—No me gustan mucho estos trucos —respondió Alski— , pero si a usted le parece completamente oportuno, le haré el favor, como excepción.
—Camarada Alski, las excepciones aquí no tienen nada que ver, simplemente Belov ha robado joyas por valor de un millón.
—¿Cómo? —exclamó Alski—. ¡Eso es imposible!
—Sabe, bastante me estalla ya la cabeza con la verdad, así que no tengo fuerzas para inventarme nada, aparte de que mi profesión no me lo permite.
—¿Quién lo ha tasado?
—Hemos llevado a Petrogrado las alhajas para no meter en este asunto a su gente del DEA.
—¿Pone en duda a todo un colectivo por culpa de un solo rufián?
—¿Dónde ha visto usted un colectivo?
—¿Y Shelejés? ¿Y Pozhamchi? ¿Alexándrov? Y, por último, Levitski, el viejo maestro y especialista que trabaja tan bien.
—Aparte de los camaradas citados, allí trabaja mucha más gente. Y tengo una petición que hacerle: sería conveniente que tres de los nuestros se introdujeran allí, como si fueran trabajadores. ¿Cómo lo ve?
—Negativo —respondió Alski—. ¿En serio cree que no somos capaces de poner orden nosotros solos? Solicitaré una inspección, mandaré especialistas de verdad, ¿por qué considerar al DEA una cueva de ladrones?
—Mire… No tengo derecho a inmiscuirme en sus privilegios, pero pienso informar a Félix Edmúndovich.
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1 Murió la víspera de su detención en 1951. (Si no se indica otra cosa, las notas son del autor).
2 «Para Dzerzhinski: Fuentes cercanas al Ministerio de Economía aseguran que en Rusia existe una organización clandestina dedicada al pillaje de diamantes y de oro. Estos artículos se traspasan —o deben ser traspasados— a Revel y a Amberes». (Félix Dzerzhinski (1877-1926), fundador de la Policía secreta bol- chevique, la Checa, dedicada a combatir la contrarrevolución. [N. de la T.])
3 66: código de Román, el agente soviético en Revel, camarada Fiódor Sa- vélievich Shelejés.
4 «Al director de la firma Marchand, París: El precio autorizado por el Narkom de Economía para los brillantes de quilate y de quilate y medio es de 1500 rublos. Las perlas enhebradas no redondas, de 50 a 300 rublos en oro. Las perlas pareadas, redondas y, además, enhebradas, de 50 a 200 rublos el quilate. El platino se cotiza a 80 rublos el zolotnik. El oro, a 32 rublos el zolotnik de pureza 96. Niéguese a comprar joyas a los bolcheviques y a sus precios, no conocen la situación de nuestro negocio. Aquí somos solo dos: Pozhamchi y yo. Haga fracasar sus operaciones comerciales: es lo único que puede apartar- nos del contacto directo con usted. En caso de que los bolcheviques, habiendo comprendido la imposibilidad de comercializar con los diamantes, nos per- mitan salir a Riga o a Revel, nos llevaremos cantidad suficiente de mercancía. En el momento act. no veo otro camino». (El Narodny Komissar o Narkom, comisario del pueblo, es el equivalente al Ministerio en el organigrama sovié- tico. El zolotnik es una antigua medida rusa equivalente a 4,26 g. [N. de la T.])
5 «Afectuoso tío», seudónimo del principal tasador de brillantes del DEA de la RSFSR, Yákov Savélievich Shelejés.
6 «Para Chicherin y Krestinski: Las conversaciones con los representantes de las firmas comerciales Chomet, Marchand y Tarlind han sido un fracaso. Ofrecen unas sumas miserables por diamantes, zafiros y esmeraldas. Ga- netski». (Ganetski era el embajador de la RSFSR en Riga. Fusilado en el año 1937. [N. de la T.])
7 Fusilado en 1937.
8 Fusilado en 1937.
EL PRINCIPIO DE LOS PRINCIPIOS
Cuando por la mañana temprano sonó el teléfono en la recepción de la Checa y alguien de voz un poco ronca, con acento extranjero, pidió que lo pasaran directamente con el jefe de contraespionaje, y cuando se aclaró que quien llamaba a los chequistas era el polaco Stef-Stepansky, cuyo expediente era bastante abultado (Stepansky era empleado de la Segunda Sección del Estado Mayor polaco), el miembro del consejo de la Checa Kédrov,9 siguiendo el consejo de Dzerzhinski, envió a hablar con él al ayujefsecex, a Vsévolod Vladímirov.
—Vsévolod y su brillo son insustituibles en una conversación con los bailarines de polca —dijo Félix Edmúndovich Dzerzhinski—. La juventud de Vsévolod, su elegancia y dulzura nos permitirán comprender con precisión a Stepansky: es perro viejo, tratará de jugar con nuestro muchacho. Y, más pronto o más tarde, todo juego acaba descubriendo al agente, sus intenciones reales. Y negarse a contactar con Stepansky sería poco razonable: tiene acceso a Londres, París y Berlín.
Vsévolod se encontró con Stepansky en un despacho de tabaco en la calle 3.ª Meschánskaia. Tras observar de pies a cabeza y con tenacidad a su interlocutor, el polaco dijo:
—Me agrada que hayamos quedado y comprendo dónde nos encontramos usted y yo. Sin embargo, le pediría que la parte de ajuste de nuestra conversación la mantengamos en la calle, donde nadie vaya a escucharnos. Si nos comprendemos bien «en libertad» —sonrió—, creo que es así como hablan ustedes de «no estar en la cárcel», entonces continuaremos la conversación aquí, donde, como presumo, cada una de mis palabras será audible para al menos dos de sus colegas.
Vsévolod miró alegre a Stepansky, lo tomó del brazo y dijo:
—No voy a ocultarle que no estoy más cansado porque no puedo, así que un paseo no me vendrá mal, sobre todo con un interlocutor tan interesante.
Mientras iba al encuentro del polaco, ya sabía por el servicio de vigilancia exterior que Stepansky vendría solo. Cierto que, por si acaso, se había puesto unas gafas ahumadas con cero dioptrías; pertenecía a esa clase de gente a la que unas gafas le hacían cambiar muchísimo.
Iban por una acera empedrada a través de la que ya había empezado a brotar hierba fresca, como podada a la manera inglesa, pasaban junto a unas casas pequeñitas, y desde fuera parecían dos camaradas dando un paseo.
—Entonces, ¿qué es lo que le ha traído hasta mí? — preg untó Vsévolod.
—Hasta usted no me ha traído nada. Yo he venido a ver a la Checa.
—Loable. A mí como individuo, y a nosotros como colectivo, nos gusta que venga a vernos gente interesante…
—¿Necesita que me presente?
—¿Cómo?
—¿Rango, operación, enlaces?
—A grandes rasgos, ya lo sabemos.
—¿Saben que soy teniente general del espionaje polaco?
—Me parece que recordaremos mejor los detalles si los formula por escrito, ¿no?
—¿Cree usted que voy a ponerme a escribir?
—Lo hará. Si ha tramado algo en contra nuestra, tendrá