―Oye, calma ―dijo el jefe y cerró la puerta.
Todos en TI fingían estar trabajando en sus puestos, pero no paraban de mirar hacia la ventana del despacho. George, la superestrella de TI, estaba gritando. Mike movía las manos, poniendo excusas.
Petros rodó con su silla hasta Galene, sosteniendo un disco duro y un destornillador.
―Ya veo que le has quitado al perro grande el hueso de la boca.
―¡Yo no le he quitado nada! ―se quejó Galene.
Petros apretó algunos de los tornillos.
―Claro, claro.
―Oye, yo estaba aquí ayer cuando llegó la solicitud. Me tuve que quedar hasta más tarde.
―Te escucho ―asintió. Sopló en el disco duro―. Debes haber causado una gran impresión allá arriba. Conoces las historias, ¿verdad?
―¿Qué historias? ―preguntó Galene.
―Bueno, ya sabes. Privilegios especiales. Curvilíneas asistentes robóticas. Cosas. ―Se encogió de hombros, admirando su trabajo.
Galene había visto esos privilegios, pero no quería alimentar los rumores.
―No vi nada de eso. Y la asistente no es tan curvilínea.
Petros levantó los ojos hacia ella.
―¿Así que le hiciste un repaso? Uh. No esperaba eso de ti.
―Petros, por favor, ve y pon tu disco duro donde debe estar ―dijo ella, dándole la espalda.
―Con mucho gusto ―dijo, y se dirigió a su escritorio, colocando el disco en su sitio con destreza.
La pelea en la oficina terminó y George salió corriendo hacia la cafetería, mirando a Galene con ira.
Menudo imbécil.
―¡Gal! ―gritó su jefe.
Sus hombros se hundieron.
Capítulo 10: Gregoris a vhn x 3.2
Greg sentía que estaba en sintonía otra vez. Tuvo algunos episodios de sueño polifásico y se vio inmerso en la información sobre Artemis.
Su verdadero nombre era Viktoriya Marchenko, de origen ucraniano. Cuerpo potente, pelo corto, vestido con unisex a medida. Una feminista integral. Exclusivamente heterosexual, un cero puro en la escala de Kinsey. Nunca se casó, ni lo planeó. Madre adoptiva de una centena de guerreras.
Su única debilidad parecía ser la caza mayor. Solía ir a safaris, y conseguía sus presas sin ayuda de nadie. Como estaba un poco mal visto, lo compensaba con grandes donaciones a organizaciones benéficas que se ocupaban de la clonación y la protección de animales salvajes.
La foto más viral de ella era de sus días de atleta olímpica, cuando ganó una medalla de oro. La foto era de ella apretando su linda nariz contra la cuerda del arco mientras lo tensaba y se concentraba en el tiro ganador. Era una pose poderosa y arquetípica, como la del Discóbolo de Mirón. Llevaba su característico sombrerito de pesca con dibujitos, y tenía uno de sus pechos cubierto con un peto de arquero.
Todo el mundo conocía esa foto.
Ya no era tan linda hoy en día. Cerca de cuarenta pero aún jovial, sus fotos recientes mostraban a una mujer poderosa y curtida en un mundo de hombres poderosos. Artemis había negociado acuerdos con las más altas firmas de seguridad israelíes, protegiendo a ricos y poderosos de todo el mundo.
Atenas se había convertido en un frecuentado centro de negociaciones, tanto públicas como privadas. Y cuando la gente importante quería reunirse, el trabajo de Artemis era llevarlos y traerlos sanos y salvos.
Artemis era... poco convencional. Más de ensuciarse las manos que el resto de los directores generales olímpicos. En comparación con ella, el resto podían considerarse cobardes, escondidos detrás de sus escritorios desde donde encargaban a sus matones el trabajo sucio. Ella personalmente había evitado al menos once intentos de asesinato.
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