Tabla 4.1 Causas de las dificultades que afectan el desempeño diario en personas de 60 años y más
Fuente: DANE. Resultados preliminares del Censo 2018, septiembre 2019.
3. Consecuencias de los cambios demográficos
En el estudio de la demografía de los ancianos, más allá de los datos, importantes per se, se debe prestar más atención a las implicaciones de ese proceso de envejecimiento tales como las consecuencias económicas, sociales, culturales y psicológicas, así como las situaciones relacionadas con la jubilación, la salud, los cambios en los hábitos de consumo, la estructura familiar y los cuidados que demandan las personas mayores. Por ejemplo, Cuba y Uruguay, los dos países más envejecidos en Latinoamérica, están enfrentando las consecuencias del envejecimiento en distintas áreas tales como la seguridad social, la salud y la familia. Estas consecuencias se presentan a continuación.
3.1 Envejecimiento diferencial por sexo
En el proceso de transición demográfica la mayor longevidad de las mujeres es evidente a lo largo de todo el proceso de envejecimiento de la población: la proporción de mujeres mayores es superior que la de los hombres, (con relación al conjunto de la población) con incrementos sostenidos desde los años setenta hasta el 2018. Como producto de la mortalidad masculina a lo largo del ciclo de vida, y por múltiples causas, hay más mujeres que hombres mayores de 60 años.
Los hombres tienen más altas tasas de mortalidad, mientras que las mujeres tienden a una menor mortalidad, pero más altas tasas de discapacidades no letales, especialmente las asociadas con problemas músculo esqueléticos, lo que origina alteraciones en las condiciones sociales y medioambientales, como el cambio de vivienda o la disminución de contactos sociales, entre otros.
Cuando estas generaciones de mujeres atravesaron las edades escolares y laborales, no estaba generalizada la educación formal ni tampoco la participación laboral femenina. En consecuencia, la mayoría no cuentan, a pesar de haber trabajado durante su vida productiva ya sea en el cuidado de su familia o en otras labores no remuneradas, con una pensión ni con seguros de vejez ni con recursos materiales suficientes para la supervivencia y tienen que vivir en condiciones de pobreza (ver capítulo 15), por lo cual se constituyen en un grupo social especialmente vulnerable. Otra situación perceptible actualmente es la disminución del número de convivientes, puesto que la proporción y número de hogares de personas solas, frecuentemente mujeres, también están creciendo (ver capítulo 15).
Datos preliminares del censo de 2018 muestran que entre los hombres 6,0% tienen 60 años o más y esta proporción sube a 7,4% en las mujeres, esta feminización del envejecimiento es evidente en zonas urbanas, 7,7% mujeres versus 5,7% hombres, a diferencia de las rurales en las cuales hay mayor proporción de hombres 7,4%, y 6,2% mujeres.
La distribución espacial de la población del país ha cambiado radicalmente, en 1938 la proporción de la población residente en los centros urbanos era alrededor del 30%, en la actualidad y como resultado de los fenómenos migratorios esta tendencia se ha invertido y hoy 77,8% de la población vive en zonas urbanas (cabeceras municipales), 7,1% en centros poblados y 15,1% en zona rural dispersa. Esta situación no es exclusivamente colombiana, puesto que la característica fundamental de Latinoamérica desde finales del siglo pasado es el intenso crecimiento urbano que ha originado grandes ciudades con gigantescos cordones de miseria, y aunque la migración del campo a la ciudad es más frecuente en grupos de menor edad, origina dos situaciones: de un lado, el desplazamiento obligatorio de personas ancianas con sus hijos a las ciudades para huir de la violencia, en busca de mejores oportunidades de trabajo o simplemente por ser parte del núcleo familiar que migra. Del otro lado, los ancianos que se niegan a abandonar el campo quedan solos sin un soporte económico adecuado y con mayor vulnerabilidad.
Un hallazgo interesante del grupo de investigadores de la Universidad de Caldas es que los ancianos del área rural de la zona cafetera migran a la ciudad especialmente por problemas de salud o ante la presencia de discapacidades, y se debe señalar que la migración interna conduce al envejecimiento de los sitios de origen, en este caso el área rural cafetera. Se menciona que “si el rostro de la vejez es femenino, el paisaje es urbano”.
Los cambios en la estructura familiar son los más importantes en cuanto a la prestación de atención y cuidado a los ancianos. La mayor longevidad repercute en el aumento de las familias multigeneracionales, en las cuales personas ancianas cuidan de padres mucho mayores, además es evidente el aumento de abuelos y de tíos, con un menor número de hermanos y de primos.
A raíz del avance de la transición demográfica, en América Latina vienen modificándose los tamaños y tipos de hogares, lo que implica una demanda particular en términos de gestión urbana. La tendencia es a la reducción de los tamaños y a la diversificación de los tipos de hogar, con un aumento de la presencia de hogares unipersonales y una disminución de los hogares extensos y compuestos.
La reducción del tamaño del hogar es un fenómeno multicausal, que se explica por cambios en la intensidad y calendario de la fecundidad. Su importancia radica en que, en contextos de baja calidad de vida, el mayor tamaño del hogar se interpreta como un indicador de vulnerabilidad demográfica que, junto con otros aspectos, contribuye a producir situaciones de riesgo a nivel intra e intergeneracional.
Además, el modelo de familia reducida plantea un cam-bio en cuanto a las necesidades de espacio y las tipologías residenciales. Este cambio también se debe a las transformaciones en la composición de los hogares que, al avanzar en el proceso de nuclearización y reducirse la presencia intergeneracional, produce una mayor demanda residencial (debido al mayor número de hogares) y formas específicas de vivienda. El ejemplo más claro es el incremento de hogares unipersonales.
Pero no solamente hay menor número de miembros por familia y hogar, también ha aumentado la diversidad en las formas familiares, normas y costumbres, lo que a su vez implica gran heterogeneidad en la situación de los ancianos en relación con su familia. En la actualidad, las personas están envejeciendo en familias intergeneracionales que son cuantitativa y cualitativamente diferentes de las de sus antepasados. Ha cambiado no solo la estructura, que se ha alargado por el aumento de las generaciones y la disminución de los miembros pertenecientes a una generación, sino también la duración de los roles y relaciones familiares. En lugar de ser familias de dos o a veces tres generaciones, ahora pueden ser familias de cuatro generaciones. Otros aspectos del envejecimiento demográfico que han contribuido a los cambios en la vida familiar de los ancianos incluyen variaciones en el tiempo dedicado a la procreación y crianza de los hijos, al número de hijos y al hecho de no tenerlos. Influye igualmente el aumento de las familias monoparentales, el divorcio y la presencia de familias recompuestas (ver capítulo