«16.97056274847714» de Luis Amália.
Durante algunos años y hasta 1976, el año en que mis padres se casaron, el sitio en el que encontrar popper en Londres era la farmacia Roland Chemist, en Praed Street. Esta zona, llamada Paddington por la estación de tren, era un barrio populoso lleno de tiendas, autobuses rojos de dos alturas, Ford Cortinas y Austin Allegros. Grandes carteles anunciaban productos de masas como Guinness y Levi’s. Puedo hacerme una idea de cómo era el consumo de popper en aquellos días si me asomo a la ventana de una farmacia pequeña situada en este barrio. Roland Chemist, como cualquier otra farmacia en el Reino Unido, podía vender nitrito de amilo legalmente. El producto era manufacturado por Burroughs Wellcome y se destinaba a la población con problemas cardiacos. El nitrito de amilo se vendía en ampollas de cristal selladas, y sus usuarios tenían que partirlas para que soltaran los vapores del líquido que guardaban en su interior. Esta acción producía un «pop». Así era como el nitrito de amilo y otras sustancias similares se envasaban y usaban antes de la llegada de las botellitas marrones con cierre de seguridad. También fue así como se llegó al nombre con el que se conocería, «popper».
Mientras Roland Chemist era conocida por vender amilo, la farmacia Boots Chemist, en Piccadilly, almacenaba veinticuatro ampollas de nitrito de amilo, que se agotaban en unas cuatro o seis semanas. Esto supone una venta de doscientas cincuenta ampollas al año2. Por su parte, la cantidad de nitrito de amilo que se vendía a través de Roland Chemist en Paddington era extraordinaria. En un periodo de doce meses entre 1975 y 1976, en el punto álgido del negocio del popper para esta farmacia, vendió ciento ochenta y cinco mil setecientas ampollas de nitrito de amilo3. Debería haber una placa de oro con los nombres de Peter Beaton Lucas y Paul Roland Fletcher, los dueños del negocio, por su contribución a la proliferación de placer.
Fletcher y Lucas tenían dos farmacias más en Earl’s Court Road, cerca de un grupo de pubs gais entre los que estaba el Coleherne, muy apreciado entre algunas tribus gais, incluidos los fetichistas del cuero. Suministraban a sus otros establecimientos desde Roland Chemist en Paddington. El grueso de sus clientes estaba formado por hombres homosexuales. Los farmacéuticos y los dueños no estaban haciendo nada incorrecto al vender nitrito de amilo a quienquiera que lo solicitara. Ninguna ley ni regulación hacía necesario pedir una receta. Uno de los farmacéuticos dijo, algún tiempo más tarde, que «no hacía preguntas» cuando alguien pedía nitrito de amilo y que normalmente solo «se fijaba en quién lo pedía y, si tenía buena pinta», se lo vendía4. Pero sabían quiénes eran sus clientes. Algo después, un auxiliar de uno de los establecimientos, comentó que el nitrito de amilo solía venderse a homosexuales. Una caja de doce ampollas tenía un precio de coste de no más de sesenta y cinco peniques y se vendía por una libra y diez peniques.
Lucas y Fletcher caminaban sobre la misma línea en la que Amália lleva a cabo su trabajo performativo. Nadie les había dicho que no pudiesen hacer lo que estaban haciendo. Pero sus acciones incomodaban a quienes los rodeaban, en especial a aquellos en posiciones de poder. El problema empezó en 1975, cuando dos hombres de visita en Brighton entraron en una farmacia y pidieron nitrito de amilo. El farmacéutico les pidió la receta y los visitantes respondieron que en la farmacia Roland Chemist de Praed Street en Londres se lo vendían sin receta. Bien hecho, caris. Esto desencadenó una denuncia a la policía y una investigación de la Pharmaceutical Society, un organismo industrial. La plantilla de Roland se asustó. Empezaron a preguntar a los clientes que pedían nitrito de amilo si tenían receta. Esto debió ser un engorro para los gais que lo consumían habitualmente. El 29 de diciembre de 1975, un voluntario de Gay Switchboard, una línea telefónica de apoyo, informó a sus compañeros sobre este problema. Lo llevó a las páginas del registro que usaban para comunicarse unos con otros entre los diferentes turnos. El voluntario preguntó: «¿Dónde se puede conseguir Nitrato de Amilo [sic] SIN receta ahora que Roland Chemist la pide?»5.
Para cuando hubieron pasado seis meses, los voluntarios de Switchboard, extremadamente bien informados, estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo. El 7 de junio de 1976, uno de ellos escribió en el registro:
Para aquellos a los que les gusta el «Popper» y les cuesta comprarlo en Chemists, el motivo es que Chemists ha recibido una carta, creo, del Ministerio de Sanidad en la que les informan del uso incorrecto y les piden que empleen su criterio a la hora de dispensarlo. Parece que pronto será añadido a la lista de drogas peligrosas6.
Perlas de nitrito de amilo en el Museo de la Ciencia de Londres.
Los hechos se precipitaron. En septiembre de 1976, un comité de la Pharmaceutical Society evaluó lo que Fletcher y Lucas habían estado haciendo. El comité concluyó que, al vender grandes cantidades de nitrito de amilo, habían decidido hacer la vista gorda con el uso inadecuado del producto. Ambos fueron expulsados del colegio de farmacéuticos. Les costó dos años, pero Fletcher y Lucas consiguieron revocar el veredicto. Los jueces del Alto Tribunal no dictaminaron que el popper fuese fantástico y seguro y debiera ser conseguido con facilidad. En su lugar, aceptaron la apelación de Fletcher y Lucas basándose en que los miembros del comité de la Pharmaceutical Society habían sido injustos al evaluar un caso anterior. Para documentarse sobre el nitrito de amilo, los miembros del comité consultaron la edición de William Martindale de Extra Pharmacopoeia of Unofficial Drug and Chemical and Pharmaceutical Preparations, pero prefirieron no decirlo. Se trata de un libro gigantesco, publicado por primera vez en 1883, que sintetizaba todos los avances recientes en terapéutica7. Es un catálogo alfabético de medicamentos, cada uno de ellos anotado junto a una referencia de evidencia publicada y guía de administración. En esta obra, el nitrito de amilo aparecía como un medicamento muy seguro que se podía emplear para tratar diversos problemas, entre los que se encontraba la angina, pero que podía ser perjudicial para la salud de ser usado de forma incorrecta8.
No era la primera vez que el establishment británico se preocupaba por el nitrito de amilo. En 1956, el ministro del Interior Gwilym Lloyd George había escuchado que «algunos farmacéuticos en el West End de Londres habían estado vendiendo nitrito de amilo en circunstancias que no hacían pensar en usos legítimamente médicos»9. Sin embargo, se abstuvo de tomar ninguna acción al respecto. Lloyd George y un organismo gubernamental encargado de intervenir en asuntos relacionados con sustancias tóxicas llamado Poisons Board acordaron que, en principio, no era correcto hacer uso de las recetas médicas para controlar productos que no eran tóxicos en exceso «solo porque existe la posibilidad de que sean usados para propósitos indeseables». Puede que este fuera el primer episodio en la historia de carta blanca para el popper. (No fue tan indulgente con Ruth Ellis, una asesina cuya sentencia de muerte se negó a conmutar en 1955).
Pero siempre hay alguien en algún sitio que necesita ver el sexo como algo malo. Veinte años después del enfoque progresista de Lloyd George, los miembros del comité de la Pharmaceutical Society que dirimieron el caso de Fletcher y Lucas decidieron que inhalar amilo durante el sexo no era un uso correcto de la sustancia y que quien lo hiciera podría hacerse daño. Al inferir lo que les pareció conveniente del Extra Pharmacopoeia de Martindale sin admitir el texto como prueba, el comité había hecho su propio uso inadecuado del libro. Esto privó a Fletcher y Lucas de la posibilidad de debatir las afirmaciones del comité. De haber tenido la oportunidad, podrían haber argumentado que por «uso inadecuado» los editores del libro de Martindale se referían a su ingesta o a su uso como colirio. Por ese motivo el Alto Tribunal aceptó la apelación de los farmacéuticos en el verano de 1978.
Llegados a este punto, el negocio del popper en Estados Unidos era mucho más agresivo. Aunque los dependientes de Roland Chemist sabían que sus clientes eran hombres homosexuales, no publicitaban el producto en esa dirección. En Estados Unidos, sin