Proteostasis: Hace referencia a que las proteínas son las responsables de la mayoría del funcionamiento de la célula. La proteostasis da cuenta de los mecanismos que controlan las respuestas y preservan la salud de la célula. Incluye proteínas chaperonas, autofagia y degradación proteosómica. La pérdida de esta función parece jugar un doble papel en el envejecimiento y en las enfermedades relacionadas.
Regeneración y células madre: Es conocido el potencial que tienen las células madre en el tratamiento de muchas enfermedades crónicas, sin embargo, se requiere mayor conocimiento de su papel regulador del proceso de envejecimiento.
A este enfoque se le critica el hecho de que asume el envejecimiento como sinónimo de enfermedad, puesto que puede convertirse en un continuum envejecimiento-enfermedad. Es en este continuum que surgen los factores de riesgo que, basados en el modelo médico-biológico de las infecciones, dieron explicación a muchas de las causas de enfermedades crónicas no trasmisibles. Sin embargo, en ocasiones sin factores de riesgo se presentan enfermedades y viceversa. Así, cualquier enfermedad durante el curso de vida de una persona puede agregar lesiones a los ya deteriorados mecanismos de homeostasis de los ancianos. Igualmente, ciertas enfermedades tienen una alta prevalencia entre la población anciana debido a que los agentes causales extrínsecos producen enfermedad después de un largo periodo de latencia o debido a que para su presentación se requieren múltiples insultos repetidos. Además, las enfermedades con alta prevalencia al envejecer son la consecuencia del deterioro asociado con el envejecimiento de mecanismos biológicos, claves para la defensa contra agentes externos.
En conclusión, la gerociencia pretende buscar las bases celulares y moleculares que unen el envejecimiento con las condiciones crónicas. Se insiste que el conocerlas permite manejar y posponer todas las enfermedades y discapacidades al mismo tiempo y no de manera individual como en el modelo actual. Sin embargo, dado el escaso conocimiento, aun hay controversias en torno a su papel en el envejecimiento.
3. Dicotomía envejecimiento-enfermedad
Se basa fundamentalmente en la situación de deterioro de la homeostasis al envejecer y en el hecho de que a medida que pasa el tiempo son mayores los efectos del proceso normal de envejecimiento sobre células, tejidos y órganos, y también son mayores los efectos acumulativos de los impactos, a veces mínimos pero continuos, de ciertas enfermedades sobre esas mismas células, tejidos y órganos, que hacen que se confunda el proceso normal de envejecimiento con el de enfermedad, lo cual en ocasiones hace difícil establecer una diferencia entre ellos. En la figura 6.2 se muestra este proceso, que estipula que el envejecimiento incrementa el riesgo de mortalidad en función del tiempo. Aunque la controversia sobre tal diferencia continúa, se acepta que el aumento de la edad está acompañado de cambios fisiológicos inevitables que pueden confundirse con enfermedad.
Figura 6.2 Dicotomía envejecimiento-enfermedad
Fuente: Adaptado de Izaks GJ, Westendorp RGJ. Ill or just old? Toward a conceptual framework of the relation between ageing and disease. BMC Geriatr. 2003;3:7. doi: 10.1186/1471-2318-3-7
Varios ejemplos demuestran cómo cambios normales (deterioro de mecanismos de regulación) remedan cambios patológicos:
1. Existe una alteración en el metabolismo de la glucosa a medida que se envejece, por resistencia periférica a la insulina, que se manifiesta con el aumento de 1-2 mg. (0,11 mmol/l) por década en la glicemia, después de los 40 años. La anormalidad que se observa en las pruebas de tolerancia a la glucosa puede ser interpretada erróneamente como una diabetes mellitus.
2. Durante el ejercicio el gasto cardiaco se mantiene por dilatación cardiaca y aumento del volumen de eyección sistólica, sin que esto signifique que exista una patología cardiaca de base.
3. Después de los 40 años hay una disminución del flujo plasmático renal y de la filtración glomerular (1 ml por año), que no necesariamente implican una patología renal y no son evidentes en los exámenes de laboratorio.
4. La disminución progresiva en la función pulmonar hace que a los 90 años se tenga la mitad de la función que se tenía a los 30 años. Esto no es patológico, pero si predispone a enfermedades, especialmente neumonías.
5. El deterioro de algunas funciones mentales superiores, como atención, memoria y praxia construccional, puede simular deterioro cognoscitivo asociado a síndrome demencial.
Así, el envejecimiento hace a una persona más susceptible de desarrollar enfermedad coronaria, enfermedad cerebrovascular o cáncer, que son condiciones relacionadas con la edad y más frecuentes al envejecer, pero no implica que sean equivalentes. Así, el proceso fundamental de envejecimiento sensibiliza al individuo a consecuencias clínicamente demostrables.
4. Genética, envejecimiento y enfermedad
La contribución de la genética a la relación envejecimiento-enfermedad es probablemente el resultado de muchos genes cada uno con efectos modestos. Algunos genes probablemente afecten la longevidad aumentado la susceptibilidad a enfermedades relacionadas con el envejecimiento y con la muerte a temprana edad, pero existen otros genes que probablemente lentifiquen el proceso de envejecimiento propiciando una vida larga.
Actualmente la epidemiología genética permite dar con ese punto de encuentro entre el envejecimiento y la enfermedad, porque los hallazgos en los genes han permitido predecir, prevenir y tratar muchas enfermedades asociadas al envejecimiento. Desde los mecanismos de envejecimiento y patogénesis de la enfermedad a través de la identificación de mutaciones, como en los síndromes progeroides, hasta la identificación de las mutaciones en la proteína del precursor amiloide y en los genes presenilina 1 y 2 que causan enfermedad de Alzheimer familiar de comienzo temprano, la genética ha permitido entender aún más la relación envejecimiento-enfermedad. Hoy se conoce el porcentaje de contribución de la genética en esa relación, por ejemplo, en la enfermedad de Alzheimer representa entre el 50 y el 80%, en cáncer de próstata el 58%, en la frecuencia cardiaca entre el 13 y el 23%, en la presión arterial sistólica entre el 38 y el 46%, en la densidad mineral ósea en mujeres premenopaúsicas entre el 46 y el 92% y en la expectativa de vida general entre el 20 y el 50%. Estos porcentajes de heredabilidad de características fisiológicas y tendencias patológicas al envejecer indican la importancia de la genética para entender este proceso, como se insistió en el capítulo sobre biología del envejecimiento.
Existen múltiples genes candidatos para condiciones relacionadas con la edad, que incluyen la enfermedad arterial coronaria, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y varios cánceres. Sin embargo, pocos genes se han identificado como factores de riesgo para estas enfermedades y, menos aún, para desarrollar cambios con el envejecimiento. Es probable que esto se deba a las limitaciones en el diseño y la tecnología empleada para estos estudios, no obstante, los adelantos en investigación son veloces y sorprendentes.
A pesar de estos importantes hallazgos, los estudios de intervención en los mecanismos fundamentales del envejecimiento relacionados con la enfermedad deben ir más allá de medir sobrevivencia con o sin enfermedad, del mismo modo explorar las posibilidades de retrasar la discapacidad, prevenir la fragilidad y disminuir el impacto de las enfermedades asociadas con el envejecimiento. Por esto, se requieren más estudios genéticos que identifiquen genes nuevos, validen los existentes y clarifiquen las vías y mecanismos de interrelación de la genética, no solamente con la longevidad, sino también con las enfermedades asociadas al envejecimiento, la fragilidad y la discapacidad. Además, es clave identificar la interrelación con la exposición a agentes o toxinas medioambientales a edades tempranas