Durante ese periodo sucedieron más cosas en Guatemala. El 4 de octubre de 2012 el ejército y la policía dispararon contra una marcha pacífica del pueblo k’iche’ de Totonicapán, que impugnaba una propuesta de reforma constitucio nal muy poco clara en términos de la autonomía de gobierno de los pueblos mayas.
Así también en otras partes del continente. Durante todo el año de 2013, las mujeres y los hombres del pueblo q’om, en las provincias de Formosa y el Chaco de Argentina, han sufrido violencia por el sólo hecho de ser q’om; se les han quemado sistemáticamente sus documentos y pertenencias y se les ha atemorizado con el solapamiento de la impunidad de sus agresores, en ocasiones abiertamente amparados por agentes de estado.
Agronegocios, minería, explotación petrolera, turismo, hidroeléctricas y parques eólicos son los actuales rostros de la renovada frontera de expansión económica que busca expulsar de sus territorios a pueblos con derecho a la participación y consulta sobre los «intereses que los afecten».
Las mujeres purépecha del Municipio Autónomo de Cherán, que en abril de 2011 encabezaron la resistencia contra los talamontes que acosaban su comunidad, depredando sus bosques y contaminando sus aguas, me enseñaron también que los «malos» —los delincuentes y agresores organizados— se suman a los otros agentes de la corrupción y la discriminación económica y nacional: los dedicados a la trata de personas, al despojo maderero, al contrabando y al asesinato de dirigentes; crímenes relacionados con el intento de etnocidio.
En febrero de 2013, las mujeres y hombres zapotecas de Teitipac, en los Valles Centrales de Oaxaca, decidieron en Asamblea General expulsar a la compañía minera Plata Real, filial de la canadiense Linear Gold Corporation, por la contaminación de sus mantos freáticos durante los trabajos de exploración, me dijeron e insistieron que no puede haber libertad para ellas si el agua de sus hijos está contaminada.
Las inmensas torres de los molinos de viento de las compañías eólicas transnacionales también han despertado el enojo de las mujeres zapotecas. En Juchitán, junto con los hombres de su comunidad, declararon el 27 de marzo de 2013:
Ante los embates de la nueva forma de conquista, colonización y privatización, las comunidades y pueblos zapotecos e ikoojts del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, en un marco de legalidad y respeto a las decisiones comunitarias tomadas en asambleas, protegen, preservan y exigen sus derechos a la consulta y al consentimiento libre, previo e informado, previstos en los numerosos instrumentos internacionales, como la Declaración Universal de Derechos Humanos; los Pactos Internacionales de Derechos Civiles, Políticos, Económicos, Sociales y Culturales; el artículo 6 y 7 del Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales (1989), de la Organización Internacional del Trabajo; artículo 19 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas; artículo 2 de la Constitución Federal; artículo 16 de la Constitución de Oaxaca; y la Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de Oaxaca.
El 27 de marzo de 2013, en Temuco, las autoridades tradicionales y espirituales del pueblo mapuche rechazaron la estrategia del Estado de Chile para diferenciar a los «machi pacíficos» de otros y otras machi. Esto es, la pretensión de diferenciar a dirigentes espirituales que aceptan los beneficios y financiamientos de un estado que los coopta y a quienes rechazan esas prebendas. Las machi y los machi ven afectada su ciencia médica ancestral por la contaminación y depredación de su territorio. «Muchos espacios están invadidos por proyectos forestales, mineros, hidroeléctricos, turísticos y latifundistas, lo que impide la recolección de lawen para dar alivio a la gente, también [estas compañías] producen la escasez de agua vital para cualquier ser humano», afirmaron las autoridades tradicionales. Agregaron:
Vemos con preocupación la situación que atravesamos diferentes comunidades en el Wallmapu, por la usurpación, represión y aniquilamiento sistemático que el estado ejecuta sobre nuestro pueblo, atacando nuestras diferentes expresiones de vida, violentando nuestros lugares sagrados como Nguillatuwe, Paliwe, cementerios, Tren-Tren, Winkul, Menocos, ríos, vertientes, etcétera, afectando directamente el desarrollo de nuestras expresiones religiosas y la labor de nuestros machi.
A la luz de esta y otras denuncias, así como de la violencia que los estados del continente despliegan contra los pueblos originarios que defienden el agua, el aire, la tierra, el subsuelo como elementos sagrados de la vida, adquiere mayor relevancia la categoría «territorio cuerpo-tierra», producida por el feminismo comunitario xinka de La Montaña Xalapan, en Guatemala. Según esta categoría, «defender un territorio ancestral de la minería sin defender a las mujeres de la violencia sexual es una incoherencia». Lo dice Lorena Cabnal, feminista comunitaria que no elude la denuncia del capitalismo y el colonialismo que someten a su pueblo, ni del patriarcado mixto, fruto del entronque del patriarcado cristiano colonialista con el patriarcado ancestral que pervive en su comunidad.
Sin omitir la importancia de los acontecimientos de los meses recién pasados, y plenamente consciente de que el pensamiento de las feministas de los pueblos indígenas de Nuestra América sigue avanzando en sus formulaciones, debates y acciones, me atrevo a volver a publicar Feminismos desde Abya Yala. Este libro es un primer paso hacia la escucha de las ideas que se producen en sistemas políticos y teorías del conocimiento no occidentales por feministas que hablan alguna de las 607 lenguas no coloniales sobrevivientes de Nuestra América.
Igualmente, insisto en la utilización de la categoría feminista de «patriarcado». A diferencia de las feministas decoloniales, que han adoptado la categoría de «sistema heteronormativo» para explicar la subordinación de género, llegando a decir con María Lugones que nunca hubo patriarcado antes de la colonización, yo considero vigente la categoría de patriarcado para referir un sistema de género donde el colectivo de las mujeres es explotado, silenciado y discriminado por ser precisamente «de mujeres». Me parece políticamente muy importante la liberación de las relaciones patriarcales.
Agradezco infinitamente la apertura y la voluntad de comprensión de muchas intelectuales, feministas, dirigentes políticas y mujeres de saber y fuerza espiritual que, a pesar de la cerrazón del sistema educativo que me ha formado, han aceptado hablar conmigo, darme a conocer sus teorías políticas, dejarme convivir con ellas en sus comunidades y compartir sueños. Han demostrado una madurez que todavía le falta a la academia y a los movimientos políticos blancos y blanquizados.
Agradezco las correcciones y aclaraciones que recibí después de la primera redacción del libro, pese a que algunas de ellas hirieron mi amor propio al principio.
Agradezco a la tierra, al viento, al agua y al fuego que me acompañaron en los caminos que me condujeron al sur desde México, la tierra que me ha acogido hace 34 años.
Y agradezco a muchas feministas autónomas, críticas y en proceso