Jurada . Морган Райс. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Серия: Diario de un Vampiro
Жанр произведения: Героическая фантастика
Год издания: 0
isbn: 9781632911650
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inmediato, a Caitlin le cayó muy bien. Él se apresuró a sonreír, tenía una risa profunda y reconfortante, y parecía que todos estaban a gusto a su alrededor.

      "Bienvenidos a nuestra isla", dijo tomando la mano de Caitlin y besándola con una reverencia. Luego, se acercó y estrechó calurosamente la mano de Caleb entre las suyas. "La Isla de Skye. No hay un lugar igual en el mundo. El hogar de los mejores guerreros. Este castillo ha estado en mi familia por cientos de años. Se quedarán con nosotros. Aiden se va a emocionar. Así como mis hombres. ¡Oficialmente les doy la bienvenida!", dijo con voz de mando, y todos sus hombres vitorearon.

      Caitlin se sintió abrumada por su hospitalidad. No sabía qué decir.

      "Es un gran gusto", ella dijo.

      "Y le damos gracias por su bondad," dijo Caleb.

      "¿Eres un rey?" Scarlet dio un paso adelante y le preguntó. "¿Hay una princesa real aquí?"

      El rey miró hacia abajo y se puso a reír a carcajadas, eran más fuertes y más profundas que antes. "Bueno, ahora, yo soy el rey, sí de verdad, pero me temo que no hay una princesa aquí. Sólo estamos nosotros, puros hombres. ¡Pero quizás tú puedas corregir eso, mi belleza!", dijo con una risa y dio dos pasos hacia delante, levantó a Scarlet y la hizo girar. “¿Y cómo te llamas?"

      Scarlet se sonrojó, de repente se vio tímida.

      "Scarlet", dijo ella, mirando hacia abajo. "Y esa es Ruth," dijo mientras la señalaba.

      Ruth ladró como toda respuesta, y McCleod la bajó con una sonrisa y acarició la piel de Ruth.

      "Estoy seguro de que todos ustedes tienen mucho hambre", dijo. “¡Vamos al castillo!", gritó. “¡Es hora de celebrar!"

      Todos sus hombres gritaron, se dieron vuelta como un grupo, y se dirigieron a la entrada del castillo. Las filas de guardias se cuadraron.

      Sam pasó un brazo alrededor del hombro de Caitlin, y Caleb alrededor del hombro de  Polly mientras todos caminaban hacia la entrada del castillo. Caitlin sabía que no debía pero, a pesar de sí misma, tuvo la esperanza de que, una vez más, había encontrado un hogar permanente, un lugar en el mundo donde todos ellos podrían, por fin, vivir en paz para siempre.

      CAPÍTULO SEIS

      Era la bienvenida más cálida y más lujosa que Caitlin hubiera podido imaginar. Su llegada había iniciado una gran celebración. Se había encontrado con todos los demás miembros de la cofradía, y vio caras que no había visto en lo que le parecía una eternidad -Barbara, Caín, y muchos otros. Todos se sentaron a almorzar un banquete enorme alrededor de una mesa en el cálido castillo de piedra, con pieles debajo de sus pies, antorchas en las paredes, la chimenea encendida y perros corriendo por todos lados. La habitación era cálida y acogedora, y Caitlin se dio cuenta de que hacía frío afuera -era finales de octubre, le habían dicho a Caitlin. 1350. Caitlin no lo podía creer. Estaban a casi 700 años del siglo 21.

      Siempre había tratado de imaginar como podría ser la vida en este tiempo, en la época de los caballeros, de armaduras, castillos … pero nunca había imaginado algo así. A pesar del marcado cambio en el entorno y la ausencia de grandes pueblos o ciudades, la gente era todavía muy cálida, muy inteligente, muy humana. En muchos sentidos, no había tanta diferencia con la gente de su tiempo.

      Caitlin se sintió muy a gusto en esta época y en este lugar. Había pasado horas poniéndose al día con Sam y Polly, escuchando sus historias, su versión de lo que les había pasado en Inglaterra. Se había horrorizado al enterarse de lo que había sucedido entre Sergei y Polly, y estaba orgullosa de Sam por haberla salvado.

      Y durante toda la noche, no pudo dejar de notar que Sam apenas quitaba sus ojos de Polly. Como hermana mayor, sintió que había ocurrido un cambio importante en su hermano. Se veía más maduro y, por primera vez, verdadera y totalmente enamorado.

      Sin embargo, Polly se veía un poco evasiva. Fue difícil para Caitlin tener una idea exacta de los sentimientos de Polly hacia Sam. Tal vez porque Polly era más reservada. O tal vez porque, esta vez, a Polly realmente le importaba. Caitlin podía sentir que, en el fondo, Sam significaba el mundo para ella y que se estaba cuidando de no revelar sus sentimientos para no estropearlo todo. Caitlin se dio cuenta de que a veces, cuando Sam miraba hacia otro lado, Polly le lanzaba una mirada furtiva. Pero, luego, rápidamente desviaba la mirada para que Sam no la atrapara mirándolo.

      Sin lugar a dudas, su hermano y su mejor amiga estaban a punto de convertirse en una pareja. La idea la emocionó mucho. Y le divertía que ambos estaban negando lo que les estaba pasando, e incluso fingían lo contrario.

      En la mesa también había nuevos amigos humanos, y Caitlin conoció a mucha gente a quien sentía muy cercana. Todos eran guerreros. El rey se sentó en la cabecera, rodeado de docenas de caballeros. A lo largo de la tarde, todos cantaron canciones y se rieron fuertemente mientras contaban historias de batallas y de cacerías. Caitlin se dio cuenta de que estos escoceses eran cálidos, amables, hospitalarios, les gustaba beber, y eran grandes narradores. Y sin embargo, también eran muy nobles y orgullosos, y grandes guerreros.

      La comida y las historias se prolongaron por horas y el almuerzo se extendió hasta entrada la tarde. Las antorchas se extinguieron y las volvieron a encender. Agregaron docenas de leños a la enorme chimenea de piedra y se reemplazaron las enormes cubas de vino. Eventualmente, todos los perros se cansaron y se durmieron sobre las alfombras. Scarlet finalmente se quedó dormida sobre el regazo de Caitlin, mientras Ruth se acurrucó junto a Scarlet. Ruth había comido gracias a Scarlet, quien la había alimentado con carne. Una docena de perros se sentaron alrededor de la mesa pidiendo las sobras, pero todos tuvieron el buen tino de mantenerse lejos de Ruth. Y Ruth tampoco parecía interesada en jugar con ellos.

      Algunos de los guerreros, saciados de comida y bebida, también se quedaron dormidos en sus pieles. Caitlin , atenta a otros tiempos y lugares, y a otros asuntos. Se preguntó cuál sería su siguiente pista; si su padre estaría en este lugar y este tiempo; donde la llevaría su próximo viaje. Sus ojos comenzaron a cerrarse, cuando de repente, oyó su nombre.

      Era el rey, McCleod, dirigiéndose a ella por encima del estruendo.

      "¿Y qué piensas, Caitlin?", él preguntó de nuevo.

      Lentamente, todos en la mesa hicieron silencio mientras se volvían y miraban en su dirección.

      Caitlin se sintió avergonzada porque no había estado escuchando la conversación. El rey la miró, como esperando una respuesta. Finalmente, ella se aclaró la garganta.

      "¿Qué opinas del Santo Grial?", el rey preguntó de nuevo.

      ¿El Santo Grial? Caitlin se preguntó. ¿Eso era de lo que estaban hablando?

      No tenía ni idea. No había estado pensando en el Santo Grial para nada, y apenas sabía lo que era. Deseaba haber estado escuchando su conversación. Trató de recordar lo que era, y volvió a pensar en los cuentos de hadas de la infancia, en los mitos y leyendas. En las historias del Rey Arturo. Excalibur. El Santo Grial …

      Poco a poco, empezaba a acordarse. Si recordaba correctamente, se rumoreaba que el Santo Grial era un cáliz o copa que contenía  un líquido especial … .Sí, ahora recordaba. Algunas personas decían que el Santo Grial contenía la sangre de Cristo y, que si se bebía, te volvía inmortal. Si no recordaba mal, los caballeros habían pasado cientos de años buscándolo y habían arriesgado sus vidas buscándolo en los confines de la tierra. Y nadie lo había encontrado .

      "¿Crees que alguna vez lo encontrarán?" McCleod preguntó de nuevo.

      Caitlin se aclaró la garganta, toda la mesa la estaba mirando esperando una respuesta.

      "Um …" ella comenzó, "En realidad, no he pensado mucho en ello", respondió. "Pero si realmente existe … entonces no veo por qué no pueda encontrarlo."

      Hubo un pequeño rugido de aprobación en la mesa.

      "Ves," dijo McCleod a uno de sus caballeros. "Ella es