La habitación se sumió en un silencio sepulcral mientras Samantha pensaba. Su mente daba vueltas, tratando desesperadamente de encontrar una salida.
"¿Por qué, simplemente, no lo matas tú mismo?"preguntó finalmente.
Kyle se echó hacia atrás y sonrió lentamente.
"La mitad de la diversión estará en observarte hacerlo", dijo. "Uno de mis pasatiempos favoritos es ver a la gente matar lo que considera muy valioso."
OCHO
Caitlin voló y voló. No tenía idea a dónde iba pero cualquier lugar a donde la llevara el viento le parecía bien. Sentía como si no tuviera a dónde ir y no le quedara nada por qué vivir. Su bien amado Caleb la había traicionado y la única persona que le importaba en el mundo, su hermano, Sam, probablemente también la había traicionado. Después de todo, Sam había guiado a Samantha, había guiado a todos esos vampiros maléficos, directamente hacia ella, a la Capilla del Rey. ¿Quedaba alguien en el mundo en quien pudiera confiar? ¿Era su destino que todo el que entraba en su vida acababa traicionándola?
Caitlin voló muy lejos sobre el río Hudson y miró hacia la tierra que brillaba con la luz de la luna. El aire de la noche le rozaba la cara y el pelo y le enjugaba las lágrimas. Ahora, estaba muy lejos de la isla que era sólo un punto en el horizonte. Ella voló más y más lejos, desesperada por aclarar su cabeza.
Se lanzó hacia bajo, a unos metros del agua y voló muy cerca de la superficie, casi tocándola. Se sentía bien estar tan cerca del agua. Una parte de ella deseaba zambullirse y sumergirse. Pero otra parte de ella, la parte nueva de vampiro, sabía que sería inútil. Un vampiro no podía morir. Ni siquiera por ahogamiento.
Mientras volaba, a su alrededor grupos de peces saltaban fuera del agua. Debieron sentir su presencia. ¿Sintieron la sangre de vampiro?
No bien Caitlin se elevó en el aire, su cabeza se empezó a aclarar nuevamente. Pensó en todo lo que había sucedido. Los detalles ya se sentían difusos. ¿Era posible que hubiera agrandado la situación? Ahora que lo pensaba, ¿qué había hecho Caleb realmente? Sí, Sera estaba allí y, por un lado, su presencia era inexcusable. Pero cuanto más pensaba en ello, más se daba cuenta de que no sabía exactamente por qué Sera estaba allí o cómo había llegado. A ciencia cierta, realmente no sabía si Caleb la había invitado. A ciencia cierta, no sabía si los dos estaban de nuevo juntos. ¿Era posible, remotamente posible, que hubiera otra explicación?
Tal vez, había reaccionado demasiado rápido. Siempre lo hacía, nunca podía controlarse.
Mientras Caitlin volaba aún más alto, dio un amplio giro amplio de regreso en dirección a su isla. Sintió que le atraía volver allí, y una parte de ella se preguntó incluso si podría regresar. Después de todo, realmente, ¿dónde más podría ir?
Mientras se dirigía en esa dirección, sintió que tenía un nuevo propósito. Tal vez, debió haberle dado a Caleb al menos una oportunidad para que se explicase. Él le había salvado la vida muchas veces. La había cuidado todos estos días, la había traído de regreso a la vida. Tal vez, todavía la amaba. Tal vez...
Caitlin ya no estaba tan segura. Pero cuanto más volaba, más se daba cuenta de que le debía a Caleb al menos una oportunidad, una oportunidad para explicarse.
Sí, se la daría. Y, después, tomaría una decisión.
*
Caleb estaba furioso. Una vez más, Sera llegaba a su vida ocasionando destrucción, dondequiera que fuera. No podía recordar, durante miles de años, cuántas veces le había pedido que se mantuviera lejos de él, cuántas veces le había dejado en claro que no sentía nada por ella, que no la quería en su vida. Pero innumerables veces, en todos los momentos equivocados, se las arreglaba para aparecer. Era como si supiera, como si percibiera cada vez que estaba con alguien nuevo, cada vez que estaba con alguien que realmente le importaba. Y ella siempre aparecía exactamente en el momento equivocado. Era la criatura más territorial y posesiva que jamás hubiera conocido. Y ella había infestado su vida durante miles de años.
Esta vez, no podía aceptarlo. No se lo permitiría. Ella había arruinado sus relaciones demasiadas veces, y esta vez era ya más que demasiado. Caitlin le importaba más que cualquiera -sea vampiro o humano- con quien hubiera estado antes. Y Sera, como una polilla a una llama, debió percibirlo. Esto debió ser lo que la sacó de la clandestinidad y la impulsó a localizarlo.
Ella tenía una excusa -siempre tenía una excusa. Ese era el problema con ella: nunca se la podía culpar un cien por ciento porque siempre se presentaba con algún mensaje urgente que siempre tenía algo de legitimidad. En este caso, por supuesto, su cofradía estaba a punto de ser atacada. Kyle, ella había dicho, había regresado a la ciudad de Nueva York, con la espada, y era solo cuestión de días para que iniciara una guerra abierta de vampiros. Llegó con un mensaje de su cofradía: querían que él volviese. Ellos perdonarían sus antiguas transgresiones. Necesitaban todos los soldados con que podían contar en estos tiempos de guerra y Caleb era uno de los mejores.
Entonces, por un lado, no podía molestarse tanto con ella como hubiera querido - lo que hacía la situación aún más desesperante. Por el otro, sospechaba que ella había estado esperando una situación como ésta para tener una excusa para inmiscuirse nuevamente en su vida. Aun así, no tenía ningún derecho para dejar en Caitlin la impresión de que todavía estaban juntos.
En la terraza del castillo, donde aun permanecían, Caleb estalló con el rostro encendido.
"Sera", espetó. "¿Por qué tuviste que decir eso? ¿Por qué usaste esas palabras? ¡No hay nada entre nosotros! Y, como bien tú sabes, no hay nada que no le haya dicho a Caitlin. Viniste para entregar un mensaje de nuestra cofradía. Eso es todo. Le diste la impresión de que le escondía algún secreto, que tú y yo todavía estamos juntos."
Su ira no la disuadió. En todo caso, ella parecía disfrutarlo. Había conseguido desordenar sus plumas y parecía que eso era exactamente lo que había buscado.
Ella sonrió lentamente, dio un paso hacia él, puso una mano sobre su hombro.
"¿Pero no lo estamos?" preguntó ella seductoramente. "En el fondo tú sabes que todavía lo estamos. Esa es precisamente la razón porque te molesta tanto. Si no sintieras algo por mí, no te importaría de ninguna manera."
Caleb quitó la mano de Sera de su hombro.
"Sabes que eso es un completo disparate. No hemos estado juntos desde hace cientos de años. Y nunca volveremos a estarlo. No sé cuántas veces necesito decírtelo," dijo Caleb exasperado. "Necesito que te quedes fuera de mi vida. Necesito que te alejes de mí. Y sobre todo de Caitlin. Te advierto: debes mantenerte alejada de ella."
En un abrir y cerrar de ojos, el rostro de Sera se llenó de ira.
"Esa niña patética", le espetó. "El que ahora sea una de nosotros, no la coloca en una posición superior. Ella no tiene nada en mi contra. No entiendo cómo puedes estar de su lado. Por no mencionar de que nuestra cofradía nunca sancionó que la convirtieras", dijo Sera, dando a Caleb una mirada oscura.
Caleb sabía qué significaba eso. Era una amenaza. Ella le estaba advirtiendo que había violado la ley. Podría ser castigado severamente por ello - y ella lo estaba amenazando con decírselo a los demás.
"Tus amenazas no me asustan," dijo Caleb oscuramente. "Puedes decirles a todos lo que quieras. Yo mismo voy a enfrentar lo que ellos quieran decirme."
"Me das asco" Sera espetó." Aquí estamos en guerra, toda nuestra cofradía, nuestra familia están en riesgo. Y tú, ¿qué estás haciendo? Estás escondido aquí, en una isla esperando que una niña patética se recupere. Deberías estar en casa, defendiendo a tu gente como el verdadero hombre que solías ser-"
"Mi cofradía me expulsó", espetó