En el Ensayo III de la obra de Cristi se trata, en forma separada, la influencia del así denominado El Ladrillo. Este es un documento de política económica que, antes de 1973, sirvió para aglutinar a economistas de derecha y demócrata cristianos para preparar el programa económico de la dictadura. Según Cristi, El Ladrillo se escribe, en forma reservada antes del golpe militar, y se entrega a los jefes castrenses de la Armada. En este documento se enfatiza el fracaso de las políticas tradicionales de redistribución de ingreso, basadas en el control político de los precios y en los reajustes de remuneraciones. Según El Ladrillo, el control estatal de los precios y el reajuste de remuneraciones generan inflación y conducen a «situaciones aún más injustas que al inicio de esa política, ya que los sectores más pobres son los menos protegidos ante la inflación». Cristi hace notar la importancia de El Ladrillo y cómo en este texto se encuentra algunas supuestas contradicciones, ya que, por una parte, este documento afirma que: «Es evidente que, por razones humanitarias y de solidaridad social, debe garantizarse a los sectores de menor ingreso un servicio adecuado, cualquiera sea su posibilidad de financiar los gastos. Existen variados mecanismos para aplicar esta clase de subsidios» (CEP, 1992:125-6). Pero, según Cristi, en otra sección de El Ladrillo la afirmación recién citada no se concilia con otro pasaje en que se sostiene la idea de que la pobreza es principalmente responsabilidad individual y que para derrotarla es necesario «trabajar más esforzadamente». Los pobres deben ejercer «su propio esfuerzo y tesón» (CEP, 1992: 35-36).
La obra de Cristi que comentamos también contiene un estudio, el Ensayo IV, dedicado a la Constitución de 1980 y la consagración de las ideas que conforman la visión neoliberal del Estado, la concepción de persona y la sociedad que instala Guzmán en sus disposiciones. Entre ellas destaca el profesor Cristi la definición del bien común de su Art. N°1, que tiene como propósito resaltar el carácter accidental del Estado y contrastarlo con el carácter sustancial del individuo. Esta idea supone adoptar una posición filosófica que reconoce la primacía individual, cuya fuente deriva de una particular interpretación de la encíclica papal Mater et magistra. Es muy clarificador para Cristi el que Guzmán haya rechazado la idea de reconocer intereses colectivos como límites a los derechos, particularmente en el debate sobre el derecho de propiedad en que se enfrenta con los demás integrantes de la Comisión Constitucional. En esa controversia Guzmán sostuvo la idea de bien común y de armonía entre lo general y lo particular, dando primacía a la persona por ser sustancia y no accidente en una interpretación tomista. Sobre esta cuestión cabe preguntarse si lo que hace Guzmán respecto a la jerarquía que se desprende en el orden de los derechos, donde priman la libertad religiosa y la propiedad, por sobre los derechos políticos y los derechos económicos sociales, no corresponde también a una aplicación no reconocida del principio de distribución que Carl Schmitt expone en su obra Teoría de Constitución como idea normativa que da prioridad a algunos derechos respecto de otros (ver Schmitt, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, Madrid, p. 165). Cristi sostiene, por su parte, que Guzmán formula su concepción del Estado inspirado por la Doctrina social de la Iglesia, y le atribuye las siguientes tareas: primero, la defensa nacional, las relaciones exteriores, la dictación de normas jurídicas generales y la eliminación de la miseria. Y segundo, estipula que el Estado puede asumir actividades que los particulares no puedan desarrollar adecuadamente. Así, según Cristi, Guzmán le asigna al Estado las mismas funciones que corresponden al Estado mínimo del neoliberalismo, y asume como propia la concepción del Estado meramente protector, y no productor, que postulan destacados representantes del neoliberalismo, tales como Robert Nozick y James Buchanan. Se trata de un Estado al que le está vedado «producir» salud, educación y seguridad social. Para Guzmán, estas son funciones que le competen a las familias y a la Iglesia, y que deben organizar empresas privadas. Esta es, en verdad, según Cristi, la articulación de la idea de principio de subsidiariedad que inspira el pensamiento de Jaime Guzmán y que establece el vínculo o punto de contacto entre el pensamiento conservador de inspiración carlista y pontificia, con el neoliberalismo económico que se expresa en El Ladrillo y la Escuela de Chicago.
Adicionalmente, en la explicación que da Cristi del pensamiento constitucional que sirve de sustento al golpe de Estado de 1973, y al proyecto de la dictadura militar, hace notar que el juramento militar no incluyó referencia a mantenerse leales a la Constitución. Señala que a partir del gobierno del general Carlos Ibáñez dicho juramento se cambia para que las fuerzas armadas juren lealtad a símbolos abstractos tales como la bandera, la Nación y/o «las leyes», pero que los generales René Schneider y Carlos Prats sacrificaron patrióticamente sus vidas en aras de su lealtad al orden constitucional. Cristi sostiene que la historia chilena registra golpes y asonadas militares, pero nunca antes de 1973 se trató de una refundación que despojara al pueblo de su poder constituyente e intentara redefinir al sistema democrático de gobierno.
Quienes acompañaron a Pinochet en 1973, según Cristi no solo traicionaron la Constitución del 25, sino que rompieron nuestra continuidad republicana y tradición constitucional bicentenaria, matriz y símbolo de la identidad y unidad de los chilenos, y la capacidad de la nueva Constitución de suscitar la fe y la lealtad ciudadanas. Este punto quizás explica por qué después de treinta años de vigencia de la Constitución de 1980, que dio paso a la Quinta República chilena, no se haya podido adquirir la legitimidad necesaria para subsistir y hoy sea objeto de reforma por la vía de una Convención Constitucional que propone sentar las bases de una Sexta República en Chile.
La obra del profesor Cristi, dedica su Ensayo VI a examinar las ideas de Carlos Peña, en particular las críticas que esgrime el rector Peña en contra de Michael Sandel. A Cristi le parece que algunas de estas críticas a Sandel avanzadas en la obra de Peña parecen inicialmente afines al neoliberalismo. Cristi cita para fundar sus observaciones el que ciertas afirmaciones de Peña parecen contradictorias. Por ejemplo, Carlos Peña dice que: «no es posible concebir la sociedad moderna sin la extensión del mercado y la expansión del consumo» (Peña, 2017: 25). Al mismo tiempo que Peña agrega que la importancia que se le atribuye al mercado no debe: «conducir al exceso de pretender privar de autonomía a la política, concibiéndola nada más que como un remedo del mercado» (ibid.: 25). A partir de estas ideas de Peña, Cristi se pregunta ¿cómo explicar estas disonancias en su argumentación? Cristi concluye que es posible decir que el pensamiento de Carlos Peña está en proceso de experimentar una transición para dejar atrás sus vínculos potenciales con el neoliberalismo. Según Cristi, en su formulación actual, las ideas de Peña parecen más inspiradas en Hegel y Durkheim que en la versión anterior, donde destacan elementos del neoliberalismo que se inspiran en la obras de Kant y Rawls.
En el ensayo final de su libro, Cristi examina la síntesis orgánica entre libertad y autoridad que procura el republicanismo como doctrina política. La compenetración de la libertas y la civitas según Cristi se manifiesta en Atenas y Roma, y más tarde en las ciudades italianas del Renacimiento y en los movimientos revolucionarios burgueses. Según Cristi, la obra de Maquiavelo coincide con el republicanismo romano porque concibe la autoridad de la ley como condición transcendental de la libertad. En abierto contraste con estas nociones que se fundan en el pensamiento del republicanismo clásico, el neoliberalismo ha servido para instalar una visión individualista y autoritaria que ha conformado la esfera de lo público en Estados Unidos y Chile. Estos son países que, no solo por inepcia, sino también debido al dogmatismo economicista, han sufrido las peores consecuencias del azote de la pandemia del Covid-19. En este contexto, resulta imperativo