Mackenzie no podía imaginarse ese tipo de tortura, pero también le hizo respetar a Hailey Lizbrook muchísimo más. Claro que se desnudaba por dinero por las noches, pero durante el día parece que era una madre que pasaba tiempo con sus hijos.
“Vale,” dijo Mackenzie. “Si sabes sobre su trabajo, te puedes imaginar la clase de hombres que va a esos sitios, ¿verdad?”
Kevin asintió, y Mackenzie vio cómo se deslizaba la primera lágrima por su mejilla izquierda. Casi se acerca y le toma la mano como señal de apoyo, pero no quería fastidiarle.
“Necesito que pienses si tu madre vino alguna vez a casa realmente molesta o enfadada por algo. También necesito que pienses en cualquier hombre que pueda… en fin, cualquier hombre que pueda haber venido a casa con ella.”
“Nadie venía a casa con ella jamás,” dijo él. “Y casi nunca vi a mamá enfadada o molesta por nada. La única vez que la vi enfadada fue cuando estaba lidiando con abogados el año pasado.”
“¿Abogados?” dijo Mackenzie. “¿Sabes por qué estaba hablando con abogados?”
“Más o menos. Sé que algo sucedió una noche en el trabajo y le hizo acabar por ir a hablar con algunos abogados. Escuché algo cuando hablaba por teléfono. Estoy bastante seguro de que estaba hablando con ellos de una orden de alejamiento.”
“¿Y crees que eso era en relación con el sitio donde trabajaba?”
“No lo sé seguro,” dijo Kevin. Parecía que se había animado un poco al darse cuenta de que había dicho algo que podía ser de ayuda. “Pero creo que sí.”
“Eso es de gran ayuda, Kevin.” dijo Mackenzie. “¿Se te ocurre algo más?
Sacudió su cabeza lentamente y después miró a Mackenzie a los ojos. Trataba de mantenerse fuerte, pero había tanta tristeza en los ojos del chico que Mackenzie no tenía ni idea de cómo no se había derrumbado todavía.
“Mamá se avergonzaba de ello, ¿sabes?” dijo Kevin. “Trabajaba también desde casa durante el día. Era una especie de escritora técnica, para páginas web y cosas así. Pero no creo que estuviera haciendo mucho dinero. Hacía lo otro para hacer más dinero porque nuestro padre… bueno, se largó hace mucho tiempo. Ya no envía dinero nunca. Así que mamá… tuvo que aceptar este otro trabajo. Lo hizo por mí y por Dalton y…”
“Lo sé,” dijo Mackenzie, y esta vez se acercó a tocarle. Colocó la mano en su hombro y él pareció agradecido. También podía asegurar que quería llorar con todas sus ganas, pero probablemente no iba a permitírselo delante de desconocidos.
“Detective Porter,” dijo Mackenzie, mientras él surgía de la otra habitación, mirándola fijamente. “¿Tienes más preguntas?” Ella sacudió la cabeza con sutileza mientras hacía la pregunta, esperando que él le entendiera.
“No, creo que ya hemos terminado aquí”, dijo Porter.
“Muy bien,” dijo Mackenzie. “De nuevo, chicos, muchas gracias por vuestro tiempo.”
“Sí, gracias,” dijo Porter, uniéndose a Mackenzie en la sala de estar. “Jennifer, tienes mi número así que si se te ocurre cualquier cosa que pueda ayudarnos, no dudes en llamarnos. Hasta el detalle más minúsculo podría ser útil.”
Jennifer asintió y dejó escapar con una voz ronca, “Gracias.”
Mackenzie y Porter salieron, descendiendo una serie de escalones de madera que daban al aparcamiento del edificio de apartamentos. Cuando se encontraban a una distancia sensata del apartamento, Mackenzie acortó la distancia entre ellos. Podía sentir la inmensa ira que emanaba de él como el calor pero la ignoró.
“Tengo una pista,” dijo ella. “Kevin dice que su madre estaba preparándose para solicitar una orden de alejamiento contra alguien del trabajo el año pasado. Dijo que era la única vez que la había visto visiblemente enfadada o molesta por algo.”
“Muy bien,” dijo Porter. “Eso quiere decir que algo bueno resultó de que socavaras mi autoridad.”
“No socavé tu autoridad,” dijo Mackenzie. “Simplemente vi cómo se estropeaba la situación entre tú y el hijo mayor, así que intervine para resolverlo.”
“Mentira,” dijo Porter. “Hiciste que pareciera débil e inferior delante de esos chicos y de su tía.”
“Eso no es cierto,” dijo Mackenzie. “Incluso si lo fuera, ¿qué importa? Estabas hablando con esos chicos como si fueran idiotas que apenas podían entender inglés.”
“Tus actos fueron una clara señal de falta de respeto,” dijo Porter. “Deja que te recuerde que he estado haciendo este trabajo más tiempo del que tú llevas con vida. Si necesito que intervengas para ayudarme, maldita sea, te lo haría saber.”
“Tú lo dejaste, Porter,” replicó ella. “Ya habías terminado, ¿recuerdas? No quedaba ninguna autoridad que socavar. Estabas en la puerta. Esa era tu decisión. Y era la decisión equivocada.”
Ya habían llegado al coche y mientras Porter lo desbloqueaba, miró por encima del techo, con sus ojos clavados en Mackenzie.
“Cuando regresemos a la comisaría, voy a ir donde Nelson y le voy a entregar una solicitud para que me reasignen. Estoy harto de esta falta de respeto.”
“Falta de respeto,” dijo Mackenzie, sacudiendo la cabeza. “Ni siquiera sabes lo que esa palabra significa. Por qué no empiezas por examinar detenidamente la manera en que me tratas a mí.”
Porter dejó escapar un suspiro entrecortado y se montó en el coche, sin decir nada más. Decidida a no permitir que el estado de ánimo tenso de Porter pudiera con ella, Mackenzie también entró. Miró de nuevo al apartamento y se preguntó si Kevin se habría permitido aún echarse a llorar. En el esquema general de las cosas, el conflicto que existía entre Porter y ella no parecía tan importante.
“¿Quieres llamar para comunicarlo?” preguntó Porter, claramente irritado porque se le habían sublevado.
“Sí,” dijo ella, sacando el teléfono. Mientras buscaba el número de Nelson, no podía negar la creciente satisfacción que estaba surgiendo dentro de ella. Una orden de alejamiento emitida hace un año y ahora Hailey Lizbrook estaba muerta.
Tenemos a ese cabrón, pensó.
Pero al mismo tiempo, no podía evitar preguntarse si solucionar este asunto sería realmente tan fácil.
CAPÍTULO SEIS
Al final, Mackenzie llegó a su casa a las 10:45, exhausta. Había sido un día largo y agotador, pero sabía que no sería capaz de quedarse dormida durante algún tiempo. Su mente estaba demasiado concentrada en la pista que le había proporcionado Kevin Lizbrook. Le había comunicado la información a Nelson y él le había asegurado que haría que alguien llamara al club de striptease y a la firma de abogados con la que Hailey Lizbrook había estado trabajando para conseguirle una orden de alejamiento.
Con su mente disparándose en miles de direcciones distintas, Mackenzie puso algo de música, agarró una cerveza del frigorífico, y comenzó a prepararse un baño. Normalmente no le gustaba darse baños, pero esta noche todos los músculos de su cuerpo estaban completamente tensos. Mientras la bañera se llenaba de agua, caminó por la casa y la ordenó desde el punto en que parecía que Zack había estado esperando hasta el último minuto para volver al trabajo.
Zack y ella se habían mudado juntos hace poco más de un año, intentando tomar todos los pasos posibles en una relación que pudieran evitar el matrimonio durante el mayor tiempo posible. A Mackenzie le parecía que estaba lista para casarse, pero a Zack esa idea parecía aterrarle. Ya habían estado juntos tres años y aunque los dos primeros años habían sido fabulosos, la última etapa de su relación se había basado en la monotonía y en el temor de Zack a quedarse