Belaúnde se vio obligado a suspender el servicio de la deuda justo cuando un fenómeno de El Niño golpeó severamente al país, lo que redujo el PIB en un 12,6%. En sus intentos de reajustar la economía nacional, se aumentaron los precios en un 160% en promedio, lo que generó una inflación del 125%. Esta alza incontrolable golpeó sobre todo al sector de los precios controlados, como el de los alimentos, a medida que los salarios disminuían (Parodi, 2004).
La crisis solo se agravó durante el mandato de Alan García, aunque hubo un cierto control inicial en los años de 1985 a 1987. El Gobierno aprista ajustó los precios al elevarlos y congelarlos, al mismo tiempo que aumentaba los sueldos por encima de la tendencia inflacionaria para incentivar la demanda. En cuanto a la industria, ofreció beneficios como un crédito barato para el agro y la industria, además de barreras arancelarias; y una restricción del pago de la deuda externa no mayor del 10%. El optimismo desapareció cuando la demanda incentivó en demasía las importaciones en desmedro de las exportaciones, al mismo tiempo que las reservas desaparecían. El déficit fiscal pasó de un -6,4% en 1986 a un -8,4% en 1989 (Parodi, 2004, p. 206). Finalmente, todos estos factores causaron un resurgimiento de la crisis a extremos sin precedentes. Para 1989, la inflación llegó a un récord histórico del 2.775,3% y la proporción de pobres aumentó a un 54% en 1990 (Parodi, 2004).
Uno de los aspectos más resaltantes de este período fue el crecimiento del sector informal urbano. Si bien surgió a finales de la década de 1960, la crisis económica de este nuevo período agigantó su huella en la economía nacional. En 1976, los censos indicaban una cantidad de 61.343 vendedores ambulantes en Lima; para 1985, eran 84.327; y para 1994, 182.167 (Cosamalón, 2018).
Un análisis importante de este fenómeno fue propuesto por Hernando de Soto. De Soto criticó que una excesiva reglamentación y burocratización del Estado en la década de 1980 dificultaban el acceso al mercado y elevaban innecesariamente los costos de formalidad, motivo por el que los actores económicos optaban por el sector informal tras un cálculo de costo-beneficio. Sin embargo, este acercamiento no permite diferenciar las actividades informales de tipo capitalista (cuyo objetivo es la acumulación o como estrategia para enfrentar dificultades) de aquellas con otros fines, como el de supervivencia en medio de la crisis, y que se relacionan con la venta callejera de insumos, bienes y servicios (Cosamalón, 2018).
Ciclo económico de la década de 1990
En julio de 1990, Alberto Fujimori se instaló en el Palacio de Gobierno. Su plan de recuperación económica se basó en una liberalización del mercado: privatización de empresas públicas, simplificación y reducción arancelaria, desregulación del régimen cambiario, reinserción en el mercado internacional, etc. Todas estas medidas se aplicaron en un paquete conocido como «shock», y si bien lograron terminar con la crisis, a corto plazo provocaron una recesión devastadora con su inflación preventiva del 397% (Parodi, 2004). Esta reorganización de la economía significó la implantación del neoliberalismo, sistema que guía la economía peruana hasta la actualidad.
Las reformas en el mercado de capital pretendieron ayudar a las empresas a aumentar el capital y proveer a los inversionistas de un mercado de productos financieros. A su vez, se introdujo un sistema privado de pensiones (AFP), el cual se convirtió en un inversionista institucional importante en el mercado.
Por su lado, las privatizaciones generaron un aumento del flujo de capitales del exterior, lo que, combinado con una mejor coordinación de la política monetaria y fiscal, permitió un crecimiento sostenido del PIB (5,2% en 1993, 12,3% en 1994 y 7,4% en 1995). Este crecimiento en la inversión y la demanda requirió compras de insumos de bienes y de bienes de capital importados para la industria, lo que puso a las importaciones por encima de las exportaciones. El déficit de la balanza comercial resultante obligó a tomar medidas que atenuaran la expansión de la demanda interna y redujeran las importaciones, mientras que la inflación seguía disminuyendo hasta un 6,5% en 1997 (INEI, 2016).
Ciclo económico de la década de 2000 en adelante
Si bien a finales de la década de 1990 hubo una desaceleración económica producto del límite de las privatizaciones, de desastres naturales como el fenómeno de El Niño y el alcance de la crisis asiática, el nuevo milenio vio la consolidación del modelo adaptado por el Gobierno de Fujimori. Un indicador de la saludable economía peruana ha sido un crecimiento anual promedio del PIB del 5,6% y luego del 6,9%. Los factores que posibilitaron esto fueron el crecimiento de la economía china, que elevó el precio de las materias primas que el Perú exporta, la suscripción de tratados bilaterales de comercio, la afluencia de inversión extranjera y el superávit de la balanza comercial, que ha mantenido estable el tipo de cambio de la moneda nacional (INEI, 2016).
Gracias a estos indicadores, la demanda interna ha podido crecer sostenidamente a un 9,7% anual, lo que sustenta un mayor consumo y desenvolvimiento de las inversiones privada y pública. El consumo interno contrarrestó la caída de la inversión privada y de las exportaciones en la crisis financiera de 2008, cuando el Perú tuvo un crecimiento del 1,1% pese a que la producción mundial se contrajo en un 0,6%. Algunos indicadores de esta expansión del mercado han sido la construcción de centros comerciales y residenciales a lo largo del país. Esta consolidación del crecimiento económico propulsó al Perú como uno de los países más prometedores para la inversión. Según el informe The global competitiveness report 2014-2015, elaborado por el Foro Económico Mundial, el Perú se ubicaba dentro de los 21 países del pilar de desarrollo económico y, en consecuencia, fue calificado como un lugar propicio para realizar negocios (INEI, 2016).
Las empresas familiares en la historia peruana y latinoamericana
Diversos historiadores han señalado que una diferencia crucial entre las empresas latinoamericanas y las de países más desarrollados en el hemisferio norte es el capitalismo gerencial, el cual habría tenido un desarrollo mucho más lento en esta región. En otras palabras, fundadores y dueños de empresas trataron de controlar sus negocios ya sea directamente o con gente de confianza. Esta necesidad de confianza ocasionó que la forma empresarial dominante no sea la compañía limitada impersonal, sino el grupo familiar (Miller, 1999a).
En su máximo desarrollo, grupos familiares controlaron diferentes sectores de la economía latinoamericana. Su organización estaba unida no por una estructura administrativa formal, sino por redes familiares o cierto grado de parentesco. Es fácil identificar los grupos familiares, pero lo difícil es explicar la naturaleza de sus tomas de decisiones y pensamiento estratégico, además de los motivos de su auge y decadencia (Miller, 1999a). No obstante, se ha podido establecer un elemento común en estos grupos: la importancia del comercio como medio para acumular las finanzas y los contactos para la diversificación hacia otros campos, y como medio para ganar experiencia empresarial. Sin mencionar, además, que el comercio fue el medio más fácil para que jóvenes migrantes se pudieran desenvolver a lo largo de la historia latinoamericana, fueran estos de origen provinciano o extranjero (Miller, 1999a).
Sobre este último punto, los grupos empresariales fundados por migrantes extranjeros fueron cruciales en el desarrollo económico latinoamericano. En el Perú, por ejemplo, se estudia la peruanización de los grupos Gildemeister, Wiese, Romero, Gibson y Ricketts. Como ya se indicó, la cuestión es determinar las formas de organización que estas familias adoptaron y las naturalezas de corto plazo de sus estrategias comerciales (Miller, 1999b).
No obstante, si uno mira a los emprendimientos pequeños, se debe reconocer de igual manera la extensión en las que firmas pequeñas transformaron sectores clave de la economía peruana. Un ejemplo está en el transporte al interior del país, donde individuos fundaron pequeñas empresas con el capital producido en sectores modernos de la economía, como la minería o el comercio. A inicios del siglo XX, hubo un desarrollo en la industria manufacturera en muchas ciudades de provincia, además de inversiones privadas en sectores públicos que fueron ignorados por inversionistas