—Tenemos nuestros métodos. Y no se los puedo revelar, porque entonces se volverían ineficaces. Pero visto que ha colaborado, le diré esto: Los Servicios de Seguridad que yo coordino se ocupan de recoger información de todo tipo que pueda ser de interés para el país, y somos muy buenos haciendo nuestro trabajo.
—El Servicio Secreto, pues —constató McKintock.
—Sí —respondió simplemente Farnsworth—. Y si le revelo esta información es porque estoy convencido de que usted es realmente un patriota, y, por el puesto que ocupa, deduzco que es una persona con un gran sentido de la responsabilidad. La tecnología de la que dispone, sin embargo, puede ser de un valor incalculable para Gran Bretaña, en una magnitud que usted quizá no se haya comprendido todavía.
«¿Y cómo habría podido?», pensó McKintock, «solo me dijeron ayer por la noche lo que la Máquina puede hacer...»
—Porque, como sabrá —continuó Farnsworth—, nuestro país está viviendo un período de estancamiento económico y político. Con la tecnología que ha descrito, con la Máquina, Gran Bretaña tendría una ventaja tecnológica incalculable respeto a todos los demás países, y esto hace automáticamente que su proyecto tenga una importancia fundamental. De todo esto resulta que la Máquina se convierte a partir de ahora en un Secreto de Estado, y nadie, y digo nadie, puede saber de su existencia sin mi autorización. ¿Cuántas personas están al corriente?
Durante todo este tiempo McKintock se había limitado a escuchar y a asentir. La directiva de confidencialidad era la misma que él había impuesto a Drew y a los otros, y ahora se encontraba él mismo teniendo que asumirla. Así funcionaban las cosas.
Contó mentalmente.
—Unas diez, incluyéndome.
—¿Tantas? —se alarmó Farnsworth, perplejo—. ¿Qué relación tienen estas personas con usted? Quiero decir, ¿son de confianza? ¿Podrían revelar a otros la existencia de la Máquina?
—No. Yo mismo les impuse que el proyecto debía mantenerse en secreto, y estoy seguro de que han mantenido el pacto. Son todos científicos o colaboradores de integridad probada, y es su interés, al menos en esta fase de estudio y pruebas, que el proyecto se mantenga en secreto. Sabe, tendrán todo el mérito con las publicaciones científicas, el efecto será nombrado en honor a ellos, y todo eso —dijo y frunció el ceño, pensativo—. A pesar de todo, debo suponer que alguno de ellos haya hablado. Si no, no se explica cómo habéis podido obtener la información.
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