Por cierto, aunque nunca llegó a ganarlo, Gandhi fue nominado cinco veces, entre 1937 y 1948, para el Premio Nobel de la Paz. Años después, el comité del premio asumió como un error propio y una injusticia no haberle entregado dicho galardón. Afortunadamente esto último no se ha dicho nunca de Hitler, que estuvo propuesto para el Nobel de la Paz en 1939.
Adolf Hitler, el hombre del año
“El evento más importante de 1938 tuvo lugar el 29 de septiembre, cuando cuatro hombres de Estado se encontraron en la residencia de Hitler, en Munich, para redibujar el mapa de Europa. Los tres visitantes en esta histórica conferencia fueron el primer ministro Neville Chamberlain, de Gran Bretaña, el primer ministro Édouard Daladier de Francia y Benito Mussolini de Italia. Pero con toda seguridad la figura dominante en Munich fue el anfitrión alemán, Adolf Hitler.
El Führer de los alemanes, comandante en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea alemanas, canciller del Tercer Reich, Hitler, cosechó aquel día en Munich el resultado de la audaz, desafiante e implacable política exterior que había ejercido durante cinco años y medio. Había convertido el Tratado de Versalles en virutas. Había robado Austria delante de los ojos de un horrorizado y aparentemente impotente mundo.
Todos estos hechos escandalizaron a las naciones que habían derrotado a Alemania en el campo de batalla sólo veinte años antes, pero nada aterrorizaba tanto al mundo como los implacables y metódicos hechos del pasado verano y comienzos del otoño, que amenazaron con una guerra mundial sobre Checoslovaquia. Cuando sin derramamiento de sangre él redujo Checoslovaquia a un estado títere de Alemania, forzando una revisión drástica de las alianzas defensivas de Europa y ganando su libertad de acción sobre Europa del este, consiguiendo la promesa de la poderosa Gran Bretaña de mantenerse al margen (y posteriormente de Francia). Adolf Hitler, sin duda, se convirtió en el hombre del año de 1938”.
Todo este texto, hasta el párrafo anterior, lo pueden ustedes leer en la edición de la primera semana de enero de 1939 de la revista Time, que declaraba a Hitler como el hombre del año 1938. Realmente hoy tenemos más o menos asumido que ser elegido como hombre del año por la revista Time es un privilegio y denota algo bueno. En este caso, Time dejaba claro que el protagonista del año anterior había sido Hitler, lo que no indica que estuviera de acuerdo con sus acciones. De todos modos lo peor aún estaba por llegar y es cierto que en aquel momento Hitler había llevado a Alemania a un punto dominante en la política internacional.
Otro detalle interesante es que la portada de aquella edición, que tiene poco que ver con Hitler, es una de las contadas ocasiones en las que el elegido como protagonista del año no sale en ella fotografiado. En el resto de ocasiones en que ha ocurrido esto habitualmente ha sido porque no es un personaje, sino un ordenador o cualquier otra cosa.
Los nazis no conocían Pearl Harbor
¿Conocen ustedes esas encuestas en las que se aborda por la calle a las personas y se les pregunta por algún dato geográfico para ridiculizarlas? Sí, seguro que sí. Yo recuerdo una en la que preguntaban en Estados Unidos por varios lugares de Europa y las respuestas eran una salvajada, vistas desde Europa. Eso sí, no seré yo quien presuma de conocimientos geográficos. Si me paran en plena calle y me consultan sobre ciertos países, muy conocidos por otra parte, seguro que hago un papel no muy honorable. ¿Y todo esto por qué lo comento?
Diciembre de 1941, los japoneses habían atacado con éxito la base estadounidense de Pearl Harbor y la Segunda Guerra Mundial daba un giro. Japón formaba parte del Eje fascista junto con Alemania e Italia y, por lo tanto, la noticia del ataque a Estados Unidos fue acogida con alegría por Hitler. Por su parte, en Reino Unido la noticia generó dolor, pero también algo de esperanza, ya que al conocer que se había producido el ataque Winston Churchill dijo: “Así que después de todo, hemos ganado”. Por lo tanto, los dos bandos enfrentados en Europa, o al menos sus líderes, se alegraron del ataque. Supongo que en el caso británico únicamente en cierta medida.
Volviendo a Hitler, lo que ocurrió a continuación, una vez que le explicaron con detalle lo ocurrido en aquella isla del Pacífico, es lo relevante en todo esto. Al parecer, reunido con sus asesores militares, el líder nazi les preguntó a estos por la situación geográfica de Pearl Harbor y ninguno de ellos la conocía. Habían hablado de lo ocurrido allí, pero no sabían dónde era ese allí. Pearl Harbor estaba lejos, cierto, pero eran asesores de Hitler y deberían saberlo. Por supuesto, el Führer montó en cólera por este hecho. Pasó de la alegría a la tristeza en un momento.
La esvástica en el ejército de Estados Unidos
Poco antes de que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial, su ejército se vio obligado a cambiar la insignia que la 45ª División de Infantería llevaba en su hombro, considerando la situación mundial y previendo a qué les avocaba el escenario y la evolución de la política internacional. Esta unidad tenía en dicha insignia una combinación de los colores tradicionales de España, por su origen en Nuevo México, y de un símbolo tomado de los nativos americanos.
Este símbolo era similar al que usaban los alemanes en Europa. Es decir, una unidad del ejército norteamericano tenía una esvástica en su hombro. Era de color dorado y el fondo era rojo, de ahí los colores españoles de los que hablaba antes. Fue modificada para que desapareciera la similitud con la esvástica nazi. En su lugar pusieron una figura de un pájaro (thunderbird).
Por cierto, según parece, estos parches tienen hoy en día un valor realmente alto entre los coleccionistas, como era de esperar.
La fuga de Colditz
En el libro titulado Militaria, de Nicholas Hobbes, muy recomendable y entretenido, se narran todos los métodos utilizados para intentar fugarse de la prisión de Colditz, o al menos un buen número de ellos.
El castillo de Colditz, en Alemania, fue una prisión para oficiales aliados durante la Segunda Guerra Mundial, destinada, entre otros, a hombres que ya habían intentado escaparse de otras prisiones y campos alemanes. La Wehrmacht se ocupó de convertir aquel lugar en una prisión de alta seguridad de la que fuera complicado escaparse, principalmente porque, según parece, había un buen número de guardias. En cualquier caso hubo fugas de este lugar. Lo que no puedo decirles es cuáles de los siguientes métodos de fuga que enumera Hobbes en su libro funcionaron y cuáles no, pero la lista es sorprendente:
Salir andando por la puerta principal vestido con uniforme alemán.
Disfrazarse con un uniforme alemán y relevar a los centinelas.
Disfrazarse de ama de casa alemana.
Escaparse durante el paseo diario por el parque.
Reemplazar con muñecos a los prisioneros mientras estos se ocultan bajo las hojas en el parque.
Saltar la tapia.
Descender en rappel por la ventana mediante cuerdas hechas a base de sábanas.
Sobornar a los guardas.
Cavar un túnel bajo la cantina.
Ocultarse entre los colchones sobrantes que se enviaban de vuelta a la ciudad.
Deslizarse por el vertedor de ropa sucia.
Ocultarse en el camión de la basura.
Salir a través de una pared de los lavabos.
Colarse por una boca de alcantarilla en el parque.
Abrir un túnel bajo la capilla.
Ocultarse en el carro utilizado para transportar la tierra cavada del túnel después de que este haya sido descubierto.
Fabricar un planeador de tamaño natural que podía lanzarse desde el techo del castillo transportando a dos pasajeros. En este caso, el castillo fue liberado antes de poder utilizar en invento, pero una réplica suya construida con posterioridad funcionó.
Hitler, una mosca y un soldado