—Demasiado tarde para quedar contigo después.
Estira el brazo, coloca las delicadas manos en mi pecho, me empuja y siseo como si me hubiera quemado.
¡Mierda! Parece que lo ha hecho. Sentir sus manos de nuevo después de tanto tiempo es como si me hubiera marcado. Reclamándome con un solo toque.
No tiene ni idea de que solo le he pertenecido a ella durante estos meses.
Sin pensarlo, me inclino buscando sus labios, pero gira la cabeza en el último segundo y termino besándole la mejilla. Se estremece. De sus labios entreabiertos se escapan pequeños suspiros temblorosos y cierro los ojos, desesperado por calmar el latido de mi corazón mientras acaricio con la boca su mejilla.
—La he cagado mucho, ¿no? —susurro contra su piel.
Fable asiente con la cabeza e inhala una profunda bocanada de aire mientras deja caer las manos de mi pecho.
—Así es.
—Dime qué puedo hacer para arreglarlo.
Tengo que saberlo. No puedo dejar que piense que lo nuestro se ha acabado.
Todavía tiene el rostro girado, como si tuviera miedo de mirarme a los ojos.
—Es demasiado tarde. No puedes hacer nada. Lo nuestro se ha acabado.
Quito la mano de la pared para ahuecarla en su mejilla y la obligo a mirarme. Sus ojos grandes y asustados entran en contacto con los míos y, por un momento, estoy perdido. Es como si hubiéramos viajado atrás en el tiempo y estuviéramos en la casa de mi padre cuando estábamos a punto de lanzarnos a algo grande. Algo serio. Tenía a esta chica en la palma de mi mano y ella me tenía a mí. Pero me asusté, dejé que se me resbalara de los dedos y ahora mírala.
Está… diferente. Toda su vida ha cambiado en cuestión de semanas. Y yo no tengo nada que ver con ello. Ha pasado página, mientras que yo sigo atrapado.
Comprenderlo es impactante.
—Tengo que volver al trabajo —susurra—. Deberías regresar con tus amigos.
Le acaricio la cara y dejo que mis dedos tracen la delicada línea de su mandíbula. Ella cierra los ojos. Me percato del sutil movimiento de su garganta cuando traga saliva y bajo la cabeza para conseguir la unión que anhelo tan desesperadamente. Rozo mis labios con los suyos, respiro su aliento y saboreo sus labios y las profundidades misteriosas y dulces de su boca. Separa los labios de inmediato y aprovecho la ocasión para deslizar mi lengua en el interior y enredarla con la suya.
Se me escapa un gemido y ella rompe el beso. Abrimos los ojos al mismo tiempo, nos miramos sin decir una palabra y ella dirige de nuevo la mirada a mi boca. Sé lo que quiere.
Yo también lo quiero.
No podemos resistirnos el uno del otro. Este momento es prueba de ello. Tengo que hacer algo, decir algo para que esta conexión continúe.
La necesito y ella me necesita. Lo sé.
—Fable, ¿va todo bien? —dice una voz.
Giramos la cabeza para ver a un tío a unos cuantos metros de distancia, grande e intimidatorio, vestido de negro, con la mirada cortante cuando se detiene en mí. Parece que quiere darme una paliza.
Genial. Tras su interrupción el sentimiento es mutuo.
—Estoy bien. Ya iba a volver al trabajo.
Me empuja y doy un paso atrás, dejándola escapar.
Fable no me mira mientras se dirige al restaurante. No dice ni una palabra, ni a mí, ni al tío, y nos deja fuera a solas, mirándonos, midiéndonos. Él es mayor que yo, debe tener casi treinta años y es grande.
Pero yo soy más alto y más ancho. Podría con él si tuviera que hacerlo.
Pensar eso es una bobada.
—¿Quién demonios eres? —pregunta con voz tranquila pero afilada como el acero.
—Podría hacerte la misma pregunta —replico.
Cruza los brazos.
—Soy su jefe.
¡Mierda! No quiero joderle el trabajo. El lugar es bonito, más que La Salle, y apuesto a que le gusta mucho más trabajar aquí. Y seguro que también gana más dinero.
—Soy su novio.
Arquea las cejas y se le escapa una risita ahogada.
—¿En serio? Qué raro, no te mencionó anoche cuando estuvimos juntos.
Estoy tan sorprendido por lo que el gilipollas dice que cuando encuentro la voz para hablar, ya se ha ido.
Fable
Vuelvo rápidamente a la sala privada, agradeciendo que Drew no me siga. Agradezco aún más que tampoco me siga Colin. Ojalá pudiera escaquearme al baño para poner en orden mis pensamientos, respirar profundamente, algo, cualquier cosa, pero tengo que volver y ayudar a Jen. No es justo dejar a T allí cuando debería estar supervisando el restaurante.
Pero no puedo dejar de temblar. Respiro profundamente, lo huelo. El familiar aroma a limpio de Drew se ha adherido a mi piel y a mi ropa. Aprieto los labios y los recorro con la lengua.
Dios, todavía noto su sabor. Está por todo mi cuerpo y no sé si puedo soportarlo. Lo que ha dicho, la forma en que mi cuerpo ha reaccionado cuando me ha tocado, cuando me ha besado…
Lo quiero, pero no lo quiero. Me ha hecho pasar un infierno, y ahora vuelve y con solo un atisbo de él y unas cuantas palabras susurradas, estoy perdida.
Drew Callahan es mi debilidad. Como una droga de la que nunca tengo bastante. Es mi adicción y si soy honesta conmigo misma, no quiero deshacerme de ese hábito.
Me deslizo en la sala y veo a Jen sola en la esquina más cercana a la puerta. T debe haberse ido e inmediatamente me siento como una mierda.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta cuando me aproximo.
La pregunta en voz baja de Jen me saca de mis pensamientos acerca de Drew y le ofrezco una sonrisa tranquilizadora.
—Estoy bien. Solo… cansada.
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