Dulles siempre mantuvo que, a fin de debilitar la posición de la URSS como futuro rival, era aceptable y conveniente para los EE UU conseguir una paz por separado con Alemania antes de su completa derrota. También el lado alemán buscaba activamente la paz con Occidente por diferentes vías, a través del ministro de Exteriores Ribbentrop, de Himmler, jefe de las SS, y del jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Kaltenbrunner.
En marzo de 1945 se celebraron en Suiza dos reuniones entre Dulles y el general Wolff, uno de los líderes de las SS. Discutieron, en particular, la rendición del grupo de ejércitos alemanes del norte de Italia, sobre cuya comandancia Wolff tenía una gran influencia. El Gobierno soviético supo de estos encuentros, pero la demanda de la Unión Soviética de que invitaran a sus representantes fue rechazada. Stalin acusó sin rodeos a los aliados de connivencia con el enemigo a espaldas de la URSS, el país que había llevado la peor parte de la guerra. El conflicto se acabó en abril de 1945; luego de un intercambio de ásperas misivas entre Stalin y Roosevelt, se le ordenó a Dulles cesar todo contacto con Wolff.
Las negociaciones se reanudaron con el tiempo, esta vez con la participación de la URSS, y culminaron con la rendición alemana, firmada el 29 de abril en presencia del representante de la Unión Soviética. Formalmente, en esta ocasión se trataba de militares dialogando con otros militares, no de un servicio de inteligencia negociando con un representante de las SS.
En la novela, el talento de Semiónov mezcla estos hechos históricos con la ficción. De acuerdo con la versión del novelista, fue la compleja maquinación de Stirlitz la que realmente subvirtió estas negociaciones de alto secreto. Pero no es solo un ingenioso y retorcido complot lo que hace de Diecisiete instantes de una primavera una historia apasionante. Esta novela (y más tarde, la serie de televisión) recrea magistralmente la atmósfera de los últimos meses del régimen nazi; por cierto, el escritor vio el arruinado Berlín con sus propios ojos siendo un niño, cuando viajó para visitar a su padre, que trabajaba allí como corresponsal de guerra, en 1945. Esta obra maestra está llena de información histórica relevante y, a buen seguro, el lector acabará recordando las digresiones líricas y filosóficas de la novela, en las que Stirlitz actúa como una especie de filósofo ético y social.
Muchos de los personajes de la novela y de la película se convirtieron en héroes del folclore ruso. Después de ver la película el legendario Leonid Brezhnev ordenó a sus asistentes que encontraran de inmediato al tal Stirlitz y le recompensaran generosamente. Le explicaron que Stirlitz era un personaje de ficción. «Es una pena», se lamentó sinceramente el secretario general.
Pero Yulián Semiónov no era una de esas personas que se duermen en los laureles. En los años siguientes, las novelas de la serie de Stirlitz fueron publicadas una a una: Variante española (1973), narra el trabajo de Stirlitz en la España de la guerra civil; Alternativa (1974), tiene lugar en Yugoslavia durante la primavera de 1941; en Tercera carta (1977), Stirlitz recibe desde el Centro la misión de comprometer a los nacionalistas ucranianos ante los ojos de los líderes nazis al comienzo de la Gran Guerra Patriótica.
En la década de 1980, el ciclo continuó con las novelas La orden es sobrevivir (1982), sobre los últimos días del Tercer Reich, y tres novelas de la serie Expansión (1984-1987), sobre el trabajo de Isaiev-Stirlitz en Europa y América Latina tras el final de la segunda guerra mundial.
En 1988 se publica la última novela del ciclo, titulada Desesperación. Completa la tragedia del regreso del espía a la URSS después de la guerra, tras tener éxito en su misión de descubrir a los criminales nazis refugiados en Argentina. Sin embargo, la patria lo recibió no con recompensas, sino con procesos judiciales. A su retorno fue enviado al gulag, donde solo la resistencia y la profesionalidad del verdadero agente secreto ayudan a Stirlitz a sobrevivir.
Más de cien millones de libros de esta serie, traducida a más de veinticinco idiomas, se han publicado durante años en todo el mundo.
Estamos muy felices de que se vaya a publicar una nueva edición en castellano de Diecisiete instantes de una primavera. Y nos agrada de un modo especial el poder presentar esta obra a los lectores españoles.
Semiónov se enamoró de España durante la primera y breve visita que hizo al país, en 1971. Quedó fascinado con prácticamente todo lo que allí vio: el idioma, las costumbres, los festivales de música a los que pudo asistir, la literatura, la cocina… Y por supuesto, los españoles, algunos de los cuales estaban entre sus amistades más íntimas.
En el verano de 1974 el novelista viajó a España en compañía de su hija Dasha y de las experiencias de ese viaje surgió el libro Volver a Fiesta, en el que con una profunda comprensión y pasión describe los encierros de Pamplona, camina por el Toledo abrasado por el sol hacia el Museo del Greco y narra una azarosa ascensión a Sierra Nevada.
En 1988, con motivo de su participación en la Semana Negra de Xixón, Yulián Semiónov concedió una entrevista al periódico La Nueva España, en la que le preguntaron: «¿De dónde viene su amor por nuestro país?». El autor contestó: «España es una pasión para los de mi generación. Nací en 1931; sentimos la derrota del bando republicano en la guerra civil como si fuera nuestra, acogimos a sus niños y acabamos amando su cultura».
Numerosos libros de Semiónov están relacionados con España y con su trágica historia. En concreto, se desarrollan en este país Variante española, como ya hemos comentado, ambientada en Burgos, y la serie de novelas Expansión. Igualmente, están dedicados a España algunos de los poemas del autor. (Sí, Yulián Semiónov también escribía versos, y muy buenos, por cierto).
Confiamos en que los lectores españoles sabrán captar el estilo narrativo de Semiónov y pasarán unas horas agradables en compañía de su imaginación y de sus héroes literarios. Estamos convencidos de que esta novela será tan solo la primera aproximación del público español, con su bagaje cultural tan diferente, al legado literario del escritor ruso Yulián Semionóvich Semiónov. Y, quién sabe, tal vez acaben profundamente interesados en sus obras.
Reciban nuestro afecto y nuestro respeto desde la lejana Rusia,
OLGA SEMIONOVA
SERGEI STAFEEV
San Petersburgo, julio de 2015
TERNURA
Al artista del pueblo de la República Federativa Rusa Viacheslav Tíjonov.
Nota de los editores: Para la transliteración de los nombres rusos al castellano hemos seguido las normas de la Asociación Española de Profesores de Lengua Rusa, adoptadas a su vez por el Servicio de Traducción Española del Parlamento Europeo.
«¿Por qué corre así? Las baldosas son viejas, están mal colocadas, se torcerá un pie», pensaba Isaiev asustado, observando a Sashenka, que corría por el andén de la estación Kasanskaya. Incluso frunció el ceño, porque imaginó su caída y le pareció terrible. Nada hay tan ofensivo como una mujer joven y bella cayendo en plena calle.
«No tiene por qué correr así —pensó de nuevo—. De todos modos, ya estoy en casa».
Rosa también corría de la misma manera, asustada, por la oscura calle de Cantón; la perseguían dos hombres; uno le tiró una botella, que le dio en el cuello. Rosa cayó al asfalto, y Maxim Maximóvich sintió que se le enfriaban las palmas de las manos: primero se enfriaba la piel, después, se entumecía, y cuando la sangre brotaba, notaba en las manos un calor insoportable.
—¡Ahora! —gritó a Sashenka—. ¡Espera! ¡Detente! ¡No corras así! ¡Detente, Sashenka!