviones?
—Él estaba más involucrado en la parte de las pruebas. Yo también, en cierta medida, pero a tu padre le apasionaba volar.
A mi padre le gustaba pilotar aviones. Archivo esa información.
Cuando me quedo callada, la voz de Callum se suaviza.
—Me puedes preguntar lo que quieras sobre él, Ella. Conocía a Steve mejor que nadie.
—No estoy segura de estar preparada para saber de él todavía —respondo vagamente.
—Lo entiendo. Pero me encantará hablarte de él cuando lo estés. Fue un gran hombre.
Me muerdo la lengua para no decirle que no fue tan bueno si me abandonó, pero no quiero discutir con Callum.
Todos los pensamientos sobre Steve desaparecen cuando el coche llega a unas puertas que deben de medir como mínimo seis metros. ¿Así viven los Royal, conduciendo de reja en reja? Las atravesamos y nos mantenemos en la carretera pavimentada que termina delante de un edificio de estilo gótico cubierto de hiedra. Miro alrededor cuando salimos del coche y veo edificios parecidos que salpican las impolutas instalaciones del colegio Astor Park, junto con hectáreas de césped. Supongo que por eso el colegio se llama Astor Park, que quiere decir «parque Astor» en castellano.
—Quédate por aquí —ordena Callum a Durand a través de la ventanilla abierta del asiento del conductor—. Te llamaré cuando estemos listos para irnos.
El coche negro se dirige hacia una zona de aparcamiento situada al extremo del camino. Callum se gira hacia mí y dice:
—El director Beringer nos espera.
Es difícil mantener la boca cerrada mientras lo sigo por las amplias escaleras que dirigen a la puerta principal. Este sitio es una locura. Rezuma dinero y clase alta. El césped cortado a la perfección y el patio gigantesco están desiertos, supongo que todos ya están en clase; a lo lejos veo un borrón de chicos ataviados con el uniforme azul jugando al futbol en uno de los campos.
Callum sigue mi mirada.
—¿Practicas algún deporte?
—Eh, no. Es decir, soy algo atlética. Baile, gimnasia y esas cosas. Pero no soy muy buena deportista.
Él frunce los labios.
—Es una pena. Si te unieses a algún equipo, estarías exenta de la clase de educación física. Preguntaré si hay algún hueco en uno de los equipos de animadoras, puede que encajes bien ahí.
¿Animadora? Sí, claro. Necesitas vigor para eso, y yo soy la persona menos vigorosa que conozco.
Entramos en un vestíbulo que es igual al de esas películas en las que salen colegios privados. Grandes retratos de exalumnos cuelgan de los paneles de roble de las paredes y el suelo de madera está pulido. Algunos chicos que visten americanas azules pasan junto a nosotros y fijan sus miradas curiosas en mí antes de seguir su camino.
—Reed y