Psiquiatría de la elipse. Ivan Darrault-Harris. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ivan Darrault-Harris
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972453625
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construidos permitieran abordar el comportamiento humano concebido como producción discursiva.

      Subsiste, no obstante, un problema espinoso, y prioritario, que surge de la delimitación del campo de observación, de la recolección de esos discursos semánticos que brotan a cada instante en todos los lugares en que son humanamente investidos.

      UN LABORATORIO NATURAL

      La terapia, o más precisamente la sesión de terapia, se impone inmediatamente como un notable laboratorio natural:

      – El marco-espacio temporal de la sesión está estrictamente delimitado, así como los sujetos en interacción.

      – Las producciones comportamentales, consideradas como discurso, pueden ir desde lo patológico más agravado (depresión profunda, debilidad grave, psicosis o autismo, por ejemplo) hasta lo paranormal o lo normal (neurosis, dificultades transitorias).

      – Las producciones en sesión pueden ser de una diversidad bastante grande, ya que los sujetos en presencia recurren a un gran número de sistemas semióticos que pueden ser movilizados: lenguaje oral y escrito, gestualidad, proxémica, dibujo, modelaje, arquitectura (construcción de espacios provisionales), música, mimo, etc.

      Frente a la riqueza, la complejidad y la heterogeneidad de los significantes manifestados —el comportamiento-discurso es permanentemente de naturaleza sincrética— se abre una alternativa metodológica. O bien consideramos los significantes un poco a la manera de los instrumentos de una orquesta, en la que cada uno de ellos representa un pentagrama, y comenzamos a describir, una a una, las producciones del sujeto de acuerdo con los sistemas semióticos movilizados: lenguaje oral o escrito, mímicas, posturas, desplazamientos, etc. O bien buscamos de entrada un plano más profundo, que tenemos que construir, y que pueda ser considerado como el nivel que confiere una coherencia al conjunto de los significantes, surgidos de sustancias heterogéneas y movilizados en la superficie perceptible del comportamiento-discurso.

      Solo la segunda solución puede ser elegida si se admite que el discurso comportamental del sujeto no es un puzzle, un agregado de microdiscursos yuxtapuestos, sino más bien una reverberación que surge de una orquestación que se va a construir por el análisis. Ya se ve que con esto hemos tomado un itinerario muy diferente del que trazó en algún momento la cinésica americana, la cual no planteó la hipótesis de dicho nivel, con la consecuencia principal de la fragmentación de las descripciones de la gestualidad humana: el estudio, incluso refinado, de los movimientos de las cejas hace pensar inevitablemente en los microanálisis lingüísticos que siguen desconociendo la dimensión global del discurso.

      Ese nivel «latente» que hay que construir fue, en un primer momento, el de las estructuras semionarrativas solamente, y seguimos pensando que el comportamiento humano, en su globalidad, moviliza la narratividad (la cual sostiene todos los discursos verbales y no verbales): una teoría semiótica unificada de la acción sigue siendo de actualidad.

      Los trabajos de J.-C. Coquet en el marco de la semiótica subjetal nos han proporcionado un indispensable nivel, diferente y complementario: el de la identidad del sujeto. Porque si el comportamiento-discurso remite, según nuestro punto de vista, a un plano generador de coherencia y de inteligibilidad, no puede ser asignado a un sujeto estático y único. La enunciación es un proceso en devenir, una continuidad cambiante, y, además, no es raro, como lo muestra la descripción de casos clínicos, que la fuente enunciante esté constituida por varias instancias subjetivas copresentes, caracterizada por una inestabilidad moviente.

      Finalmente, el último y considerable problema: el comportamiento-discurso se desarrolla en el marco conversacional, en la intersubjetividad. Se trata siempre del encuentro, del choque de discursos y de la movilización de todas las dimensiones de la comunicación: fática (dimensión del contacto), informativa y sobre todo manipulatoria (en el sentido neutro, en el de hacer-hacer o hacer-creer algo a otro). Y veremos que los sujetos en presencia pueden llegar a veces a una suerte de fusión subjetal (dos sujetos que realizan conjuntamente el mismo acto), logrando una enunciación común.

      UNIDADES POR DESCRIBIR

      Este doble recurso teórico nos ha permitido delimitar objetos de magnitudes distintas que serán sometidos, según los casos, a un microanálisis o a un macroanálisis, recurriendo al recorrido generativo de Greimas y/o a los modelos de la subjetividad discursiva, propuestos por Coquet.

      La semiótica, durante largo tiempo, ha seguido la práctica de la extracción y del microanálisis de pequeñas unidades de discurso (recordemos el célebre análisis de Los gatos de Baudelaire, por C. Lévi-Strauss y R. Jakobson, y sobre todo, el de Dos amigos de Maupassant, por Greimas22). Por nuestra parte, también aplicaremos ese tipo de análisis a una producción discursiva limitada (un dibujo, un texto dictado al terapeuta, una conversación corta). Pero señalaremos que la mira de esos microanálisis está puesta siempre en la localización de una etapa en devenir; son como un sondeo que aporta la prueba de movilidad de la identidad del sujeto-paciente.

      Ese tipo de análisis es indispensable para acceder a la descripción de una unidad de rango superior, la constituida por la sesión de terapia. El caso de Kathryn mostrará todo el interés que existe en sacar a la luz las diversas posiciones de enunciación ocupadas, que son evidentemente otras tantas posiciones subjetales distintas.

      La terapia en su globalidad puede constituir un objeto, lo cual presupone la elección rigurosa de un nivel de pertinencia adecuado, pues se corre el alto riesgo de perderse en la maraña de significantes que intervienen, o lo que es peor, de proceder a extracciones perfectamente arbitrarias. El caso de Yann nos dará la ocasión de intentar hacer un macroanálisis para reconstruir el recorrido del sujeto en sus avatares.

      Finalmente, y eso se nos ha revelado en el encuentro con la psiquiatría de sector, es posible, y de gran valor heurístico, salir del marco de la(s) sesión(es) de terapia para tratar de describir y de analizar el proceso de constitución del marco terapéutico mismo, el cual es, por cierto, material, pero, sobre todo, marco simbólico, producido por elecciones múltiples: lugar(es), terapeuta(s), duración y número de sesiones semanales, apoyo(s), permanencia(s), etc., resultado todo eso de un «contrato» con el atendido y con su familia (se trata aquí siempre de un niño o de un adolescente).

      Una semiótica de la terapia debería ser también una semiótica de la construcción del marco terapéutico, del «laboratorio natural». Tal extensión se abre a nuevos paisajes teóricos, particularmente a la mitología familiar (organización de creencias, de mitos y de leyendas que permiten la metabolización de los acontecimientos) y sus relaciones complejas con el marco terapéutico, nuevo universo donde el paciente va a poder poner en discurso aquello que no podía hacer en el universo familiar.

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