Concluyendo ya este capítulo, quiero señalar que luego de la finalización de la visitación, numerosas Hermanas agradecieron en forma oral y escrita por lo dicho en la segunda parte de la conferencia conclusiva (véase anexo 3). Se sienten liberadas y aliviadas por mis declaraciones sobre la práctica de la confesión, el acompañamiento espiritual, los actos del padre, el espíritu de obediencia, etc. Algunas acentuaron que muchas otras Hermanas piensan exactamente así.
IV
Resumen de los conocimientos adquiridos en la visitación
Se admitió expresamente una disciplina de arcano. Existe en todo el Movimiento entre las diferentes agrupaciones; en las agrupaciones, por ejemplo, en la Familia de las Hermanas; y también entre las provincias, las comunidades de casa, grupos, cursos, etc. Sólo una persona sabe y debe saber todo, y esa persona es “el Padre”, quien, de ese modo, tiene todos los hilos en sus manos, está en directo contacto con todos, todos están en contacto directo con él, ante él cada individuo, hombre o mujer, se siente obligado a una apertura completa.
Además la disciplina de arcano se extiende hacia el exterior. Se le reconoce a la Iglesia, al menos teóricamente, el derecho de tomar conocimiento de todo. Pero el transcurso de la visitación mostró cuán difícil es en la práctica esa toma de conocimiento. Ciertamente el P. Menningen opinó que la meta propuesta habría podido alcanzarse mucho más fácilmente si se la hubiera perseguido por vía de un examen y estudio menos oficial y severo en lugar de una “visitación canónica” conforme a las reglas. Él piensa que, a la luz de las conversaciones preliminares conmigo, no se habría creído que se planease una “visitación canónica”. De ahí que el inesperado anuncio de una tal visitación y mi exigencia de apertura incondicional como condición necesaria para el éxito de ella, generase una inhibición en las Hermanas que ellas tuvieron que vencer.
No comparto esta opinión, más bien, luego de la visitación, estoy firmemente convencido de que ningún otro camino, sino el recorrido habría conducido al objetivo. Y me confirma en mi opinión una carta que el PK le escribió al P. Menningen, y cuya copia recibí tanto de parte del PK como de parte del P. Menningen. Se volverá a hablar de esta carta al final.
Si se pregunta por las razones de la “disciplina de arcano”, me parece que son sobre todo las siguientes: 1) El PK quiere dejar que las corrientes que surgen se desarrollen y desplieguen en la vida práctica en lo posible sin ser perturbadas. Y según su concepción, sólo de ese modo (similarmente a lo que ocurre afuera en la naturaleza) puede gestarse algo vital y duradero. 2) Uno de los fundamentos esenciales de la eficacia de todo el Movimiento es esa “disciplina de arcano”. La condición para aprobar la “disciplina de arcano” y poder calificarla de inobjetable es, naturalmente, que el hombre que tiene todos los hilos en sus manos sea capaz de intervenir en el momento oportuno para detener, corregir, reglamentar, y sea consciente de su grandísima responsabilidad. El P. Menningen está firmemente persuadido de que ese hombre es el PK. E igualmente persuadidos están, en lo esencial, ciertamente también sus demás colaboradores, si bien en algunos, como los PP. Möhler y Köster, han surgido dudas. En el caso del P. Menningen y probablemente también (aunque en menor grado) en los PP. Mühlbeyer y Kastner, la confianza inconmovible para con el PK descansa no tanto en razonamientos cuanto en una muy estrecha vinculación vivida desde la juventud. El PK y sus colaboradores deberán aceptar que la Iglesia prosiga tomando conocimiento de los “más íntimos procesos de vida” del Movimiento también más allá de esta visitación.
Actualmente esto vale sobre todo para el “principio paterno”, que se halla en pleno debate, y cuyo significado real y aplicación práctica se quiere “elaborar”. El debate se abrió en virtud de la respuesta del PK a la consagración de la “Ronda” que se iba a realizar el 20 de enero (esta consagración se halla en las actas) en la primera parte de su carta con motivo del 20.1.49 (véase más arriba). Cuando se preguntó si el PK tiene ya clara la solución de toda esta cuestión, el P. Menningen respondió: Sí, pero su método sería “elaborar” tales soluciones junto con sus colaboradores más estrechos. Pero en este punto parece que el P. Menningen se equivoca. Hay que tener en cuenta que el PK es enemigo consciente no sólo de un intelectualismo exagerado, sino que, en relación con el desarrollo y maduración de ciertas ideas, parece adjudicarle un papel exagerado, cercano a lo irracional, respecto a la vida que fluye, al sentimiento y a la afectividad; y que indudablemente el P. Menningen es capaz, como nadie, de entender la manera de pensar, los sentimientos y la afectividad del PK. De ahí que sea muy probable que el PK, cuando aborda las cuestiones que le expone el P. Menningen, no tenga aún, en absoluto, claridad sobre la solución de dichas cuestiones. Éste parece ser el caso de la carta con motivo del 20.1.49, en cuya primera parte, la única aparecida hasta ahora, no ofrece aún una solución a la cuestión planteada, y cuya segunda parte, según opinión del P. Kastner, no aparecerá jamás.
En esta área se incluye el hecho de que los colaboradores del PK pongan unilateralmente la persona de éste en el primer plano, cosa que el mismo PK hace también desde Dachau. En la carta con motivo del 20.1.49, el PK procura fundamentar esa actitud (véase más arriba). Muy ligado a este fenómeno se halla también el cambio de su comportamiento para con las Hermanas: Antes una actitud de gran reserva, y después, desde Dachau, más paternal de lo que puede serlo en absoluto un padre carnal. Ciertamente ya antaño había aplicado en casos particulares métodos desacostumbrados para transmitirles a las Hermanas la “vivencia filial”. Muchas Hermanas quedan estancadas en un primer momento, y algunas quizás de manera permanente, en una filialidad “primitiva” que parece más bien un enamoramiento fantasioso que un amor filial. El PK se hace cargo de ello, con tal de ofrecerle al hombre de hoy, que sufre de desarraigo, un sentimiento de amparo. Esta filialidad primitiva se expresa en los diferentes “actos filiales” y en ciertas oraciones.
A menudo se tiene la impresión de que la palabra “padre” es mantenida a propósito en la ambigüedad. Algunos ejemplos: “Padre, yo quiero hacer lo que te agrade, aun cuando tu deseo signifique la sentencia de muerte.” “Protege, Madre, a tu ´primavera´, utilízala en todo momento… Y, por favor, Madre, regálale al Padre, como una garantía, la ´primavera sagrada´; que ese regalo sea para él una gran alegría en este día de fiesta.” “Deberíamos… santificar el lugar al cual nos ha destinado el amor del Padre”. Véase asimismo la imagen de Dios Padre con rasgos del PK y la frase que él cita a menudo: “Quisiera ser para usted el buen Dios”. A ello se agrega el simbolismo no sano de muchos actos y su acumulación, que muchas Hermanas, sobre todo las mayores, sienten como intolerable, pero contra los cuales no se puede hablar abiertamente, porque se sabe, a despecho de la “libertad” teórica que se subraya una y otra vez, que se disgustaría a las superioras.
En este contexto hay que señalar un resultado fundamentalmente positivo de la visitación: la clara percepción de que el pensamiento teológico del PK y de su entorno es absolutamente ortodoxo, que por lo tanto el PK no aplica ese método desacostumbrado para ocultarle a la Iglesia algo que se desvíe de la doctrina de la Iglesia. Sin embargo no hay que pasar por alto aspectos peligrosos ligados necesariamente a este método y que, como lo ha mostrado la visitación, efectivamente han ocasionado algunas anomalías y extralimitaciones. Se los puede esbozar más o menos de la siguiente manera: La ilimitada autoridad que tiene el PK en sus manos, y la total reserva de toda la Obra hacia el exterior, reserva que está en estrecha relación con dicha autoridad, así como la reserva de cada agrupación, grupo, etc. del Movimiento, reserva para consigo mismos y para con las otras agrupaciones, acarrea los siguientes peligros:
1) El peligro de la falta de independencia en el pensamiento y la voluntad; especialmente la incapacidad