Si Ella Supiera . Блейк Пирс. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Серия: Un Misterio Kate Wise
Жанр произведения: Современные детективы
Год издания: 0
isbn: 9781640295957
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caído en la lamentacion. Michael al menos había merecido toda su atención durante unos meses. En realidad él merecía mucho más, pero ella sabía que incluso en el más allá, no había manera de que él hubiera esperado que ella abandonara su trabajo por tanto tiempo. Él habría sabido que a ella le habría tomado algún trabajo llorarlo apropiadamente —y ese trabajo había significado literalmente trabajar en el Buró en tanto se lo permitió su estado emocional después de la muerte de él.

      Le aliviaba descubrir mientras se acercaba a Washington que no se sentía como si estuviera traicionando a Michael. Personalmente creía que la muerte no era el final; ella no sabía si eso significaba que el Cielo era real o que la reencarnación fuera posible; la verdad sea dicha para ella estaba bien no saberlo. Pero sabía que dondequiera que Michael pudiera estar, estaría feliz de verla dirigiéndose de regreso a Washington —incluso si solo era para ser severamente reprendida.

      Sea como fuere, lo más probable es que se estaría riendo a costa de ella.

      Esto hizo que Kate sonriera a pesar suyo. Detuvo el podcast y se concentró en el camino, en sus propios pensamientos, y en cómo, incluso si ella había metido la pata, la vida, en cierto modo, acababa pareciendo cíclica en su naturaleza.

      ***

      No se sintió emocionada cuando cruzó la puerta principal e ingresó al gran vestíbulo del cuartel general del FBI. En todo caso, estaba agudamente consciente de que ya no pertenecía a ese lugar —como si fuera una mujer que volvía a visitar su antigua escuela secundaria y descubría que los salones ahora la hacian sentirse triste y nostálgica.

      La sensación de familiaridad ayudaba, sin embargo. A pesar de sentirse fuera de lugar, también sentía como si en realidad, después de todo, no hubiera estado lejos por todo ese tiempo. Atravesó el vestíbulo, se registró al frente, y se dirigió a los ascensores como si hubiera estado allí la semana pasada. Incluso el espacio confinado del elevador se sentía confortable al pensar que la trasladaba a la oficina del Subdirector Durán.

      Al poner un pie fuera del ascensor e ingresar al área de espera de Durán, vio sentada ante el mismo escritorio a la misma recepcionista de hacía poco más de un año. Nunca en realidad se habían tratado por su nombre de pila, pero la recepcionista se levantó de su silla y corrió a darle un abrazo.

      —¡Kate! ¡Qué bueno volver a verte!

      Afortunadamente, el nombre de la recepcionista vino a su mente en el momento justo. —Lo mismo digo, Dana —dijo Kate.

      —Nunca pensé que te viniera bien el retiro —bromeó Dana.

      —Sí, ha sido una especie de gran bostezo.

      —Bueno, pasa adelante y entra —dijo Dana—, él te está esperando.

      Kate tocó la puerta cerrada de la oficina. Encontró que, incluso la especie de gruñido que recibió en respuesta desde el otro lado, la hizo sentir cómoda.

      —Está abierto —dijo la voz del Subdirector Vince Durán.

      Kate abrió la puerta y pasó adelante. Se había preparado a fondo para ver a Durán y estaba lista para ello. Lo que no había esperado, sin embargo, era ver el rostro de su viejo compañero. Logan Nash le sonrió de inmediato, levantándose de una de las sillas que se hallaban frente al escritorio de Durán.

      Durán pareció mirar a un lado para darle espacio al reencuentro. Kate y Logan Nash se fundieron en un abrazo de amigos junto a las sillas para visitantes. Ella había trabajado con Logan en los últimos ocho años de su carrera. Él era diez años menor que ella pero había ido armando con buen pie una distinguida carrera luego que ella se marchó.

      —Qué bueno verte, Kate —dijo suavemente en su oído mientras se abrazaban.

      —Eso digo yo de ti —replicó ella. Su corazón quedó henchido, y casi burlándose de sí misma, se dio cuenta que sin importar cuánto se esforzara por disfrazarlo, ella realmente había extrañado esta parte de su vida a lo largo del último año.

      Al separarse, tomaron asiento, con cierto embarazo, enfrente de Durán. Durante su tiempo juntos como compañeros, muchas veces se habían sentado en esos mismos lugares. Pero nunca había sido por asuntos de disciplina.

      Vince Durán respiró profundamente y suspiró. Kate no podía decir qué tan contrariado estaba.

      —Bueno, no sigamos dándole vueltas —dijo Durán—. Kate, sabes por qué estás aquí. Le he asegurado al Jefe Budd que manejaría la situación en una forma muy efectiva. Pareció conforme con eso y estoy bastante seguro de que todo el alboroto que armaste lanzando a un sospechoso desde su porche va a ser barrido bajo la alfombra. Lo que me gustaría saber, sin embargo, es cómo es que llegaste al porche de ese pobre hombre.

      Ella supo entonces que cualquier conversación desagradable que hubiese estado esperando no iba a suceder. Durán era un monstruo en términos de corpulencia, pesaba unos ciento diez kilos y la mayor parte era masa muscular. Había pasado un tiempo en Afganistán cuando tenía poco más de veinte años y aunque ella nunca se había enterado de todo lo que había hecho por allá, los rumores eran tremendos. Él había visto y hecho cosas bastante crudas que de algún modo se reflejaban en las arrugas de su rostro. Pero hoy, parecía estar de buen humor. Ella se preguntó si era porque ya no le estaba hablando como a alguien que trabajaba a sus órdenes. Casi se sentía como si se estuviera poniendo al día con una vieja amiga.

      Eso le facilitó a ella contarles acerca del asesinato de Julie Hicks —la hija de su buena amiga Deb Meade. Pasó a referirles lo de su visita a la casa de los Meade, su conversación con ellos y lo seguros que parecían estar en cuanto a sus sospechas. Luego recreó la escena en el porche de Neilbolt, explicando cómo había comenzado, con solo el ánimo de defenderse, aunque reconocía que había llevado las cosas un poco lejos.

      Varias veces escuchó reír por lo bajo a Logan. Durán, entretanto, permaneció mayormente impasible. Cuando hubo terminado, esperó su reacción, y se sintió confundida al ver que todo lo que hizo fue encogerse de hombros.

      —Mira... por lo que a mí concierne —dijo— esto no es relevante. Aunque tú podrías haber estado metiendo tu nariz donde no debías, este tipo no tenía porqué ponerte las manos encima —sobre todo después que le dijiste que habias sido del FBI. Eso fue estúpido de su parte. La única cosa que me haría alzar la ceja es que le hayas puesto las esposas.

      —Como dije... admito que se me pasó un poco la mano.

      —¿A ti? —preguntó Logan en tono de falsa sorpresa— ¡No!

      —¿Qué sabes acerca del caso? —preguntó Durán.

      —Solo que fue asesinada en su casa mientras su esposo estaba en viaje de negocios. El ex-novio era la única pista real y los policías lo dejaron ir de forma bastante rápida. Descubrí más tarde que su coartada era sólida, sin embargo.

      —¿Nada más? —preguntó Durán.

      —Nada aparte de lo que ya dije.

      Durán asintió y se las arregló para ofrecer una sonrisa cordial. —Así que aparte de lanzar a hombres bien crecidos desde sus porches, ¿cómo te está tratando la jubilación?

      —Ha sido como un infierno —admitió—. Fue grandioso en las primeras semanas pero pasó rápido. Extraño mi trabajo. He llegado a leer una montaña de libros sobre crímenes reales. Estoy viendo demasiados programas de crimen en el Canal de Biografía.

      —Te sorprendería la frecuencia con la que escuchamos eso de los agentes en los primeros seis a doce meses que siguen a su retiro. Algunos de ellos suplican que les den alguna clase de trabajo. Cualquier cosa que tengamos. Incluso papeleo o inútiles escuchas telefónicas.

      Kate no dijo nada para indicar que podía identificarse con eso.

      —Pero aún así no llamaste —dijo Durán—. Para ser honesto, esperaba que lo hicieras. No creí que pudieras simplemente retirarte con tal facilidad, y este pequeño incidente lo prueba.