Siguiendo la tipificación de Cornelissen (2006) en donde se concibe la IO como un concepto y tomando la propuesta de Harquail y King (2010), se pueden distinguir tres paradigmas o concepciones acerca de lo que es: (1) el paradigma esencialista de los actores sociales; (2) el paradigma de la construcción social; y (3) el paradigma lingüístico-discursivo. Cada uno de estos tres paradigmas tiene su propia concepción: el primero como conjunto de características que identifican dichas concepciones, el segundo como dispositivo de elaboración cognitiva y el tercero como argumento narrado continuamente.
El paradigma esencialista del actor social concibe la IO como un objetivo de la entidad organizacional y comprende atribuciones reificadas de aquello que es central, distintivo y perdurable. Se entiende a la organización como un actor social unificado, donde los atributos que la definen se describen como características de ella, reflejando su realidad y los rasgos fijos de la organización (Chreim, 2005). Así mismo, desde este punto de vista esencialista, se percibe a la organización como una entidad en sí misma, como autoreflexiva: “la identidad organizacional es un concepto que las organizaciones utilizan para caracterizar aspectos de sí mismas” (Albert y Whetten, 1985, p. 264). Esta perspectiva pone de relieve cómo los miembros de la organización podrían experimentar, evaluar, apreciar y posiblemente administrar estas carácterísticas concretas (Harquail y King, 2010).
En segundo lugar, dentro del paradigma de la construcción social, la IO es conceptualizada como un colectivo generalizado y una interpretación sostenida de quienes somos en la organización. Esta interpretación se utiliza como marco para organizar y dirigir la experiencia colectiva, por lo que está sujeta a negociación (Scott y Lane, 2000a) y a las influencias políticas (Rodrigues y Child, 2008). Los argumentos giran en torno al comportamiento colectivo de la organización y sobre qué características son más definitorias que otras, reflejando la perspectiva de cada grupo en la organización (Coupland y Brown, 2004). De esta manera, esta perspectiva es más negociada que la esencialista, y más anclada en la realidad. La IO es, desde esta perspectiva, una forma de enmarcar e interpretar colectivamente la información (Fiol, 2002) y los miembros de la organización la utilizan para comprender sus acciones, establecer expectativas en cuanto a su comportamiento e instaurar un punto de referencia para guiar sus acciones en nombre de la organización.
En tercer lugar, el paradigma lingüístico-discursivo se centra en el lenguaje y en el papel que este tiene en la construcción de la realidad. La investigación lingüística de este paradigma pone en primer plano el papel de la metáfora (Cornelissen, 2006; Heracleous y Jacobs, 2008), la categorización y el nombre en la construcción de la IO. La construcción de la identidad se entiende como un proceso continuo de narración en la que tanto el narrador como el público formulan, editan, aplauden y niegan elementos de la producción narrativa. La investigación discursiva centra su atención en las prácticas de desarrollo-realización, a la vez que subraya el papel del poder y la política, desafiando la hegemonía de un discurso en particular (Brown y Humphreys, 2006; Chreim, 2005; Coupland y Brown, 2004; Humphreys y Brown, 2002b).
De otro lado, Alvesson, Ashcraft y Thomas (2008) plantean que los estudios sobre la IO se han concentrado en diversos campos filosóficos, y proponen otra clasificación: (1) el funcionalista, (2) el intrepretativo y (3) el crítico, este último inspirado por los posestructuralistas. Tomando a Habermas (1972), los autores plantean que existen tres enfoques cognitivos para el conocimiento, los cuales subyacen a la investigación humana: el técnico, el práctico-hermeneútico y el emancipatorio.
El interés técnico se relaciona con la investigación funcionalista, ya que tiene como objetivo desarrollos del conocimiento de relaciones causa-efecto a través del control sobre los recursos naturales y sociales. Este enfoque parece dominar los estudios de la identidad y de la identificación que emanan de la corriente de investigación acerca de la gestión empresarial. Los estudios que tienen un interés cognitivo técnico se concentran en la forma como la identidad y la identificación pueden mejorar potencialmente la eficacia de la organización.
El enfoque práctico-hermenéutico busca una mayor comprensión de experiencias culturales y humanas o, dicho de otro modo, cómo comunicar para generar o transformar el significado. En contraste con el interés técnico, asociado a lo funcional, hay poca preocupación por la utilidad instrumental de estos conocimientos en el desempeño organizacional. Lo práctico-hermeneútico se centra en cómo las personas elaboran su identidad a través de la iteracción, o cómo las narrativas del yo tejen significados en concierto con los demás y por fuera de los diversos recursos contextuales que están a su alcance. Desde esta perspectiva interpretativa, la identidad tiene una clave vital para comprender lo complejo del desarrollo y la dinámica relación entre el yo, el trabajo y la organización.
Por último, la visión emancipatoria tiene una clara orientación crítica, en ella la atención se centra en las relaciones de poder y en las diversas maneras en que los individuos se pueden liberar de las formas de represión que se implementan en las organizaciones. Los investigadores han utilizado el tema identitario para entender las relaciones contemporáneas de control y de resistencia, en especial aquellas acciones que se han orientado a indagar por esas visiones del mundo que sirven para subordinar los cuerpos humanos a los regímenes de gestión.
Estos son los paradigmas que subyacen al estudio de la IO; ambas clasificaciones tienen puntos en común, y permiten comprender cuál es la naturaleza de la relación entre el conocedor y lo que puede ser conocido.
A continuación, se presentan diversas perspectivas teóricas que se han desarrollado en relación con la IO.
A partir de una teoría literaria y una filosofía posestructuralista se argumenta que la identidad, individual y colectiva, es construida a través de la narrativa o el discurso. La caracaterísticas de la narrativa de las identidades tiene sus raíces en el grado en el cual el lenguaje es usado para construir significado, tanto para sí mismo como para los otros. Todo el tiempo se usa el lenguaje para construir identidades y forjar discursos y estos, a su vez, pueden tomar vida propia al alimentarse de identidades construidas. Esto aporta una clave de la teoría crítica, la cual entiende que más que definir su propia identidad, los miembros de la organización son definidos por las identidades del management o segmentos de la organización construidos para ellos.
Dubar (2002a) plantea que la identidad es algo cambiante que depende de las denominaciones o nombres que se utilizan para designar a los sujetos o colectivos empíricos, no puede afirmarse como una esencia o sustancia fija y se formula a partir de las operaciones linguísticas puestas en juego: la diferenciación (como singular de alguien) y la generalización (como el nexo común). La identidad depende entonces, de los recursos simbólicos utilizados para establecer identificaciones con grupos o comunidades del mundo social, de aquí que sea necesario considerar otras dos formas de identidad –más allá de la comunitaria y societaria– en que los individuos establecen identificaciones.
La primera, la forma de identidad narrativa se refiere a la manera en que el individuo es capaz de organizar un relato describiendo su trayectoria vital, los incidentes que la modificaron, pero también considerar futuros proyectos y un plan de vida. Ricoeur (1996) realizó un examen filosófico de esta forma de identidad y las paradojas que suscita el poder mantenerla a pesar de los cambios físicos. Afirma que la identidad se juega entre la comunidad y el cambio en las personas y que la continuidad se encuentra en la mismidad del cuerpo y el carácter –los cuales pueden permanecer semejantes a lo largo del tiempo–, en tanto que el cambio corresponde al desarrollo de la ipseidad (sí mismo) y el mantenimiento de la palabra que se reacomoda en la trama narrativa de una vida. La identidad se expresa como una narrativa que da coherencia a los diversos episodios vitales y en la que se muestran los