En congruencia, me planteé comprender la formación histórica de la región a través de la relación sociedad–naturaleza, es decir, de la ecología cultural. El documento de Calleja me indicaba la dirección de los cambios en la ecología cultural, la reorganización espacial y los proyectos de territorialidad. Un enfoque importante del libro son las prácticas de territorialidad de mestizos e indígenas vistas, a través del reporte de Calleja a finales de la Colonia y de la etnografía a principios de siglo xxi. La primera gran transformación en términos de ecología cultural en la región fue la introducción de ganado, así como nuevas técnicas agrícolas. La llegada de los tlaxcaltecas a la región originó un tipo diferente de agricultura y se introdujeron otros rasgos culturales.
La ecología cultural es un método de trabajo que señala la importancia de estudiar el medio ambiente adaptado a las necesidades del ser humano. Además, se puede distinguir la ecología cultural política, la cual trata de los factores económicos y políticos, intereses de poder que mueven a los individuos y a las sociedades a seleccionar una o varias estrategias de adaptación. Dentro de la ecología cultural existen dos grandes corrientes. La primera pone énfasis en medir la energía invertida en la adaptación. Esta corriente fue fundada por Leslie White. Richard Adams es el antropólogo contemporáneo que ha seguido dicha línea, usó las leyes de la termodinámica y la misma fórmula de White, bajo la idea de que la evolución es igual a la eficiencia en la extracción de energía del medio ambiente. La segunda corriente pone énfasis en una dinámica de innovación tecnológica para lograr la adaptación; esa corriente fue fundada por Julian Steward y hace hincapié en la exploración histórica.2 Steward planteó que la ecología cultural estudiaría la interacción entre cultura y medio ambiente, esto es la adaptación de las diferentes culturas al medio ambiente (Boehm, 2005: 73).3 Esta corriente es la que mayores seguidores tiene dentro de la ecología cultural contemporánea. También se encuentran las investigaciones que incluyen el estudio del simbolismo; en estos el símbolo es un elemento adaptativo, es parte de la apropiación del medio ambiente (véase Descola, 1988). Asimismo, las configuraciones de una región están relacionadas con el poder, y este con el control al acceso de los recursos naturales y culturales, es decir, una ecología cultural política.
En la visita de Calleja es posible reconocer dos proyectos de territorialidad: el de los indígenas y el de los españoles. En la etnografía encontré dos subregiones diferenciadas con ecologías culturales distintas: una constituida por los huicholes y otra por los rancheros descendientes de los colonos españoles y tlaxcaltecas, que se especializaron en la cría de ganado mayor. El contraste entre ambos proyectos radica en la organización de la práctica ganadera. Los huicholes tienen una economía regional, mientras que la región ranchera posee una economía nacional y transnacional. Así, el documento de Calleja, en el contexto de las reformas borbónicas, es contrastado con la etnografía de una región ganadera en proceso de transnacionalización en el contexto de reformas neoliberales.
Mi hipótesis es que no estamos ante una región homogénea, sino que convergen dos subregiones, tanto en el documento de Calleja como en la actualidad. La frontera natural es la Sierra Madre Occidental: al oeste están los huicholes y al este los rancheros. Asimismo, existe una frontera cultural (que es histórica) entre ambos. Es decir, estamos ante dos regiones con identidades culturales distintas, siendo la de mi interés la mestiza, la ganadera, la de los rancheros de estirpe española llegados a la región en el siglo xvi. Este estudio se centrará en el análisis de la sociedad ranchera, aunque tendré a la sociedad huichola como referente opuesto de los rancheros; referente que se usa para construir y exaltar una identidad diferenciada.
Por lo tanto, podemos encontrar los límites de las fronteras culturales en la medida en que estudiemos las relaciones sociales de comunidades humanas a lo largo de la historia. Así, la formación de la región está relacionada con la frontera, es decir, los límites que se vayan estableciendo van conformando una región con características propias.
El actual norte de Jalisco, por lo menos desde la perspectiva administrativa estatal, comprende diez municipios: Bolaños, Colotlán, Chimaltitán, Huejúcar, Huejuquilla el Alto, Mezquitic, San Martín de Bolaños, Santa María de los Ángeles, Totatiche y Villa Guerrero. El trabajo de campo fue realizado en Colotlán, Huejúcar, Huejuquilla el Alto, Mezquitic y Villa Guerrero durante dos estancias de campo de tres meses cada una en 2005 y 2006. La selección de los lugares responde a fines representativos: los municipios elegidos tienen población indígena y mestiza, son los sitios con mayor movilidad económica y son característicos de la vida regional, como lo indican los estudios bibliográficos y documentales que se consultaron previo a la elección. Mezquitic y Bolaños son los municipios con mayor población huichola en el estado de Jalisco; por otro lado, Colotlán es el centro regional. En Villa Guerrero se están gestando nuevas dinámicas de asociación entre ganaderos para competir por el mercado que ha dominado Colotlán, por ello constituye un ejemplo atractivo. Huejúcar y Santa María de los Ángeles son municipios pequeños que permiten comprender la dinámica regional en sitios con poca población y su articulación a nivel local y nacional.
El trabajo de campo consistió, en primer lugar, en recorrer los municipios elegidos y observar las actividades económicas, el paisaje y la dinámica cotidiana en las cabeceras municipales. Este acercamiento tenía como objetivo establecer la relación entre paisaje y sociedad, así como contrastar los hallazgos con los datos del informe de Calleja. Posteriormente, me enfoqué en el trabajo como elemento de análisis tanto en el pasado como en el presente etnográfico. En cada municipio me acerqué a las presidencias municipales, las oficinas de la Sagarpa y las asociaciones ganaderas para recoger datos sobre la ganadería y la agricultura. Las asociaciones ganaderas fueron un lugar propicio para encontrar ganaderos de todos los estratos sociales, pero cuestionaban mi presencia y no entendían por qué una mujer se interesaba por asuntos que “atañen sólo a los hombres”, pues la ganadería y la agricultura son actividades eminentemente masculinas. En la etapa inicial, mi relación con los agroganaderos se restringió a las oficinas de las asociaciones ganaderas, en donde una secretaria es la encargada de atender las demandas de los asociados y suele ser hija de alguno de ellos. Gracias a la amistad que entablé con las secretarias pude ganar la confianza de los hombres, además las oficinas de la asociación funcionaban como un lugar neutral para los hombres, en el cual, como mujer, no transgredía su espacio.
Una vez establecido un vínculo cercano con las secretarias, me dieron acceso al mundo ganadero. Tanto ellas como sus mamás me presentaron con rancheros de diversos estratos sociales, con los que realicé entrevistas,4 recorridos en sus ranchos e historias de vida, y participé en algunas fiestas familiares.
Con la etnografía el propósito es identificar aspectos geográficos y culturales de la región, a qué actividades se dedican sus pobladores, señalar si hay agricultura extensiva o sólo para el autoabasto, cuántas tierras se cultivan, en qué estado se encuentra el campo, en qué medida se dedican a la cría de ganado, a dónde van los productos, con qué lugares tienen comercio, o bien, relaciones de parentesco que les permitan otro tipo de nexos. Asimismo, los datos de población son relevantes en la conformación territorial. En general, me interesa observar las continuidades y discontinuidades en la ecología cultural regional. El trabajo etnográfico está concentrado en las cabeceras municipales, las cuales reflejan las dos subregiones que encuentro plasmadas en el informe de Calleja y permiten contrastar dos realidades que comparten un mismo espacio y vínculos ecológicos. Las subregiones encontradas en Calleja son una geográficamente menos accesible, más periférica, más indígena y menos agroganadera; y otra central, agroganadera y ranchera.
A partir de la información obtenida en el trabajo de campo y del análisis del documento de Calleja, llegué a algunas reflexiones sobre la formación de la región, que se encuentran plasmadas en los cuatro capítulos de este libro. En el capítulo 1 presento el contexto histórico de la formación del gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán y de la visita de Calleja. También resalto la subdivisión regional propuesta por Calleja: las Fronteras de San Luis Colotlán y sus pueblos, y la provincia de Nayarit. Finalmente, reviso las propuestas de Calleja para reformar el gobierno de Colotlán, enmarcadas en el contexto