El fútbol argentino pudo despedir a su mayor fruto. Alguien que por más que llegó a la gloria máxima siempre siguió consumiendo la pelota de sus orígenes. Cuando le preguntaban por Mauro Icardi para la selección ha dicho “antes lo convoco a Óbolo o a Bazán Vera”. Cuando Bruno Marioni todavía era Bruno Giménez estaba en un boliche donde en el VIP se encontraba Maradona. De caradura se acercó al seguridad de ese sector para decirle su nombre y que era futbolista de Newell´s. Solo quería un autógrafo de Diego. A los minutos se vieron unas piernas arriba de una silla y una cabeza enrulada gritando “Brunito, ¿dónde está Brunito?”. Era el propio Maradona. El mismo que en 2007 fue a saludar al vestuario de Boca al técnico Russo. Un joven lateral izquierdo estaba saliendo de bañarse, le pide una foto y mientras seguía caminando lo escuchó decirle a Miguelo: “ese petiso es Urribarri, ¿no?”
Como sopla un ángel perdonando todo
Muchas feministas quieren a Maradona, lo que no quiere decir que él haya sido feminista sino más bien todo lo contrario. Ha extendido en su voz el lenguaje machista que monopoliza el relato del fútbol. Hijo sano de una cultura que hoy se encuentra en revisión, en gran parte por la lucha del movimiento de mujeres y disidencias que vinieron a visibilizar determinadas violencias que estaban naturalizadas.
En las redes sociales algunas feministas fueron atacadas por salir a expresar su dolor ante la muerte del Diez. “Me parece que hay que pensar en esa mirada popular que fuimos construyendo a lo largo de estos años, donde es inevitable que Maradona se nos cruce, no solo por su origen humilde sino por lo que significó para todo un pueblo. Las alegrías que nos dio gratis me parece que tienen que ser reconocidas. Desde el feminismo hay que pensar que parte de lo que criticamos al patriarcado es su rigidez para evaluar y su mirada superior sobre algunos temas. No podemos pararnos en posturas rígidas porque las personas somos contradictorias y desde ahí construimos”, analizó la periodista y escritora de Marcha y Chirimbote Nadia Fink en LANM.
Pero además toma algunas imágenes vistas en la despedida como una posibilidad para construir nuevas masculinidades: “Si hay algo que vimos es hombres llorando públicamente sin temor a mostrar lo que les estaba pasando. Me parece que es una muy buena oportunidad para el feminismo para poder interpelar a partir de ese dolor y de esa manifestación pública. Cómo podemos construir nuevas masculinidades donde eso pueda aflorar en otros sentidos y no solo ante la muerte del Diego”.
La futbolista de Racing Luciana Bacci en un ciclo de vivos de Instagram que hicimos en cuarentena se paró “del lado de defender a la mujer que lo denuncia y que estuvo en una situación de inferioridad de poder. Pero no soy quién para ponerme a decir esta piba es más o menos feminista por seguirlo a Maradona. Me parece que estamos todes en un proceso de deconstruirnos y aprender de las cosas que pasan. La realidad es que yo también por ahí escucho una canción de un reggaetonero que es súper machista y misógino, y capaz que la canto. Son cosas que estamos aprendiendo en el camino”.
Maradona no fue perfecto, fue el que llevó a cabo el sueño más perfecto, que no es lo mismo. Fue el que llevó al mundo nuestras luchas y nuestras contradicciones, lo que tenemos y lo que nos falta. Defendía las cosas que él entendía justas, cercanas a la justicia social en beneficio de las minorías.
En un mundo ideal de personas perfectas las siguientes cuestiones no serían para destacar. Pero en la coyuntura actual y entendiendo que hablamos de una persona nacida hace 60 años bienvenidos los machitos de barrio como Maradona que cuando Passarella era técnico de la selección argentina declaró “este es un país democrático y yo no estoy en contra de los gays, simplemente que en mi trabajo no lo permitiría”. Diego le retrucó: “Tiene una mentalidad de la edad de piedra, es un retrógrado. No puede ser tan tajante, hay que tratar de dejar bien paradas a las personas y no meterse en sus vidas privadas”. Al año siguiente festejaría goles en Boca dándose picos con Caniggia.
En este país que antes de su muerte seguía luchando por el aborto legal, seguro y gratuito bienvenidos los religiosos que viven hablando de dios y les cuelga una cruz del pecho pero declaran “Mi idea es cuidar a la mujer. No se puede seguir este ida y vuelta en el que la mujer tiene que arriesgar cada vez que tiene un embarazo y tiene que ir a un carnicero para sacar al bebé. Eso es ser criminal. Yo les pediría a los que están votando que le den una posibilidad a esa mujer de elegir”.
En la patria donde unos pocos se llevan tanto y para tantos dejan tan poco bienvenidos los millonarios que declaran “le pido a Dios que se apruebe la ley de Aporte Solidario de Grandes Fortunas. Porque en este momento de crisis, se necesita de la ayuda de los que más tenemos” en referencia al proyecto buscaba gravar a los patrimonios superiores a $200 millones. Maradona era una de las 12 mil personas afectadas y se puso a disposición del impuesto.
Aunque no veas el sol en mí, en ti yo voy a estar
La primera vez que mi mamá vio a Maradona en un estadio fue en febrero del 81 en el recital de Queen en cancha de Vélez. En realidad el verbo ver es aventurado. “Estábamos tan lejos que veíamos una M y la gente decía está Maradona”, me aporta vía whatsapp. Diego jugaba en Boca y el técnico Marzolini no quería que vaya al recital. Al final logró convencerlo pero se terminó armando lío porque en la escapada se sumaron sus compañeros el Chueco Alves y Jorge Quiroz.
El miércoles al mediodía me llegó el mensaje. “Luuuu. Murió Maradona. Me enteré en el remís volviendo con tu abuela y lloré”, me escribió mi mamá. Y a la noche me dijo “ya arreglé con Kari para ir a Plaza de Mayo. Sus primas fueron a la cancha de Argentinos porque viven en Paternal. Abrieron las puertas de la tribuna”. En ese estadio también estuvo Nadia Fink que le preguntó a un nene de 9 años qué significaba para él Maradona. “Es el que empezó con todo esto del fútbol”, le respondió.
El jueves Avenida de Mayo se llenó de gente que fue a despedirlo a la Casa Rosada, donde lo velaron. Mi vieja terminó de trabajar a las 14. Tomó el tren en Quilmes rumbo a Constitución con su compañera Kari. Yo estaba trabajando de casa y le mandé los videos de la represión para que desista de la idea, baje en la estación “Darío y Maxi” y se vuelva a Lomas de Zamora. No hubo caso. El próximo mensaje que me mandó fue 14.50 para avisarme que ya había tomado el subte, algo que no hacía ni en pre pandemia por su miedo al encierro y a las multitudes.
Entonces agarré la bicicleta y fui para allá. Ya sabía que no llegaba a entrar porque el velatorio terminaba a las 16. Apenas pisé 9 de Julio me di cuenta que el fútbol argentino no volvió en septiembre con la Libertadores, ni en octubre con las eliminatorias sudamericanas, ni en noviembre con la Liga Profesional. Volvió el 25 y 26 de noviembre con la gente embanderada yendo a despedir a su ídolo. El barrio va llegando al show: remeras, banderas y vino en cartón.
Sembró alegría en el pueblo. Regó de gloria este suelo. Dos oraciones de “La mano de dios” explican todo de manera perfecta. La canción que popularizó el Potro Rodrigo pero que escribió su cuñado Alejandro Romero cuando tenía 24 años y estaba en plena crisis. Sin laburo pensó en dejar la música, tiró la guitarra y se puso a llorar. “Aunque nunca fui muy religioso, ahí se me da por empezar una charla con Dios en la que le ruego que me diera una señal. Lo cuento y lo recuerdo como si fuera hoy. Ahí empecé a escribir algo que en ese momento para mí no tenía sentido: ‘En una villa nació, fue deseo de Dios, crecer y sobrevivir, enfrentar la adversidad, con afán de ganarse a cada paso la vida’”, relató en La Voz del Interior.
El tema fue un boom, Rodrigo lo tocó en el Luna Park delante de las hijas de Maradona. Lo iba a incluir en su próximo disco que nunca salió porque el 24 de junio del 2000 un accidente automovilístico se lo llevó de este mundo. “Una vez, después de uno de los Luna Park, me aseguró que se iba a morir. ‘Arriba del escenario, me pegan un tiro, me accidento con la camioneta’, me decía. Estaba afectado por el mito de los 27 y todo lo que se generaba alrededor de su figura”, cuenta Alejandro Romero