“Nadie va a golpearte, Jilly”, dijo Riley, su voz temblando un poco de la emoción. “Eso no volverá a suceder jamás. Cuidaremos bien de ti. ¿Entiendes?”.
Jilly se quedó callada de nuevo. Riley deseaba que solo respondiera que sí entendía, y que creía lo que Riley le estaba diciendo. En cambio, Jilly cambió de tema.
“Me gusta tu carro”, dijo. “¿Puedo aprender a conducir?”.
“Claro, cuando seas mayor”, dijo Riley. “Ahora vamos a acomodarte en tu nueva vida”.
*
Todavía estaba nevando un poco cuando Riley estacionó su carro frente a su casa y ella y Jilly se bajaron. El rostro de Jilly se retorció un poco cuando los copos de nieve tocaron su piel. No parecía que esta nueva sensación la agradara. Y empezó a temblar por el frío.
“Tengo que comprarle ropa de frío inmediatamente”, pensó Riley.
A medio camino entre el carro y la puerta principal, Jilly se detuvo de golpe. Miró la casa fijamente.
“No puedo hacer esto”, dijo Jilly.
“¿Por qué no?”.
Jilly se quedó callada por un momento. Se veía como un animal asustado. Riley sospechó que el pensar en vivir en un lugar tan agradable la abrumaba.
“Me interpondré en el camino de April, ¿verdad?”, dijo Jilly. “Es su baño”.
Parecía estar buscando excusas y razones por las cuales esto no funcionaría.
“No te interpondrás en el camino de April”, dijo Riley. “Ahora vamos”.
Riley abrió la puerta. Adentro estaban esperándolas April y el ex esposo de Riley, Ryan. Sus rostros estaban sonrientes y acogedores.
April corrió hacia Jilly enseguida y le dio un fuerte abrazo.
“Yo soy April”, dijo. “Me alegra que estés aquí. Te gustará mucho vivir con nosotros”.
A Riley le sorprendió la diferencia entre las dos chicas. Siempre había considerado que April era bastante delgada y desgarbada. Pero se veía muy robusta al lado de Jilly, quien se veía flaca en comparación. Riley supuso que Jilly había pasado hambre en su vida.
“Muchas cosas que aún no sé”, pensó Riley.
Jilly sonrió nerviosamente a lo que Ryan se presentó y la abrazó.
Gabriela vino corriendo desde abajo de repente, introduciéndose a sí misma con una enorme sonrisa.
“¡Bienvenida a la familia!”, exclamó Gabriela antes de darle a Jilly un abrazo.
Riley notó que la piel de la vigorosa mujer guatemalteca solo era un poco más oscura que la tez oliva de Jilly.
“¡Vente!”, dijo Gabriela, llevando a Jilly de la mano. “Subamos. ¡Te mostraré tu habitación!”.
Pero Jilly alejó su mano y se quedó parada allí temblando. Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sentó en las escaleras a llorar. April se sentó junto a ella y puso su brazo alrededor de sus hombros.
“Jilly, ¿qué te pasa?”, preguntó April.
Jilly negó con la cabeza miserablemente.
“No sé”, dijo. “Es solo... No sé. Esto es demasiado”.
April sonrió dulcemente y le dio unas palmaditas en la espalda.
“Yo sé, yo sé”, dijo. “Subamos. Te sentirás en casa en un santiamén”.
Jilly se levantó obedientemente y siguió a April por las escaleras. A Riley le complació lo bien que April estaba manejando la situación. Obviamente April siempre había dicho que quería una hermana menor. Pero April también había tenido unos años difíciles, y había sido severamente traumatizada por delincuentes deseosos de vengarse de Riley.
“Tal vez April será capaz de entender a Jilly mejor que yo”, pensó Riley.
Gabriela miró a las dos chicas con compasión.
“¡Pobrecita!”, dijo. “Espero esté bien”.
Gabriela bajó las escaleras de nuevo, dejando a Riley y Ryan a solas. Ryan estaba parado mirando las escaleras, viéndose un poco aturdido.
“Espero no esté dudando”, pensó Riley. “Voy a necesitar su apoyo”.
Mucho había ocurrido entre ella y Ryan. Durante los últimos años de su matrimonio, había sido un marido infiel y un padre ausente. Se habían separado y divorciado. Pero Ryan parecía un hombre cambiado últimamente y estaban pasando más tiempo juntos.
Habían hablado del desafío de traer a Jilly a sus vidas. Ryan había parecido estar entusiasmado con la idea.
“¿Aún te parece bien esto?”, le preguntó Riley.
Ryan la miró y dijo: “Sí. Sin embargo, sé que será difícil”.
Riley asintió. Luego vino una pausa incómoda.
“Creo que es mejor que me vaya”, dijo Ryan.
Riley se sintió aliviada. Lo besó ligeramente, y él se puso su abrigo y salió por la puerta. Riley se sirvió un trago y se sentó sola en la sala de estar.
“¿En qué nos he metido?”, se preguntó.
Esperaba que sus buenas intenciones no destrozaran a su familia otra vez.
CAPÍTULO DOS
Riley se despertó a la mañana siguiente con un corazón lleno de aprehensión. Este sería el primer día de Jilly en su casa. Tenían mucho por hacer hoy y Riley esperaba que no hubiera problemas.
Anoche se había dado cuenta de que la transición de Jilly a su nueva vida sería dura para todos. Pero April había colaborado y había ayudado a Jilly a acomodarse. Habían escogido ropa para ella para el día de hoy, no de las escasas posesiones que Jilly había traído consigo en una bolsa de supermercado, sino de las cosas nuevas que Riley y April habían comprado para ella.
Jilly y April finalmente se habían ido a dormir.
Riley también, pero pasó la noche inquieta y preocupada.
Se levantó, se vistió y se dirigió directamente a la cocina, donde April estaba ayudando a Gabriela a preparar el desayuno.
“¿Dónde está Jilly?”, preguntó Riley.
“No se ha levantado aún”, dijo April.
Riley comenzó a preocuparse.
Fue a la base de las escaleras y gritó: “Jilly, es hora de levantarse”.
No oyó ninguna respuesta. Sintió una oleada de pánico. ¿Jilly había huido durante la noche?
“Jilly, ¿me oyes?”, gritó. “Tenemos que registrarte en la escuela esta mañana”.
“Voy”, respondió Jilly.
Riley suspiró de alivio. El tono de Jilly era taciturno, pero al menos estaba cooperando.
En los últimos años, Riley había oído ese tono taciturno a menudo de April. Parecía haberlo superado, pero todavía recaía de vez en cuando. Riley se preguntó si realmente estaba preparada para criar a otra adolescente.
En ese momento alguien tocó la puerta principal. Cuando Riley abrió, vio que era su vecino, Blaine Hildreth.
Riley se sorprendió al verlo, pero también se alegró. Era un par de años más joven que ella, un hombre encantador y atractivo que también era el dueño de un restaurante de la ciudad. De hecho, sentía