Willa Mae y Mike se miraron, la tensión estaba escrita por todas sus caras.
—¿Qué pasa? ¿Dónde está Cody?
—¿No lo recuerdas? Él estuvo aquí. Él te trajo a la cama y… —Los ojos de Willa Mae miraron para otro lado, evitando los mios— Y luego se fue.
Una tenue imagen de Cody meciéndome en sus brazos pasó por mi mente. Oh no, él me vio así
—No —gruñí, empujándome fuera de la cama. Me balanceé cuando la habitación giró—Tenemos que detener a Cody. Mike, tenemos que encontrarlo.
Mike suavemente colocó una mano sobre mi hombro, impidiéndome caer nuevamente al piso. —Es demasiado tarde. Se metió en una pelea con los Bakers en El Dixie. Él está bien —dijo rápidamente cuando vio mi cara palidecer— Él no estaba herido. Pero el sheriff lo encerró.
—Oh Cody, no —sollocé. Él rompió la promesa a su padre por mí. Y ahora mira dónde estaba, en prisión justo como su padre lo había estado. —Es mi culpa. Es toda mi culpa.
—Ya, no pienses así —Dijo Willa Mae con un bufido— No es la culpa de nadie pero la de esos demonios que pusieron sus manos sobre ti.
—Willa Mae tiene razón —dijo Mike— Lo último que me dijo Cody fue que te cuidara. Necesitamos llevarte a un hospital.
—Yo…No puedo —Miré mi reflejo en el espejo otra vez. No había manera de esconder los moretones. La gente sabría lo que me paso.
La cara de Willa Mae se suavizó. Sentándose en la punta de la cama, ella dijo —Voy a estar ahí para ti cada paso del camino, y también lo estará Mike. No vamos a dejar que nadie te lastime.
—Así es —dijo él— Por favor ve…por Cody.
Cerré mis ojos, lágrimas calientes rodaban por mis mejillas. —Está bien, por Cody.
Capítulo 4
Cassie
El aire frio golpeó mi cara mientras entraba al hospital del condado con Willa Mae a mi lado. Mis ojos se pasearon por el área de recepción.
Dos ancianas estaban sentadas en un par de asientos sobre la pared color beige. Una de ellas me miro por sobre sus anteojos. Ella presiono sus labios y luego se inclinó para susurrar algo en el oído de su vecina.
Ellas lo saben. Me di vuelta, avergonzada.
—Sientate aquí, Chile. Traeré a alguien para que te atienda —Willa Mae señaló un asiento vacío al lado de esas dos ancianas— Mike se sentará contigo una vez que estacione el auto.
—No me dejes —Susurré frenéticamente, tomando su brazo.
—No voy lejos. Solo voy a registrarte. Puedes verme desde donde estas sentada. Esta justo… —Ella miró por sobre mi hombro y jadeó. Su cara generalmente cálida y amistosa se convirtió en un ceño feroz.
—¿Qué quieres decir con que el medico está atendiendo a alguien más?
Mi estómago entró en caída libre al sonido de la voz del Sheriff Baker. Tengo que salir de aquí. Ahora. Luché por moverme, pero fue como si mis pies estuvieran congelados en el piso.
Baker golpeó su puño contra el mostrador sorprendiendo a la chica rubia de fresa detrás de él.
—Mis hijos han estado esperando por más de una hora. ¿Le dijiste al médico que yo estaba preguntando por él?
—Lo-Lo-Lo siento, sheriff. Me asegurare de que sepa específicamente que usted preguntó por él. La chica se apresuró mientras buscaba a tientas, tomando el auricular del teléfono.
—Deberías haber hecho eso en primer lugar —gruño— Volveré en un par de horas para recogerlos. Será mejor que estén listos —Se quitó el sombrero de fieltro marrón del mostrador, se volvió y se detuvo en seco frente a mí.
Observé con horror cómo sus ojos grises, muy parecidos a los de Seth, recorrían mi cuerpo, observando mis cortes y moretones. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, se redujeron a una mirada acusadora y fría.
Crucé mis brazos sobre mi pecho protectoramente, deseando poder desaparecer. Willa Mae me acercó a ella, envolviéndome con un brazo reconfortante. —Estás a salvo, Chile. No te preocupes por él.
El sheriff fulminó con la mirada a Willa Mae, sus ojos de acero. Después de un momento, sacó sus gafas de sol, reemplazando su mirada con lentes brillantes y espejados que cubrían la mitad de su rostro.
—Quiero ir a casa —Lloriqueé.
—No hay nada de lo que temer —no cuando tienes la verdad de tu lado —Poniéndose en frente de mí, ella sacó su mentón como si lo desafiara a decir algo.
Los labios de Baker se apretaron en una fina línea. Él gruñó y paso por nuestro lado sin decir ni una palabra.
—Señora Williams, ¿qué está…oh Dios mio, ¡Cassie! —Emma Dawson, una pequeña mujer con cabello.
Rubio sedoso se puso un gorro de enfermera y se apresuró por el corredor. Su uniforme impecable crujió mientras se movía.
—Emma, sí que estoy contenta de verte hoy. Gracias, Señor —dijo Willa Mae.
Emma beso su mejilla y luego se volvió a mí. —Cassie, vamos a ingresarte así te puede ver el médico.
—No —dije, mi voz era casi un susurro.
Seth estaba aquí. Él vendría tras de mi si se enteraba que yo estaba aquí también. Miré la entrada, rogándole a mis pies que se moviesen.
—No entiendo —Los ojos de zafiro de Emma saltaron de mí hacia Willa Mae, inquisitivamente.
—Ella estaría más cómoda si tú la chequeas —Dijo Willa Mae— Tal vez en algún lugar alejada de los otros pacientes.
—Hoy no tenemos muchos pacientes aquí, solo los muchachos del sheriff —Los ojos de Emma se abrieron de par en par al darse cuenta— Oh. Por supuesto, me ocuparé de esto yo misma. ¿Quizás puedas completar la documentación?
—Haré eso —Mike se apresuró al lobby, agitado. —¿Ustedes dos están bien? Vi al sheriff yéndose.
—Estamos bien. Emma se ocupara de nosotras —Dijo Willa Mae.
Mike se volvió hacia Emma, mirándola tímidamente. —Gracias, señora.
—No es ningún problema. Vaya al mostrador de la recepción y Tammy le dara los formularios necesarios para llenar —Ella bajo su voz y se acercó a él— Cuando terminemos, sacaré a Cassie usando la entrada del costado, asi no se cruzará con ellos.
Él asintió con entendimiento. —Estaré esperando.
Capítulo 5
Cassie
Toqué el paño áspero, azul pálido de la bata del examen que estaba usando mientras estudiaba la habitación. Era una sala de examen típica. La última vez que había estado en una fue hace unos años cuando tuve gripe. Había una pequeña mesa de examen negra cubierta con sábanas blancas en el centro. Una silla plegable se sentaba en la esquina junto a una pequeña mesa auxiliar con una pila de revistas. Títulos y carteles colgaban en la pared. Extendí la mano para tocar uno de ellos. Mi dedo se arrastró a lo largo del diagrama de la trompa de Falopio mientras se curvaba hacia el útero y bajaba por el cuello uterino.
Hubo un suave golpe en la puerta. —Cassie, ¿estás lista? —La voz apagada de Emma, venía del otro lado.
Entre en pánico, apretando el material fino en mi cuerpo desnudo. —Vete.
La