Y, además de eso, se preguntó qué estaría haciendo el Agente Ellington.
Ellington y ella casi habían quedado en unas cuantas ocasiones pero al final nunca había resultado posible—probablemente para bien, en lo que a Mackenzie se refería. Podía pasarse el resto de su vida sin que le recordaran la vergüenza que había pasado con él en Nebraska.
Mientras trataba de decidir qué hacía con su tarde, se dirigió a su coche. Cuando introdujo la llave en la cerradura de la puerta, vio un rostro familiar pasar corriendo. La corredora, una compañera en formación con la Academia llamada Colby Stinson, la vio mirándola y sonrió. Corrió hacia el coche de Mackenzie con tal energía que Mackenzie pensó que Colby debía de estar comenzando su carrera, y no terminándola.
“¿Qué pasa?,” dijo Colby. “¿Te dejó atrás la clase?”
“No. Me las arreglé para hacer otra carrera.”
“Claro, por supuesto que sí.”
“¿Qué se supone que significa eso?” preguntó Mackenzie. Colby y ella se conocían bastante bien, aunque no se pudiera decir que eran amigas. Nunca estaba segura de si Colby se estaba haciendo la graciosa o intentando que reaccionara.
“Significa que estás increíblemente motivada y que destacas en tu campo,” dijo Colby.
“Culpable.”
“¿Y qué estás haciendo?” preguntó Colby. Entonces señaló al paquete de galletas que Mackenzie tenía en la mano. “¿Ese es tu almuerzo?”
“Así es,” dijo ella. “Triste, ¿verdad?”
“Un poco. ¿Por qué no vamos a comer algo? Me encanta la idea de comer una pizza.”
A Mackenzie también le sonaba muy bien la idea de comer pizza. Lo que no quería era sufrir la charlatanería, especialmente con una mujer que mostraba inclinación por la conversación chismosa. Por otra parte, sabía que necesitaba algo más en su vida que el entrenamiento, el entrenamiento extra, y encerrarse en su apartamento.
“Sí, hagámoslo,” dijo Mackenzie.
Era una pequeña victoria—salir de su zona de confort para intentar hacer amigos en este nuevo lugar, en este nuevo episodio de su vida. Con cada paso que tomaba, abría una nueva página y estaba, con toda sinceridad, deseando comenzar a escribir.
*
La pizzería de Donnie solo estaba medio llena cuando llegaron Mackenzie y Colby a media tarde, cuando habían salido muchos comensales del almuerzo. Eligieron una mesa en la parte trasera y pidieron una pizza. Mackenzie se permitió relajarse, descansando sus doloridas extremidades, pero no pudo hacerlo durante mucho tiempo.
Colby se sentó en el borde de su asiento y suspiró. “Y bien, ¿podemos abordar el elefante en la sala?”
“¿Hay un elefante?” preguntó Mackenzie.
“Lo hay,” dijo Colby. “Aunque va vestido todo de negro y se mezcla con su entorno la mayor parte del tiempo.”
“Muy bien,” dijo Mackenzie. “Explícame ese elefante, y dime por qué has esperado hasta ahora para mencionarlo.”
“Algo que no te dije antes es que el primer día que apareciste en la Academia, ya sabía quién eras. Casi todo el mundo lo sabía. Había muchos rumores. Y por eso he esperado hasta ahora para decírtelo. Cuando termine con esto, no sé cómo va a afectar nuestra relación.”
“¿Qué rumores?” preguntó Mackenzie, bastante segura de que ya sabía por dónde iban los tiros.
“En fin, las partes más importantes tratan del Asesino del Espantapájaros y de la tímida mujercita que consiguió atraparle. Una mujercita que era tan buena detective en Nebraska que el FBI fue a buscarla.”
“Es una versión bastante glorificada de ello, pero sí… reconozco ese elefante. Sin embargo, dijiste que eran las partes más importantes. ¿Hay otras partes?”
De repente, Colby pareció incómoda. Nerviosa, se colocó un mechón de su pelo castaño detrás de la oreja. “En fin, hay rumores. Escuché que algún agente intervino para que te metieran a bordo. Y… claro, estamos en un entorno dirigido por hombres. Ya te puedes hacer una idea de por dónde van los rumores.”
Mackenzie volteó la mirada, sintiéndose avergonzada. Nunca se había parado a preguntarse qué tipo de rumores secretos podían estar circulando sobre ella y Ellington, el agente que sin duda había jugado un papel crucial para que le dieran una oportunidad en el Bureau.
“Lo siento,” dijo Colby. “¿Debería haber mantenido la boca cerrada?”
Mackenzie se encogió de hombros. “Está bien. Supongo que todos tenemos nuestras historias.”
Con aspecto de sentir que había dicho demasiado, Colby miró a la mesa y tomó un sorbito de su tónica con nerviosismo. “Lo siento,” dijo suavemente. “Pensé que deberías saberlo. Eres la primera amiga de verdad que he hecho aquí y quería ser tan directa como fuera posible.”
“Igualmente,” dijo Mackenzie.
“¿Estamos bien entonces?” preguntó Colby.
“Claro. Y ahora, ¿qué tal si se te ocurre algún otro tema del que hablar?”
“Oh, eso es fácil,” dijo Colby. “Cuéntame de Harry y de ti.”
“¿Harry Dougan?” preguntó Mackenzie.
“Sí. El agente en potencia que parece desnudarte con la mirada cada vez que os encontráis juntos en la misma sala.”
“No hay nada que contar,” dijo Mackenzie.
Colby sonrió y volteó la mirada. “Si tú lo dices.”
“No, de verdad. No es mi tipo.”
“Quizá tú no seas su tipo,” señaló Colby. “Quizá solo quiera verte desnuda. Me pregunto… ¿cuál es tu tipo? Apuesto a que intenso y psicológico.”
“¿Por qué dices eso?” preguntó Mackenzie.
“Por tus intereses y tu tendencia a sobresalir en cursos y situaciones en que hay que trazar perfiles.”
“Creo que ese es un error común sobre los que están interesados en trazar perfiles,” dijo Mackenzie. “Si necesitas pruebas, te puedo dirigir hacia al menos tres hombres maduros de la Policía del Estado de Nebraska.”
Después de esto, la conversación pasó a temas triviales—sus clases, sus instructores, y temas relacionados. Durante todo ese tiempo, Mackenzie estaba hirviendo por dentro. Los rumores que había mencionado Colby eran la razón de que hubiera decidido mantenerse fuera de la vista de todo el mundo. No se había esforzado por hacer muchos amigos—una decisión que debería haberle concedido suficiente tiempo como para preparar su apartamento.
Y por debajo de todo ello estaba Ellington… el hombre que había llegado a Nebraska y le había dado la vuelta a su mundo. Parecía cliché pensar en tal cosa, pero eso era básicamente lo que había sucedido. Y la idea de que todavía no se lo había podido sacar de su mente le resultaba ligeramente repugnante.
Hasta cuando Colby estaba hablando con ella de cosas agradables al terminar de comer, Mackenzie se preguntó qué estaría haciendo Ellington. Se preguntó qué estaría haciendo ella si él no hubiera llegado paseando a Nebraska durante su intento de detener al Asesino del Espantapájaros. No era una imagen agradable: seguramente seguiría conduciendo por aquellas carreteras imposiblemente rectas, bordeadas de cielo, campos de cultivo, o maíz. Y seguramente estaría emparejada con algún imbécil machista que sería una versión más joven y más cabezota de Porter, su antiguo compañero.
No echaba en falta Nebraska. No echaba en falta las rutinas del trabajo que había desempeñado allí; y sin duda alguna, no echaba