De amores, pasiones y traiciones. Karina Colopera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Karina Colopera
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788419269072
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«la otra», y extrañamente todo se fue convirtiendo en normalidad. Las visitas de él a las corridas. A veces, con más tiempo, hasta cenaban o almorzaban juntos con la niña de ella, que pensaba que era un amigo que iba a estudiar para los últimos exámenes. Se habían retrasado un poco, pero al fin ese año terminarían la carrera. Camila estaba segura de que al terminar la facultad llegaría su momento y él le daría por fin la noticia de que se había separado.

      Pero no. No solo no se fue de su casa, ¡sino que la estaba agrandando! Empezó a refaccionarla y se lo contaba a Camila, diciéndole que como la casa era de él, el día que se separara y su esposa se fuera todo les quedaría a ellos. Camila sabía que no era así, que toda la situación era absurda. Él no respetaba ni a ella ni a su esposa. Sin embargo, no podía zafarse, estaba como enmarañada en una relación que la denigraba convenciéndose de que eso era amor.

      Y pasaron tres años. Él era un maestro para inventar excusas, tanto a una como a la otra, e increíblemente las dos se las bebían.

      En ese tiempo, Camila y Gastón trabajaban cada uno de manera independiente, aunque Gastón estaba mucho mejor posicionado porque tenía un segundo trabajo dentro de un banco, y fue gracias a eso que consiguió varios clientes contables que hacía en sociedad con ella. A Camila este gesto le había devuelto en parte la confianza en él, porque iban juntos al banco, él le presentaba a sus colegas e incluso le presentó a su hermano. Todo esto le hizo creer que esos tres años no habían pasado en vano y que pronto se regularizaría su situación.

      Cada tanto, viajaban juntos por trabajo y ella fingía que eran un matrimonio feliz, pero esos viajes no duraban más de tres días. Entonces había que volver a la realidad.

      Y pasaron cuatro años, y fue por uno de aquellos viajes por lo que Camila abrió los ojos finalmente. Él estaba acostumbrado a que siempre las dos le creyeran todo, por lo que las subestimó demasiado. Planificó un nuevo viaje de trabajo, pero con menos cuidado que los anteriores. Su esposa sospechó y lo presionó, le pidió ir con él para que le demostrase que no iba nadie más. Él, cobarde, aceptó.

      A Camila la llamó unos días antes para decirle que no era necesario que ella fuera, que el banco lo mandaba solo a él, pero Camila esta vez no le creyó y también lo presionó. Finalmente, Gastón tuvo que reconocer que su esposa lo acompañaría, aunque se excusó como siempre, diciendo que él no sabía nada porque el pasaje aéreo lo había comprado ella como para sorprenderlo… y más de las mismas mentiras.

      Camila tenía su corazón destrozado, pero sobre todo su orgullo. Era increíble cómo él lograba siempre hacerla sentir tan insignificante. El mismo hombre que en algún momento la había hecho volar ahora la bajaba de un hondazo.

      Gastón fue y volvió de ese viaje, pero se quedó poco tiempo. Resulta que el banco le había ofrecido un ascenso y un traslado por unos meses a la misma ciudad a la que iban tan seguido él y Camila.

      Llamó a Camila varias veces, pero ella no quiso responderle los llamados ni preguntarle si se mudaría solo o con su esposa, porque ya no le interesaba. No quería saber nada de nada.

      Poco después del traslado de Gastón, ella fue al ban-co, como siempre hacía, a cobrar unos trabajos que había terminado. La ponía nerviosa entrar y que todos la vieran. Los empleados del banco, entre los que se encontraba el hermano de Gastón, sabían muy bien la relación que ellos habían tenido. Tenía miedo de sentirse observada o juzgada como la ingenua amante, sobre todo porque no se lo merecía. En definitiva, su único pecado había sido entregar ciegamente su corazón.

      Tomó coraje y entró. Se sorprendió al darse cuenta de que nadie la miraba mal, sino que, por el contrario, la saludaban amablemente. Una o dos personas le preguntaron si sabía lo del traslado de Gastón y que él por unos meses no estaría en esas oficinas. Los demás no tenían necesidad de preguntar nada. Es más, hubiesen estado en condiciones de responder a preguntas que, de todas formas, Camila no tenía intención de hacer. Era raro estar ahí sin él. Se sintió triste y angustiada. Ese era un contexto en donde ella había sido feliz y libre de vivir su relación.

      Recorrió los pasillos hasta el despacho de la persona que solía hacer los pagos. Recordó las veces que lo había hecho junto a Gastón y la forma en la que ambos siempre sonreían. Llegó frente a la puerta de la secretaría, se despidió de sus pensamientos y saludó a la empleada. Sin salir de su asombro, descubrió que Gastón era tan poderoso en sus manipulaciones que ni siquiera estando lejos dejaba de perjudicarla.

      Resultó que no le podían pagar si él antes no autorizaba dichos pagos. La empleada que tenía que entregarle el cheque (en aquella época se cobraba generalmente con cheques que recibías en mano, nada de cuentas online y transferencias) le dijo:

      —Espero que me disculpe, pero no puedo pagarle. El señor Gastón dejó expresas instrucciones de que para recibir sus honorarios antes debe llamarlo a él y rendirle cuenta de lo actuado, y después será él mismo el que me dará la autorización para que le paguemos.

      Ella comprendió todo inmediatamente. Era el último desesperado intento de manipulación de parte de él, que, sabiendo de su necesidad económica, pretendía sobornarla obligándola a llamarlo para poder cobrar sus honorarios.

      Estaba segura de que incluso él había planificado todo desde el primer momento en el que le propuso ser socios con los trabajos del banco, solo con el fin de preparar el terreno y seguir teniendo el control de la relación si alguna vez ella lo dejaba.

      Pero una vez más la había subestimado. Ella lo llamó, sí, para decirle que sería la última vez y que mejor le pagara hasta el último centavo si no quería que todos se enterasen de la verdad.

      Fue en serio la última vez. Su dignidad valía más que cualquier trabajo. Después de aquel día, Camila rompió los vínculos laborales con el banco y siguió trabajando solo con sus clientes y también como profesora en la facultad, la misma en la que lo había conocido.

      Le costó recuperarse. Después de varios años y un par de nuevos fracasos sentimentales cargados sobre los hombros, por fin encontró estabilidad con un hombre merecedor de su amor.

      Se repetía continuamente que darse siempre otra oportunidad para amar vale la pena, la alegría y el esfuerzo. Vencer los miedos es posible.

      No supo más de él hasta una vez que recibió un correo electrónico que decía: «Hoy se cumplen diecisiete años del día más feliz de mi vida». Reconoció enseguida que era de Gastón porque el correo tenía su nombre, pero se sorprendió muchísimo.

      No sintió ningún sentimiento negativo y hasta le hizo un poco de gracia y sintió curiosidad, porque no recordaba qué podía haber pasado exactamente hacía diecisiete años.

      Pensó y pensó hasta que advirtió qué día era: 14 de febrero. Habían pasado diecisiete años desde aquella clase en la que ella elogió su camisa. Hizo memoria y recordó incluso el nombre del profesor: Dr. Gandía. Y los recuerdos empezaron a agolparse en su mente. Recordó cuánto anduvieron hasta encontrar un barcito con una mesa libre, el beso en el coche…, todo.

      Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero a lo mejor no es así. Cerró los ojos y trató de atesorar por un instante solo los bellos momentos, sin pensar en lo mentiroso y manipulador que él era, y luego le escribió con los ojos brillosos, con el corazón en la mano, pero nunca lo envió. Tal vez pensó que la indiferencia era la mejor respuesta o, al menos, la que él merecía.

      Gastón:

      Quiero pensar solo en los bellos momentos, me lo propongo y lo logro. Cierro los ojos y me acuerdo de aquel día en el que me dedicaste el tema «Wonderful Tonight».

      Yo no sabía nada de inglés y apenas entendí el título. Eran los 90, no había buscadores rápidos en la red ni teníamos teléfonos con Internet. Llamé a una amiga que sí hablaba inglés y me tradujo la letra.Yo estaba feliz, no sé si tomaste conciencia de lo que habías provocado en mi corazón, que ya venía herido.

      Es increíble cómo la música marca nuestras vidas y convierte en inmortales ciertos períodos. Esta canción tiene ese poder con nuestra relación.