—No me digas que ya tienes un sospechoso —dedujo Roni.
—Quizá.
—Venga, no te hagas el misterioso, ¡habla! —lo animó Roni.
—La hija de Houg.
—¿Qué tiene que ver ella? —preguntó Roni, sorprendido.
—Bueno..., lo primero, ¿has oído lo que ha dicho su padre de ella? Que es una muchacha agresiva y que no se llevan bien; segundo, nadie ha visto el fantasma salvo ella; tercero, ¿te has dado cuenta de su parecido con su madre o no? Conclusión posible: quiere incordiar a su padre y juega a contar historias de fantasmas.
—Lo siento, pero no me convence esta explicación porque: uno, el fantasma lo vio primero su hermano, que tuvo que ser ingresado en el hospital por esto; dos, es cierto que es una chica agresiva, pero me parece exagerado que haya inventado todo esto para molestar a su padre; tres, no entiendo qué tiene que ver que Bárbara se parezca a su madre —expuso Roni.
—A lo mejor me equivoco. Lo cierto es que estoy cansado y poco lúcido. Pero hay algo en su testimonio que no cuadra. No me convence en absoluto.
—¿Por qué no?
—Porque dice que ha visto la cara del fantasma, pero cuando estábamos en la capilla hemos tenido que usar la linterna para tener algo de luz, ¿o me equivoco?
—Eso es verdad —respondió Roni.
—Entonces, ¿cómo ha podido ver bien la cara, si la capilla estaba a oscuras? Y además, ¿cómo recuerda tan bien los movimientos, si dice que lo ha visto solo durante unos segundos?
—No lo sé, Ernest. Será mejor que lo aclares directamente con ella, mañana.
—Exacto, claro que lo haré —respondió Ernest.
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