Las sensaciones, deseos materiales y carnales del mundo mortal material, se manifiestan cuando el hombre es un ser racional, materialista, y se encuentra encadenado a las encarnaciones, una tras otra, sin reparar que la vida y el alma son una sola y, unidas, son parte de nuestra evolución cósmica y ello se logrará solamente a través de una conciencia moral que nos impele a buscar un refugio en lo más profundo de nuestra alma.
La vida es el Gran Maestro de la existencia humana, y el cuerpo material del ser es en donde vive el Alma y donde el hombre debe encontrar la divinidad a través de la experiencia de su vida para la liberación de ella. Cuando en filosofía se habla de la liberación, no se refiere a la liberación de los pueblos de tal o cual ideología, sino que expresa la manifestación del Alma en el momento de desencarnar y viajar rumbo al centro de los universos en busca de sus orígenes.
Dios no ha muerto y su espíritu es único en todos los universos y en todas las religiones. La forma de expresar ese conocimiento cambiará de acuerdo a las sociedades y a sus costumbres; pero la verdadera realidad de la divinidad es:
Dios es uno y trino, no tiene ninguna
caracteristica humana,
Pero es parte de la unidad del todo,
Al igual que cada ser humano,
Por lo tanto, dios “es” y no tiene definicón.
Hoy más que nunca, debemos tratar de descubrir nuestra esencia, nuestra verdadera realidad, para que, a partir de este pensamiento, fraternal, espiritual y unido a la armonía del universo, podamos reconstruir un mundo nuevo en el que puedan vivir nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos; pero, para ello es imprescindible liberarnos de las caretas de la oscuridad y del mundo de los sentidos, que confunden a la mente y ello impide que podamos descubrir nuestra verdadera esencia, que es una Luz Inmanente que es parte de la divinidad toda y que rige en el centro de los universos.
La gran enseñanza de dios en el siglo xxi año 2020
El 18 de marzo de 2020, fue un hermoso día, y en mi ciudad estábamos en cuarentena total, salí al balcón de mi departamento y al ver la belleza del parque me puse a pensar que Dios con su inmensa sabiduría, le estaba entregando una gran enseñanza a toda la humanidad, porque tenía a todos los seres humanos prisioneros en sus hogares para no morir.
Todos, cual más o cual menos, todavía hoy, se encuentran pensando: ¿Cuándo el coronavirus de la pandemia que nos azota llegará a tocar nuestra puerta?, y no pocos deben pensar que en cualquier momento morirán nuestros padres, hijos, abuelos, esposas o esposos o tal vez en las peores condiciones, toda la familia tendrá que partir de este planeta llamado Tierra que está destruido por la mano del hombre.
Desde hace milenios, el ser humano ha buscado una fórmula para tener un sentido espiritual y descubrir a Dios y a la divinidad, pero mucho se habla de este tema, mucho se ha escrito y pocos son los que, en su afán por trascender espiritualmente, logran enfocarse en este sentido y en el verdadero destino del hombre que es descubrir la divinidad en nuestro interior y que no es otra cosa que el Despertar del Alma, que es la que ilumina nuestro verdadero sendero.
Nosotros no somos cuerpos humanos, somos almas en construcción y en destrucción y el resultado de esa acción dependerá del sendero que cada uno desee transitar en este mundo mortal.
El ser humano es un ser divino en esencia, es la chispa divina que tiene una misión, y ella es descubrir su propia realidad divina para retornar a sus orígenes en el centro de los universos. Retornar a la casa de Dios.
Todos los hombres han sido unos arrogantes, incluso en estos momentos de pandemia, todavía algunos corruptos luchan por el dinero, especulando cuánto más van a ganar con esta gran epidemia mundial. Otros, los peores, todavía siguen tratando de obtener ventajas políticas e ideológicas de este tremendo flagelo que aqueja a toda la humanidad.
La verdad es que, aún, los seres humanos no saben lo que hacen, y nunca van a cambiar, a no ser que sea ante la gran encrucijada de la vida y solo cambiarán cuando estén al borde del precipicio; y, tal vez, en ese momento se acordarán de Dios, en ese momento recién algunos empezarán a amar a sus familias y a sus semejantes; pero, la verdad es que hay una gran cantidad de seres que nunca conocerán el amor Divino y, lamentablemente, tendrán que morir e irse de la tierra en corto tiempo más.
Muchos han tratado de destruir lo más hermoso que tienen: la Tierra; e insisten en la destrucción del hombre por el hombre. Todos están al borde de morir y la gran mayoría insisten en ser unos depredadores.
Este es el momento de enmendar rumbos, porque después de esta pandemia, que durará mucho tiempo, la vida en el planeta tierra nunca más será igual a la que conocimos, porque las secuelas serán enormes y la forma de vida que conocieron habrá cambiado para siempre.
Para muchos, en el último momento, el terror los llevará a transitar por Santuarios, Templos y Mezquitas para orar por lo que ha quedo destruido y, cual almas destrozadas, por el dolor de haber perdido a sus padres, hijos y amigos.
Pero hoy, Dios ha tenido que encarcelar a toda la humanidad en sus hogares, para que los hombres puedan meditar por el gran daño hecho a la humanidad y a La Tierra. Aquellos que no deseen encerrarse en sus hogares, serán consumidos por la pandemia, hombres, mujeres y niños sufrirán el flagelo por el terrible desconocimiento de Dios, y les recuerdo que hace milenios en una oportunidad, alguien dijo a un profeta:
Yo soy dios, este es tu dios, ¿no me querias conocer?,
Ahora me estas conociendo, y este es el principio.
Cuando yo era un niño mi padre terrenal tenía una pequeña plantación en el patio de la casa (La Tierra), la había creado para que tuviéramos lo básico para vivir, eran tiempos difíciles. Y también con mucho esfuerzo me construyó un dormitorio para que durmiera tranquilo y pudiera estudiar y tener mis cosas personales (La Humanidad en Evolución).
Un buen día, invité a mis primos a tomar once y, juntos, jugando a la pelota destruimos la plantación, y mis primos rayaron mi pieza por maldad y porque lo deseaban.
En la noche, cuando llegó mi padre y vio lo sucedido, me castigó todo un mes encerrado en mi pieza; solo podía salir para ir al colegio, hacer mis necesidades y debía retornar de inmediato a mis aposentos, so pena de recibir nuevos castigos. HE AQUÍ A DIOS.
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