Un aspecto más por considerar es que el hecho de disponer distintos enfoques teóricos sobre la identidad permite visualizarla y comprenderla en su carácter dinámico y multiforme, de acuerdo con las prácticas a las que el sujeto busca afiliarse y de su conocimiento para participar de las mismas.
Todo lo comentado en este capítulo está orientado a mostrar las diversas conversaciones que se vienen realizando en torno al tema de la IO, buscando con ello promoverla y evidenciando los principales paradigmas, perspectivas y discusiones que forman parte de los actuales diálogos sobre este tema. Los resultados de la revisión de la literatura sobre este asunto enmarcan, al mismo tiempo, un estado de la discusión para seguir impulsando debates y controversias, a la vez que delimitan y contribuyen a presentar un panorama general sobre el tema para aquellos investigadores que quisieran profundizar en él.
La IO ha sido reconocida y establecida como un importante concepto dentro de los EO (Brown, 2001), y últimamente ha sido vista como un constructo teórico de creciente importancia (Ashforth et al., 2011). Aunque la definición seminal de Albert y Whetten (1985) de aquello que es central, distintivo y perdurable aún es válida y es retomada por los investigadores para sus trabajos, ha sufrido una serie de cambios y desarrollos en los últimos años. Diferentes estudios han partido de distintos paradigmas y diversas perspectivas teóricas para interpretar estos atributos, configurando un controversial diálogo acerca de lo que la IO es o debería ser. A continuación, se presenta una tabla en donde se resume lo discutido.
TABLA 2. Paradigmas en relación con la identidad organizacional
Fuente: Gonzales-Miranda, Gentilin, Ocampo-Salazar (2014, p. 140).
Lo central, distintivo y duradero de la IO ha dado paso a lo dinámico e inestable (Gioia et al., 2000), a las múltiples facetas en las cuales no hay una unidad singular (Brickson 2000; Essers y Benschop, 2007; Pratt y Foreman, 2000), lo cual ha permitido que las conversaciones sean disímiles, variadas y muchas veces contradictorias. Sin embargo, la investigación teórica y empírica sobre los procesos de construcción de identidad podría considerarse relativamente reciente (Kornberger y Brown, 2007; Sillince y Brown, 2009), a pesar de que “el concepto de identidad es clave para entender las organizaciones modernas” (Gioia et al., 2000, p. 78). No obstante, hay poco acuerdo sobre lo que el concepto de IO denota, o si existe una metodología para estudiarlo; incluso, y retomando a Harquail (2004), se podría afirmar que la anarquía aún reina en dicho concepto.
Frente a la diversidad de voces relacionadas con el concepto mismo, al paradigma que subyace a dicha conceptualización, y a las relaciones que tiene con otros términos, el abordaje de la IO como objeto de estudio, así como perspectiva teórica para el análisis organizacional, requiere y exige claridad conceptual y epistemológica para no caer en inconsistencias metodológicas y teóricas, reto de todo investigador que tenga su interés de estudio en este campo de conocimiento.
Si bien es cierto que algunas distinciones importantes se han elaborado, las herramientas analíticas, tanto a nivel conceptual como su aplicación a nivel metodológico, son relativamente escasas y no permiten dar cuenta del proceso de construcción identitario como tal. Un ejemplo de ello es que aún no se ha abordado plenamente cómo los conceptos de identidad y cultura se relacionan entre sí, cuáles son sus puntos de similitud y diferencia, y el potencial que tienen para ofrecer una contribución analítica distinta a los EO. Otro aspecto aún por abordar son las posibilidades que tiene la IO para comprender, tanto a nivel teórico como empírico, las relaciones de la organización con el medio ambiente y las repercusiones en relación con la legitimidad, la reputación y la atracción de inversores, por mencionar tan solo algunas vetas de futuras investigaciones.
La aplicabilidad del concepto de identidad a múltiples niveles de análisis y su capacidad para integrar conocimientos analíticos a nivel micro, medio y macro, subraya aún más su potencial de convertirse en un constructo integrador. Como Albert et al. (2000) han argumentado: “el poder de la identidad y la identificación se deriva de la capacidad integradora y generadora de estos constructos” (p. 13). El reto estará entonces en encontrar formas de desarrollo y despliegue de conceptos de identidad que sean atractivas a través de los límites científicos sociales tradicionales, para ofrecer la posibilidad de múltiples tipos de análisis perspicaces, siendo a la vez lo suficientemente bien definidos para promover una comprensión más profunda de la compleja realidad organizacional.
Las conceptualizaciones de lo que es la IO, y los alcances que tiene para el análisis organizacional, están lejos de ser un tema cerrado. Kenny, Whittle y Willmott (2011), en un reciente texto sobre identidad y organizaciones, ponen en debate la importancia de este tema como aspecto primordial y relevante para la comprensión de los fenómenos organizacionales. Por ello, se ha buscado presentar en qué va la conversación y hacer eco a las distintas voces e intereses que se vienen desarrollando alrededor del concepto, abriendo de esta manera el espacio para nuevas discusiones y propiciando un mayor conocimiento de lo que es lo organizacional y lo que se circunscribe a esta afirmación.
La revisión ha permitido mostrar tres paradigmas y algunas perspectivas teóricas para el análisis organizacional. Si bien el paradigma constructivista y el enfoque narrativo-discursivo vienen teniendo una importancia considerable (Coupland y Brown, 2004; Driver, 2009; Humphreys y Brown, 2002b; Ybema, 2010), la revisión muestra que la construcción o configuración de la IO no solo se restringe a estos procesos discursivos. Los conocimientos cognitivos (Harquail y King, 2010), así como los aspectos de construcción en organizaciones en evolución, con gran influencia de los procesos propiamente institucionales, ofrecen a los sujetos posibilidades de configurar una IO en particular (McKendrick, Jaffee, Carroll y Khessina, 2003). A ello hay que sumarle que estas construcciones también se pueden encontrar en los mismos procesos organizacionales, lo que implica que la estructura subyace a muchos de los fenómenos de organización humana (Hsu y Hannan, 2005; Labianca, Fairbank, Thomas, Gioia y Umphress, 2001).
Adicionalmente, es preciso recalcar que la construcción de la IO es un trabajo que se realiza en prácticas situadas, al participar de cierta manera en las actividades, y simultáneamente en el pensamiento como un habla interna y la generación de un sí mismo capaz de orquestar distintas voces. Es un proceso de autoformación al participar y entrar en contacto con las prácticas y significados culturales. En la medida en que se conocen más ámbitos de la experiencia, se generan nuevas capacidades de ser y pensar que se entroncan y permiten apropiarse de los mundos culturales. De esta manera, las personas y las actividades que se efectúan en lugares específicos proporcionan recursos identitarios a los sujetos que buscan configurar una IO.
Aunado a lo anterior, y como parte de las reflexiones finales de esta revisión, causa cierto asombro que el tema de la IO, a partir de la documentación revisada, prácticamente no esté ligado al asunto cultural. No hay referencias o desarrollos en donde se la relacione con la cultura organizacional, más allá de que los investigadores citan textos u estudios sobre ese ámbito. A esto se le suma la gran variedad de temas y marcos teóricos en los cuales es tomada tanto como objeto de estudio, así como perspectiva teórica para el análisis de los fenómenos organizacionales. Entonces, se podría pensar que la IO pareciera tener la importancia y la relevancia suficientes para ser considerada como una corriente