1.4. Paedagogia perennis
Toda esta doctrina de santo Tomás de Aquino acerca de la educación fue calificada a principios del siglo XX por el dominico J. Woroniecky como paedagogia perennis:
Muchos pedagogos católicos no se dan cuenta de que existe una paedagogia perennis, mucho más profunda y vigorosa que aquella surgida a partir del Renacimiento, que es la que domina todavía el pensamiento pedagógico contemporáneo (…) En ninguna parte se encontrará una doctrina tan profunda y sólida de la educación por los actos que en la Suma Teológica, en el tratado sobre las virtudes34.
Para comprender mejor este calificativo de perenne conviene recordar ahora que entre las verdades de orden natural hay unas necesarias para hacer de la fe un «obsequio razonable» (Rm 12, 1) -los preambula fidei- y otras carentes de esa vinculación necesaria con el depósito de la fe. De esta manera, aquellas verdades conexas necesariamente con la fe «no deben ser consideradas como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son como los fundamentos en los que se asienta toda la ciencia de lo natural y de lo divino35». Pues bien, estas palabras del papa san Pío X se refieren explícitamente a los principios -y conviene subrayar el término principios- de santo Tomás de Aquino, comunes a todo el patrimonio filosófico perenne:
Estos principios de santo Tomás no encierran otra cosa más que lo que ya habían descubierto los más importantes filósofos y doctores de la Iglesia, meditando y argumentando sobre el conocimiento humano, sobre la naturaleza de Dios y de las cosas, sobre el orden moral y la consecución del fin último36.
Tales verdades filosóficas, aunque no formalmente reveladas, son «propuestas por la Iglesia de modo definitivo37». Y entre éstas se encuentran los principios acerca de la educación. Un claro ejemplo de estos principios es la definición que da de ésta el papa Pío XI en su encíclica Divini Illius Magistri tomándola del Aquinate:
Y como la obligación del cuidado paterno continúa hasta que la prole se halla en situación de proveerse a sí misma, perdura el inviolable derecho de los padres, porque la naturaleza no pretende solamente la generación de la prole, sino también su conducción y promoción hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud38.
Esta definición de educación manifiesta precisamente aquello que es inmutable, la ordenación del hombre a su perfección, que es la virtud. Es eso mismo lo que la hace perenne, según la acertada expresión del P. Woroniecky, y por ello capaz de iluminar también hoy el quehacer educativo. Acerquémonos, pues, a la filosofía de la educación de Tomás de Aquino, maestro de todo hombre, Doctor Humanitatis39.
1. Summa Theologiae II-II, q.16, a.2 ob.2 (a partir de ahora STh.).
2. Los datos biográficos acerca de santo Tomás están recogidos principalmente de James A. Weisheipl, Friar Thomas D’Aquino: his life, thought, and works, The Catholic University of America Press, 1974, (traducción al castellano: Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, Pamplona, EUNSA, 1994).
3. Cf. Guillermo de Tocco, Hystoria beati Thomae c.9.
4. Ibid., c.12.
5. Bernardo Gui, Legenda S. Thomae, c.34.
6. AA.VV., Commentary on the Four Gospels by S. Thomas Aquinas, Oxford-Londres, 1864, vol.I, pt.1, preface IV (citado por James A. Weisheipl, op. cit., p.208).
7. E.A Synan, «Brother Thomas, the Master, an the Masters», en AA.VV., St. Thomas Aquinas 1274-1974: Commemorative Studies, 2 vols., Toronto, A.A. Maurer-Pont. Inst. de Mediaeval Studies, 1974 (citado por James A. Weisheipl, op. cit., p.104).
8. Abelardo Lobato, Santo Tomás de Aquino, arquitecto de la vida universitaria. El profesor ideal en la paideia tomista, Madrid, Universidad San Pablo CEU, 1996, p.26.
9. Cf. Principium biblicum, ps.1.
10. In Psalmos, pr.
11. «Tomás tenía un cariño particular por san Pablo, como lo tuvo santo Domingo antes que él» (James A. Weisheipl, op. cit., p.288).
12. Catena Aurea in Matthaeum, pr.1.
13. «Los editores Quaracchi de la Summa de Alejandro de Hales observan que Aquino fue el primer escritor escolástico latino en utilizar al pie de la letra las actas de los cinco primeros concilios ecuménicos de la Iglesia: en la Catena Aurea (1262-1267) y en la Summa Theologiae (1266-1273)» (James A. Weisheipl, op. cit., p.201).
14. Processus canonizationis Neapoli, n.49.
15. Bernardo Gui, op. cit., c.11.
16. Ibid., c.12.
17. Ibid., c.16.
18. Processus canonizationis Neapoli, n.79.
19. Ibid., n.77.
20. STh. II-II, q. 188, a. 6 in c. Se ponía así Tomás en perfecta armonía con el espíritu de la Orden a la que se había sentido llamado: «El estudio -escribió el maestro general de los dominicos Humberto de Romanos- no es el objetivo de la Orden, pero es absolutamente necesario para los fines que hemos mencionado, a saber: predicar y trabajar para la salvación de las almas, porque sin el estudio no podemos conseguir ninguno de ellos» (Humberto de Romanos, De vita regulari, prol., n.12).
21. De veritate, q. 11, a. 4, sed con.
22. Cf. Abelardo Lobato, «Santo Tomás, Magister in Sacra Theologia. El Principium de su Magisterio» Communio (Sevilla) 21 (1988) 1, pp.49-70; y «El maestro en teología en el proyecto de Santo Tomás» Sapientia 42 (1987), pp.177-198.
23. «Deseando ardientemente la conversión de los infieles, él [Ramón de Peñafort] pidió al ilustre doctor de la Sacra Pagina, maestro en teología, fray Tomás de Aquino, de la misma Orden, que, después de Alberto, es considerado el más grande filósofo entre todos los clérigos de este mundo, escribiese una obra contra los errores de los infieles» (Pedro Marc, Introducción al Liber De veritate Catholicae Fidei contra errores infidelium, Turín, Marietti, 1967, pp.72-73).
24. De veritate q.11, a.1 in c.
25. STh. pr.