Este libro es resultado de un año sabático concedido por la Universidad del Magdalena durante el 2020. Gracias a esta situación tuve el tiempo para dedicarme a su escritura. Agradezco a los directivos de la Universidad del Magdalena por el apoyo incondicional. Agradezco a Cristóbal Gnecco y Carl Langebaek por el entusiasmo inculcado por el conocimiento histórico de Colombia. Finalmente, agradezco a mis colegas Diana Carvajal, Sneider Rojas-Mora y Francisco Aceituno, por sus contribuciones al libro. Igualmente, a Cristóbal Gnecco por algunas imágenes de sus sitios precerámicos.
No podría cerrar este apartado sin agradecer a Anghie Prado por darme un lugar en la Sierra, por acompañarme por los desiertos del norte y las ciénagas del sur.
Introducción
El libro que a continuación presento tiene una motivación principal: facilitar al lector o lectora la posibilidad de investigar sobre el pasado de la región norte de Colombia. De esta suerte, la lectura de los capítulos le permitirá comprender varias cosas que están interconectadas. La primera, “¿Qué es la arqueología?”, no trata de dar una definición de diccionario, sino de describir la práctica contemporánea de la arqueología como un campo fascinante para comprender la historia cultural humana. Hay un consenso en que la arqueología cambió drásticamente después de la segunda guerra mundial, cuando pasó de ser una disciplina de búsqueda de antigüedades a ser una disciplina científica con interrogantes o preguntas de investigación. Independientemente de los enfoques teóricos que se desarrollaron en el último tercio del siglo XX, la arqueología moderna se configuró como una disciplina cuya meta principal es hallar evidencias para responder preguntas, y no, como en el pasado, basarse en la búsqueda y el encuentro de cultura material antigua.
Como en toda disciplina, la historia de la arqueología muestra acuerdos y desacuerdos en lo conceptual y en lo técnico, pero hay un gran consenso en que la arqueología es una disciplina que opera con sus teorías, las cuales permiten los diseños metodológicos que facilitan las observaciones arqueológicas. Como lo veremos a lo largo del libro, algunos arqueólogos estadunidenses afirman que la arqueología es una subdisciplina de la antropología, de tal suerte que le correspondería usar las teorías de la antropología. De otro lado, arqueólogos británicos dirán que la arqueología es una disciplina autónoma con sus propias teorías. Como se ve, ni los estadunidenses ni los británicos cuestionan que la arqueología deba tener un modelo teórico, lo que discuten es cuál debería ser ese modelo teórico.
Este libro lo he diseñado para que las personas que desean introducirse a la arqueología comprendan la historia de la introducción de teorías en la disciplina, que tiene que ver con los desarrollos epistemológicos de la arqueología. Para mostrar estos matices, el manual recorre caminos tradicionales que señalan cierta preferencia por la historia de la arqueología de los Estados Unidos y su famoso enfoque llamado procesualismo. Si bien se pondera positivamente la obra de algunos académicos que trabajaron en este enfoque, se muestran aspectos críticos para que el lector o la lectora no pierdan de vista sus limitaciones epistemológicas.
Asimismo, el manual se restringe a la práctica arqueológica en Colombia, en especial en lo relacionado con el norte de Colombia, por lo que supone centrarse en la obra de algunos académicos, sin que ello signifique desconocer los aportes de otros y otras académicas. De hecho, el manual supone que su lectura llevará a una construcción de conocimiento arqueológico que, como se señala en el manual, supone la lectura crítica, intencionada, de toda la producción arqueológica de un área determinada.
Si bien se mencionan con alguna frecuencia algunos autores, esto no se hace para desconocer el trabajo de otras personas, sino como resultado de sesgos que parecieran necesarios para reunir en un libro temas diversos, como la historia arqueológica del norte de Colombia. Esta abarca temporalidades de más de cinco mil años antes del presente (AP) y desarrollos disciplinarios que se han dado en diversas partes del mundo en el último siglo.
Según lo anterior, en los primeros tres capítulos se podrá encontrar suficiente información para comprender la historia de la arqueología vinculada a la tradición global noratlántica, que podría resumirse en el tránsito de las prácticas empiristas de la llamada arqueología histórico cultural a la arqueología procesual, que fue un enfoque dominante proveniente de los Estados Unidos a inicios de la década de 1960. Este enfoque se discute no porque sea el mejor, el más adecuado, sino por el papel que tuvo como influencia epistemológica en otras academias como la colombiana.
Los enfoques procesuales están muy cuestionados por diversos actores contemporáneos, como se podrá apreciar a lo largo del libro, así que, si se desea hacer una exploración de esas críticas, allí se describen algunas referencias que pueden facilitar esa indagación.
El capítulo cuarto es más sustantivo y recoge las discusiones más populares sobre la arqueología del norte de Colombia. En este nivel se mencionan algunos autores y se dejan por fuera otros, no porque los trabajos citados sean los más relevantes, sino porque dichos trabajos son útiles para tomar el pulso a las discusiones y derivar, de esta manera, en autores con puntos de vista críticos. De todas maneras, el documento intenta, por lo menos, dar cuenta de los autores más determinantes que se tomaron la tarea de publicar en órganos de divulgación de fácil acceso. Hay mucha información no publicada que no se pudo revisar, dadas las dificultades de movilidad que vivimos en la pandemia. Sin embargo, las rutas para estas revisiones se dejan trazadas.
El capítulo cinco está relacionado con aspectos propios del quehacer arqueológico en Colombia. En este sentido, se dan detalles de la regulación de la práctica arqueológica en Colombia que está fiscalizada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia -ICANH-. Para hacer arqueología en Colombia se deben surtir unos pasos ante el estado colombiano, de tal manera que el libro cierra con estos detalles, mostrando las conexiones con las discusiones conceptuales y sustantivas que se presentaron en los capítulos anteriores.
Finalmente, el libro termina con tres lecturas complementarias escritas por dos arqueólogos trascendentales para la disciplina en el país, al igual que una arqueóloga que se ha dedicado a analizar sitios famosos del norte de Colombia. La primera lectura corresponde al profesor Francisco Aceituno de la Universidad de Antioquia. Francisco escribe un pequeño texto, con hermosas ilustraciones, sobre la arqueobotánica. No es posible hacer arqueología sin datos arqueobotánicos. La siguiente lectura está a cargo de Sneider Mora, igualmente del departamento de antropología de la Universidad de Antioquia. Sneider trae de primera mano su visión de la región conocida como Depresión Momposina, área importante para la comprensión del norte de Colombia. Si bien el libro tiene un apartado sobre esta área en el capítulo cuatro, se complementa con la voz de un protagonista de esta área arqueológica. Finalmente, la última lectura es de la arqueóloga Diana Carvajal, quien se ha dedicado a la comprensión de un área tan importante como lo es el canal del Dique. Se ponen estas lecturas a modo de ejemplo para que los estudiantes perciban múltiples voces sobre temas comunes. Valga mencionar que estos aportes son paradigmáticos, así que se presentan como una invitación a seguir comprendiendo, eventualmente, áreas específicas del norte de Colombia.
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