El papel de la princesa de Éboli
La cárcel de clérigos viciosos
El final de la historia
Carlos II, rey de España. La leyenda del hechizado
Las enfermedades del rey y los tratamientos
El empleo de la alquimia y el elixir universal
Crónica de una muerte anunciada
Lugares con historia
Ruta de Alfonso VI y el Cid
Ruta de Ramiro II
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El autor
Javier Leralta es un escritor y ensayista español. Ganador del premio Ortega y Gasset de periodismo, destaca por sus obras sobre Madrid, como Pueblos y paisajes de Madrid: guía turística de la comunidad; Historia del taxi de Madrid o Madrid: cuentos, leyendas y anécdotas.
La Leyenda Negra: una verdad a medias
¿Qué hay de verdad en algunos acontecimientos históricos, notables por su crueldad?, ¿realmente ocurrieron como sabemos o fueron el resultado de la fantasía o distorsión interesada de algún cronista? Muchos personajes de nuestra cultura han pasado a la historia acompañados de una leyenda negra que ha ocultado, a veces, las buenas obras realizadas. En el momento de confeccionar el contenido de la obra surgieron muchas preguntas y dudas razonables sobre varias cuestiones tópicas como la crueldad de Pedro I, los trágicos sucesos de Huesca en tiempos de Ramiro II, la muerte de los Abencerrajes en una sala de la Alhambra o el ajusticiamiento de dos jóvenes que emplazaron a su rey a reunirse con ellos en el plazo de un mes para probar su inocencia, sentencia que se cumplió con gran precisión.
Con frecuencia el investigador tropieza con historias amañadas, difíciles de entender por la falta de documentos y a veces, cuando los encuentra, nota que el cancionero o el romanticismo de una época ha contaminado su espíritu. Dice la Real Academia que la leyenda negra es una opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI; y añade una segunda acepción de opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo, generalmente infundada. Y es en este segundo supuesto donde se detiene la obra, en una selección de hechos históricos, más o menos legendarios, que bautizaron a sus protagonistas con la aureola de leyenda negra. Hechos diversos marcados siempre por la sangre, la violencia, el dolor o la excentricidad que con el paso del tiempo o por intereses varios desvirtuaron la verdad. El maestro Fernández Álvarez lo explica con el acierto de un gran investigador:
“Cuidadosa distorsión de la historia de un pueblo, realizada por sus enemigos, para mejor combatirle. Y una distorsión lo más monstruosa posible, a fin de lograr el objetivo marcado: la descalificación moral de ese pueblo, cuya supremacía hay que combatir por todos los medios”.
El filósofo Julián Marías ahonda en la misma explicación:
“La Leyenda Negra consiste en que, partiendo de un punto concreto, que podemos suponer cierto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda la historia, incluida la futura. En eso consiste la peculiaridad original de la Leyenda Negra”.
Es cierto que la mayoría de los autores consultados coinciden en fijar el siglo XVI como el inicio de la mala imagen española en el mundo debido a una serie de sucesos que empezaron con las crónicas de Bartolomé de las Casas sobre las barbaridades cometidas contra los indios americanos, siguieron con las crueles políticas de conquista llevadas a cabo por Francisco de Pizarro, Hernán Cortes o Pedro de Aguirre –con su particular cruzada en busca del dorado sueño de la riqueza–, y se completaron con el fanatismo religioso de la Inquisición y la política represiva de Felipe II dentro y fuera de España, convenientemente adulterada por Antonio Pérez y Guillermo de Orange en sus respectivas obras apologéticas. Para muchos autores, los comentarios realizados por el líder flamenco sobre la crueldad de los españoles fue el nacimiento del mito de la leyenda negra española. Aquel panfleto, redactado realmente por su capellán Pierre L’Oyseleur, fue leído con interés en media Europa y muchos creyeron las acusaciones de barbarismo de las tropas imperiales y otras más graves contra Felipe II, etiquetado de mujeriego, adúltero, bígamo y asesino del príncipe Carlos y de su tercera mujer Ana de Austria. Las acusaciones también salpicaron al resto de la población, señalada de judía y mora por el cruce de culturas que convivían en España.
Pero mucho antes, en unos tiempos en los que aún no se había inventado el concepto leyenda negra, hubo episodios particulares que tiñeron de sombras el buen nombre de algunos personajes de nuestra historia. De todos los sucesos estudiados se han elegido solo aquellos protagonistas cuyos actos narrados tuvieron lugar en la Península y como mucho en algún lugar de Europa para facilitar la proximidad a los lugares con el fin de mejorar la comprensión de los hechos y conocer a las personas implicadas en cada historia.
¿Se puede conocer a un personaje histórico por los lugares y objetos que formaron parte de su vida? Posiblemente, sobre todo si se dispone de una información previa sobre sus hazañas y leyendas. La recreación imaginaria y la ambientación interior que hacemos de unos hechos después de leer sus andanzas ayudan mucho a comprender las historias narradas en la obra. Un objeto o un escenario por sí solo no aporta más información que la meramente visual y técnica; en cambio, esos datos pueden resultar emocionantes y divulgativos si nos acercamos a ellos con información previa. La suma de varios objetos y lugares conectados entre sí por medio de un personaje histórico sí ofrece un valor añadido a su biografía y al conocimiento de su obra.
El Camino del Cid, por ejemplo, es una ruta histórica, literaria, paisajística y legendaria que evoca una época y las peripecias que atravesó Rodrigo Díaz de Vivar a lo largo del siglo XI según la tradición escrita. Si a los lugares por donde pasó camino del destierro, le sumamos la ambientación que supone el contacto directo con los elementos que formaron parte de su vida, el conocimiento sobre el personaje en cuestión se enriquece mucho más y la lectura de su historia se disfruta con mayor intensidad, con mayor implicación si cabe. Existe, pues, una interacción entre la vida del personaje, sus huellas visibles y la inquietud del lector por profundizar en la leyenda de cada protagonista.
La intención de este libro es, por tanto, buscar la complicidad del lector, invitándole a conocer los lugares frecuentados por las personas que dan vida a los capítulos. Siempre he pensado que la historia hay que vivirla con intensidad, con todos los sentidos si es posible, y que una buena manera de entenderla y disfrutarla es paseando por sus recuerdos a través de todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance: museos, yacimientos arqueológicos, conventos, templos, palacios, fortalezas, bibliotecas, pueblos y ciudades, paisajes, caminos, música, literatura, pintura, cine y así hasta completar el maravilloso circuito del túnel del tiempo. La historia hay que tocarla y por eso creo que el mejor complemento de un libro de divulgación de estas características es viajar en el tiempo a través de sus huellas. Afortunadamente este país tiene un rico patrimonio que permite reencontrarnos