Un segundo momento se define en la formulación de la fenomenología y las psicologías profundas. Entre otros aspectos relevantes que dan cuenta de su aparecimiento, está la crítica al naturalismo y a la conciencia perceptiva. Merleau-Ponty entiende que, “Si se entiende por percepción el acto que nos hace conocer las existencias, todos los problemas… se reducen al problema de la percepción. Este reside en la dualidad de las nociones de estructura y de significación. Una “forma”… es un conjunto que tiene un sentido y que ofrece… al análisis intelectual un punto de apoyo. Pero… no es una idea: se constituye, se altera o se reorganiza ante nosotros como un espectáculo” (1993, pág. 307). La propuesta de la fenomenología se halla en el texto Fenomenología de la percepción (1993); la percepción del cuerpo y del mundo exterior, forma parte de una conciencia que da cuenta de lo vivido y, por tanto, va más allá de dar cuenta de ciertos “signos naturales”; en efecto la conciencia es pura intencionalidad que halla su contenido en las relaciones que establece con el mundo exterior, allí y solo allí, se plantea la vida cognoscente y la vida perceptiva, más aún, las concepciones morales, son parte de situaciones ideológicas y físicas que forman parte de lo que llama el “arco intencional” (1993, pág. 153). De este modo la fenomenología situará lo ético y moral en el campo de las relaciones que la conciencia establece con el mundo exterior. Por otro lado, la fenomenología también irá sobre el psicoanálisis freudiano en los siguientes términos, “… como a menudo se ha dicho del psicoanálisis, no nos muestra más que el sentido o la esencia de la enfermedad y no nos da su causa” (1993, págs. 129-130); sin embargo, quizás la discusión más interesante que mantiene con el psicoanálisis, será la relacionada con la sexualidad. Un tema que abre, inclusive en la actualidad, el debate en diversos campos, es la lectura que Merleau-Ponty hace de Freud, veamos:
Aun en Freud sería erróneo creer que el psicoanálisis se opone al método fenomenológico: contribuyó (sin saberlo) a desarrollarlo afirmando, en palabras de Freud, que todo acto humano «tiene un sentido» y tratando de comprender, en todas partes, el acontecimiento en lugar de vincularlo a unas condiciones mecánicas (1993, pág. 175).
Por el momento basta el señalamiento de esta interpretación del psicoanálisis; el problema de lo ético está zanjado bajo los términos antes mencionados.
Neurociencias y el diálogo con el psicoanálisis
Dentro de la relación que puede establecerse entre neurociencias y psicoanálisis, podemos encontrar dos posturas. La primera se plantea de dos formas, o de entrada se niega validez al psicoanálisis señalando la imposibilidad de testear sus tesis con los procesos neurofisiológicos o, se acepta la relevancia de Freud pero, se traducen sus tesis al lenguaje de las neurociencias, es decir, se lo reduce al aspecto puramente biológico. La segunda, en cambio, establece un diálogo con Freud y, reconoce la imposibilidad de las neurociencias de responder a todas las cuestiones que el psicoanálisis abre con relación no solo a la comprensión teorética de la psique, sino a la clínica que propone. En este contexto, una cita de Gérard Pommier resulta absolutamente relevante, veamos; “…en las últimas décadas, el descubrimiento freudiano afianzó su teoría y su método; su práctica prosperó y su campo se expandió. Y aun así, no dejó de ser clasificado usualmente como una creencia que tiene efectos carentes pruebas que los demuestren. Un cura, después de todo, ¡no prueba nada!” (2010, pág. 7) ¿Qué es lo que en las últimas décadas afianza al psicoanálisis? El asunto es arduo pero, en términos generales podemos sostener que, a pesar de la importancia del diálogo entre dos saberes fundamentales para nuestro tiempo, el psicoanálisis ha planteado, como lo sostengo en este trabajo, un campo distinto de comprensión del sujeto. La conceptualización y las tesis que se plantean, permiten abordar la clínica desde un saber que, de suyo, exige una postura distinta a las tradicionales, respecto del cuerpo, sus procesos físicos, químicos y psíquicos y, de las relaciones del sujeto con la cultura. La irrupción de la teoría de la pulsión y la crítica a la cultura, son dos de los pilares que han permitido deconstruir las concepciones sostenidas en la filosofía tradicional, tanto en el campo de la subjetividad como en el de la ética que compromete.
Sin embargo, G. Pommier determina un médium para la discusión muy interesante en la medida que plantea desafíos teóricos y clínicos tanto a las prácticas psicoanalíticas como a las provenientes de otras áreas de conocimiento del psiquismo. Por ejemplo, respecto de la teoría de la pulsión, sostiene,
En cuanto a las precepciones del hombre, además están investidas por sus pulsiones, de las que es necesario protegerse. Lejos de ser una sensación pura, la percepción primera ya está siempre doblada por la pulsión y responde de la demanda materna. Esta demanda inviste todo objeto percibido, fuente así de angustia: tal es el primer afecto de los niños ante el mundo. De modo que un pensamiento de lo que perciban será para ellos la condición de la conciencia (2010, pág. 89).
Si bien Pommier proviene del psicoanálisis, es relevante señalar que el camino de encuentro de esta teoría con las neurociencias se traza desde los dos sentidos. En el contexto de esta afirmación, Damasio en Le sentiment même de soi Corps, émotions, conscience, sostiene que, no tenemos un conocimiento consciente directo de la forma en que son archivados los recuerdos, ni de cómo se clasifican y organizan y tampoco de la fuerza con la que regresan; esta limitación se extiende a la memoria autobiográfica; sin embargo, “el mundo del inconsciente psicoanalítico se arraiga en el seno de sistemas neuronales que forman el soporte de la memoria autobiográfica” (1999, pág. 299); aún más, el yo autobiográfico se constituye, fundamentalmente se efectúan bajo la influencia del medio ambiente, es decir, de las características culturales (1999, pág. 231). Solo a partir de estas breves referencias, resulta evidente que la visión de las neurociencias extiende sus planteamientos hacia las tesis freudianas en el afán de completar las explicaciones que se hallan limitadas en sus teorías; el gesto es, de suyo, interesante.
Psiquiatría/antipsiquiatría
El modelo médico, dentro del que se consolida la psiquiatría, determina una comprensión del sujeto a partir de las estructuras fisiológicas; el supuesto fundamental se da en la dicotomía que atraviesa el pensamiento occidental conocido como la filosofía tradicional, quiere decir que frente a la verdad, está la falsedad, frente al bien, el mal y frente a la salud la enfermedad. La búsqueda del modelo médico tradicional se dará en el orden del tratamiento de la enfermedad para conseguir la salud. El significado de cada uno de estos términos variará, aunque no fundamentalmente, en las diversas etapas del desarrollo del pensamiento médico, no hay que olvidar que la promesa de bienestar es el fin de la medicina; precisamente en función de este fin, las construcciones respecto de sujeto enfermo (el paciente), han determinado sistemas de enunciación sostenidas en la objetividad de la mirada; ello surge de una suerte de cosificación del sujeto, a quien el fin del bienestar-salud, lo convierte en un medio. El trabajo de Foucault, por ejemplo en su célebre tratado La historia de la locura, denuncia estas prácticas concebidas, en las distintas épocas, desde un complejo entramado de categorías políticas, económicas y médicas.
2) Fundamentos no epistémicos
En todo trabajo de investigación que se da en los límites de la ciencia, sea hacia dentro de las teorías o, fuera de ellas, esto es, en su fundamentación, justificación, etc., es posible determinar la presencia de aspectos no epistémicos que se distinguen “entre valores cognitivos o epistémicos y valores no cognitivos. Estos últimos están enraizados en los intereses o las metas más amplias de la sociedad” (2014, pág. 136), sostiene el filósofo argentino Ricardo Gómez. Es indiscutible que Aristóteles “…en su Ética a Nicómaco, relacionó el tema de la economía con los fines humanos,