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      © De Vecchi Ediciones, S. A. 2012

      Avda. Diagonal, 519-521 – 08029 Barcelona

      Depósito legal: B. 28.177-2012

      ISBN: 978-84-315-5436-1

      Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.

      Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera

      06400 Delegación Cuauhtémoc

      México

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      DEFINICIÓN

      Y UTILIZACIÓN

      Hacia el desarrollo de la propia intuición

      El tarot intuitivo, símbolo de la historia del tarot del siglo XXI

      Los periodos más destacados de la historia del tarot se sitúan bajo los reinados de Enrique II, Enrique III y Enrique IV, así como en la época de Luis XIII y del regente Felipe de Orleans. Después de esta última época, la calidad del tarot disminuyó rápidamente a causa sobre todo de la emergencia del pensamiento cartesiano, del Siglo de las Luces y del galopante relativismo, factores que empezaron a marcar la desaparición de la intuición en favor de los símbolos automáticos suscitados por los arcanos del tarot. Al principio, no era más que un soporte práctico de las «experiencias» que disciplinaban imágenes intuitivas en fila. Sólo servía para llenar de imágenes lo que sugerían la vida y el destino. Con el paso del tiempo, aparecieron nuevas imágenes del tarot, los arcanos menores, que tenían como objetivo matizar materialmente lo que perdía la intuición. Después, el tarot consiguió suplantar radicalmente a la intuición, como si se tratara de un sirviente pragmático que supera al maestro irracional, y se convirtió de esta forma en un soporte a través de la lectura automática de sus arcanos. Desde las imágenes de Épinal de mademoiselle Lenormand, pasando por el tarot egipcio, celta, hindú, gitano, azteca o de Marsella, el tarot ha tomado la forma de 78 arcanos con un método «de selección» incluido. Es destacable que, aunque el pensamiento materialista ha sabido difundir y vender la cantidad (los 78 arcanos del tarot), no ha sabido vender nunca la calidad (la intuición). Puesto que el tarot fue relegado a sus propias imágenes, se volvió estéril e insulso, prácticamente compactado para convertirlo en programas, amaestrado a través de múltiples tiradas completamente mecánicas en manos de los que creían que el destino era «1, 2, 3, 4, 5 y giro el arcano».

      Puesto que el siglo XXI tiene que ser espiritual (¡?), el tarot será en un principio y casi con toda seguridad intuitivo. Los verdaderos valores personales volverán rápidamente y con fuerza, en detrimento de los valores sociales. El desarrollo personal se hará necesario para nuestro propio equilibrio, ya que todos los iconos y tótems se disuelven progresivamente en la cruel y anticuada realidad del final de la era de Piscis. Sólo se podrá contar con uno mismo, con la propia confianza y con la de los demás, para mantener un equilibrio interior que tendrá por lo menos el mérito de desembarazar de la contaminación psíquica y el de garantizar la supervivencia psicológica. El tarot intuitivo es un ejemplo de aplicación de esta ecología mental necesaria para el vaivén del siglo; se trata de la forma más adecuada para encontrar las raíces humanas en esta nueva época: ir en busca de lo esencial, de lo inmaculado y de lo bello, y de ahí el interés en desarrollar el aporte de la intuición pura en nuestros actos corrientes, en nuestros reflejos, en nuestros comportamientos y en nuestros estados de espíritu. El tarot intuitivo es perfectamente coherente con lo que esta era tiende a hacernos comprender sin darnos nada más: un planeta Tierra y seres humanos. Por lo tanto, será necesario saber captar lo que de más rico tenemos en nosotros sin ayuda técnica, vencer esa vergüenza social que surge en nosotros cuando elementos interiores inmaculados tienen que aparecer: el amor, la intuición, la humildad, por ejemplo. Este método apela a lo más bello y verdadero de todos nosotros, a los gritos de cuando éramos pequeños, a los murmullos amnióticos, a los primeros alientos de la vida.

      El nacimiento del tarot intuitivo

      Este método particular de tarot nació hace mucho tiempo, mientras me afanaba por encontrar un medio pedagógico sencillo para que los neófitos pudieran introducirse enseguida en su práctica. Los demás métodos consisten en una especie de imposible: aprenderse los 78 arcanos del tarot uno por uno, lección por lección, curso tras curso, ejercicio por ejercicio, para después diluir el recuerdo a lo largo del proceso, tal como suele pasar con las matemáticas o la geografía aprendidas en la escuela. Hacía falta por ello un método más sencillo, de la misma forma que se aprende a ir en bicicleta pedaleando y no describiendo el método del pedaleo. Era necesario igualmente que el neófito se sintiera motivado y con confianza, algo no tan sencillo, si se tiene en cuenta la imagen generalmente desastrosa que se forma el público sobre los maestros del ocultismo: se trata de un mundo en el cual la persona que pretende estudiarlo se siente rechazada por la forma iniciática que lo caracteriza. Estos maestros y guías, que se considera que deberían dispensar el conocimiento, lo impulsan hacia su propia visión estrecha de la vida, una vida en la que el actor principal – y el héroe– no es aquel que escucha sino el que habla, con lo que propagan la idea de que la ciencia del tarot se adquiere a través de un brebaje esotérico-iniciático o basado en criterios que emanan directamente de los dioses griegos, de los elfos del bosque de Brocelianda, de los sacerdotes egipcios que han transmitido dones o de nuestro propio karma esclavista que será necesario dominar…

      Así pues, la persona que quería aprender el tarot tenía que entrar en esta gran y simpática familia o rechazar definitivamente lo paranormal, a menos que escogiera iniciarse por sí solo. Esta última vía explica la existencia de esta obra: en efecto, usted va a familiarizarse con este arte sin ser intimidado por la comunidad ocultista, y sin sentirse perdido en sus motivaciones iniciales. Ha sido necesario inventar, por lo tanto, un método muy sencillo basado en el propio potencial intuitivo que puede proyectarse sin miedo hacia el mundo preventivo, un método que le enseña a hablar como un niño con las palabras de su biblioteca interior puesto que nada proviene de la invención de una técnica, todo proviene de nosotros…

      Aprender convenientemente el tarot a través del aprendizaje gradual de los métodos de tiradas existentes se convierte en una hazaña para un principiante, y entrar directamente en el terreno del profesional experto no aporta muchos resultados: siempre se produce esa sensación de incomprensión, de estar perdido, de diluirse con el abandono o el desaliento al final de ese túnel psicológico. Es imposible crear un clima de confianza con el alumno que en las técnicas del profesor ve un mundo al cual no pertenecerá jamás debido a la dificultad que representa mover la puerta de plomo que da acceso a la intuición pura. ¿Qué se puede hacer? ¿Por dónde se debe empezar? ¿Qué lenguaje se tiene que inventar?

      La actitud del principiante es paradójica: quiere ir deprisa y acceder rápidamente a resultados tangibles, necesita lentitud, reflexión y gestación y, al mismo tiempo, necesita embriagarse tomando altura.

      Esta nueva aproximación ha sido larga, marcada por intentos decepcionantes, por replanteamientos frecuentes y estancamientos psicológicos… hasta que se ha comprendido que el inicio de cualquier cosa es dominar la intuición antes de inculcar una técnica. En efecto, en la historia del tarot, la iniciación se ha abordado siempre con la puesta en escena prioritaria de los 78 arcanos explicados uno por uno. Esto