Índice
Cuidar la muerte como final de vida
Colección dirigida por José Carlos Bermejo
© SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)
Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723
[email protected] - sanpablo.es
© Gema Moreno Fernández 2021
Distribución: SAN PABLO. División Comercial
Resina, 1. 28021 Madrid
Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050
E-mail: [email protected]
ISBN: 9788428560481
Depósito legal: M. 12.501-2021
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).
Prólogo
«Ahora es necesario hacerlo» son las palabras que José Carlos nos lanza nada más comenzar estos caminos que nos invita a recorrer.
«Ahora» es la clave. Vivimos momentos complicados donde nos hemos topado de forma individual y como sociedad contra una realidad compleja, misteriosa e implacable.
Una tormenta llamada COVID-19 nos sacude. Tocó los cimientos de nuestras vidas y de nuestra sociedad. El hogar se nos volvió templo, el corazón sagrario y un montón de preguntas explotaban alrededor cuando veíamos el sufrimiento, el miedo y el peligro cercano. La experiencia de caer enfermos, víctimas de un virus desconocido, ha sacudido la vida de muchos. La crisis desencadenada ya no es algo de lo que se habla o se delibera, es una realidad compartida por todos, que puede ser convertida en un mal trago a olvidar para intentar volver a lo que teníamos, o en una oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad como seres humanos.
El 27 de marzo de 2020, en la desierta Plaza de San Pedro, el Papa avanzó frágil, bajo un cielo lluvioso, solo, sostenido por las miradas y la oración de los creyentes de toda la tierra; allí nos dijo: «La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades».
Esta tempestad (cf Mc 4,35-41) nos abre caminos diversos. Dejando a un lado la tentación de huir, intentando volver a tiempos pasados, se nos abre la posibilidad de afrontar lo que pasa sin velos, atravesando las sendas de la vulnerabilidad y la limitación, tan olvidadas a menudo y que tanto hemos tocado en esta etapa de la vida. El progreso, el mercado y los profetas del transhumanismo lanzan sus cantos de sirena para hacernos creer que lo dominamos todo, pero la lluvia ha caído y nos ha limpiado el alma para dejarnos abierta la oportunidad de ver más sencillamente el misterio de la vida y de la muerte sin maquillajes.
«Ahora» se abre el camino para afrontar y recorrer. Una cosa, sin embargo, atribuida a Einstein, es cierta: «La visión de mundo que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis». Tenemos forzosamente que cambiar y dejar de lado la tentación de imaginar que todo será como antes. Nada será igual, porque juntos hemos caminado por un paraje que no tiene vuelta atrás en muchos sentidos.
«Ahora», por tanto, es tiempo de abrir nuevos caminos, de aprender a sentir quiénes somos, de hacer una lectura desde el Evangelio de lo que ha acontecido, con nuestras debilidades y nuestras búsquedas. A esto, Cristo ofrece una «luz inesperada» por medio de quienes se atreven a transparentarlo. Es el «ahora», el momento de mirar al futuro con las luces que proyecta la búsqueda de la fe. Por eso José Carlos se atreve «ahora», desde la experiencia de un buscador creyente, a ayudarnos para hacer transparentes los rincones oscuros de la pandemia.
Él reconoce con hondura cómo ha sido tocado también por la experiencia de la enfermedad en tiempos del COVID. La fragilidad ha sido su fortaleza. Ha sido, según comparte con nosotros, un momento donde ha podido escuchar «como una campanilla que suena» y que ha encontrado eco en su alma macerada por el esfuerzo de cuidar y humanizar la vida de otros.
Podría haber pasado de largo, hacer y planificar esa completa agenda repleta; sin embargo, ha preferido detenerse y, en el marco del diálogo, de las preguntas y las respuestas, nos deja una perla preciosa: hacer una lectura de creyente de lo que nos está pasando desde la huella que la enfermedad y la experiencia de limitación ha dejado en su vida. Y así abrirnos a la Vida en toda su amplitud.
Quien camina y escucha estas «campanillas» que José Carlos se atreve a hacer sonar, aprende a tomar entre las manos la fragilidad y se hace permeable a nuevas preguntas, hasta llegar a la fundamental, que es la pregunta por la Vida y, en ella, la muerte. Esa muerte que escondemos y maquillamos entre las cortinas de humo que nuestra cultura y nuestros miedos colocan. El prometeismo de la cultura moderna, el narcisismo individualista posterior y el espejismo del Homo Deus han sido insuficientes para dar respuestas a esta crisis sanitaria y existencial. La tentación inmediata de muchos será querer ocultar la realidad finita del ser humano, que, en definitiva, suena a querer ser como Dios, olvidarlo y ocupar su puesto. Lo peor es que cuando se desplaza a Dios, se hace a costa de los demás.
Esto es demasiado real. Este tiempo nos ha puesto delante las muertes de los nuestros y, si somos valientes, de la mano de estas líneas, podremos ponernos con humildad ante la pregunta de la muerte en el camino de la vida de cada uno. Es un desafío doloroso para nuestra cultura, pero liberador.
Dicen los latinos que pallida mors aequo pulsat pede, la pálida muerte pone su pie igual sobre todos. Y, el día que llegue, nadie se lleva nada. Nos vamos solos. Sin tarjetas de crédito, sin títulos, sin casa. Iremos con lo que hemos sido en amor, amistad, verdad, compasión. Así enfrentaremos el misterio no solo como algo biológico, sino como un acontecimiento personal para vivir, caminar y afrontar.
Martin Heidegger afirmó que el ser humano no es alguien que muera, sino que en sí mismo es un ser-para-la-muerte.