Parte II: Teorías sobre el origen del sábado
Antes de analizar las abarcadoras implicaciones del relato bíblico acerca del origen edénico del sábado, debemos prestar atención a las otras explicaciones acerca del inicio de la celebración del séptimo día que han sido propuestas desde el siglo XIX. Sin menospreciar necesariamente el valor del texto bíblico, a menudo los historiadores han preferido rastrear los orígenes del sábado en fuentes extrabíblicas limitándose a “las cosas que el historiador puede ver” y dejando de lado “las cosas que no se ven”. Los resultados de esas investigaciones distan mucho de ser concordantes. Las diferentes hipótesis que han sido planteadas, como veremos, no solo adolecen de inseguridad, sino también implícitamente han reforzado, por contraste, el valor de la explicación bíblica.
Las teorías más destacadas sitúan el origen del sábado: (1) en torno a la época de Moisés, (2) después del establecimiento de Israel en Canaán, y (3) en torno al exilio babilónico. Las principales razones aducidas para esos orígenes del sábado podrían ser clasificadas como (1) astrológico-astronómicas, (2) socioeconómicas, y (3) mágico-simbólicas.
1. Origen en torno a la época de Moisés
Saturno. La teoría del origen mosaico del sábado se apoya principalmente en el supuesto de la influencia mesopotámica de períodos de siete días relacionados con el planeta Saturno y las fases de la Luna. Una antigua teoría, todavía en boga, hace derivar el sábado del Antiguo Testamento del día de Saturno observado por los kenitas (o ceneos), una tribu con la que Moisés entró en contacto por matrimonio en ocasión de su estancia en Madián (Juec. 4:11, 17).8 Se ha supuesto que el día dedicado a Saturno era un día tabú en el que los kenitas, que trabajaban los metales, no encendían sus hornos de fundición. Los israelitas habrían adoptado el día tabú kenita y habrían extendido sus requerimientos a todas las demás tareas domésticas. En apoyo de esta hipótesis, se ha presentado la prohibición de hacer fuego en sábado (Éxo. 35:3; Núm. 15:32-36), día supuestamente consagrado al culto de Sakkut y Kaiwan (Amós 5:26), presuntos nombres del planeta Saturno.9
El error básico de esta hipótesis está en que se apoya en el supuesto de que los kenitas tenían una semana de siete días dedicados respectivamente a los dioses planetarios. Sin embargo, lo que hasta hoy sabemos es que la introducción de la semana planetaria ocurrió mucho más tarde, aproximadamente al principio de la Era Cristiana.10 Además, no existe ninguna indicación en el Antiguo Testamento o en la antigua literatura hebraica que relacione de algún modo el sábado con el culto de Saturno.11 Por esas razones, entre otras, la hipótesis kenita es desechada hoy prácticamente por todos los especialistas.12
Las fases de la Luna. La teoría lunar, que vincula el origen del sábado con los días asociados a las cuatro fases de la Luna y/o con los plenilunios, ha gozado de mayor popularidad. Esos días disfrutaron aparentemente de cierto significado religioso en la antigua Mesopotamia, el lugar de origen de Abraham. La prueba de la existencia de tales días suele extraerse principalmente de un calendario asirio que fue encontrado y luego guardado, entre otras tabletas cuneiformes, en el Museo Británico en 1869 por el asiriólogo George Smith.13 Este calendario, que parece ser la transcripción de un original babilónico mucho más antiguo,14 enumera los treinta días de un decimotercer mes, o mes intercalar, y señala los días 7, 14, 19, 21, y 2815 de ese mes como días úmé lemnúti; es decir, desfavorables o nefastos (dies nefasti). En ellos, el rey, el sacerdote y el médico debían abstenerse de realizar ciertas actividades para no ofender a los dioses.16 El origen de esos días nefastos es atribuido por algunos entendidos a las cuatro fases de la Luna, que se producen aproximadamente cada siete días.17 Según ellos, los hebreos habrían derivado su sábado del antiguo ciclo lunar mesopotámico.18 La mención del sábado al lado de la luna nueva en el Antiguo Testamento es presentada como un vestigio del origen lunar de esa celebración.19
Esta teoría, aunque aparentemente sugestiva, después de un análisis más profundo revela por lo menos tres inconsistencias. En primer lugar, dado que la duración del mes lunar (lunación) no es de 28 días (4x7) sino de más de 29 (un período que no se puede subdividir en cuatro semanas de siete días cada una),20 cualquier relación entre el séptimo día y las fases de la Luna debe no debe ser considerada primariamente original, sino como un desarrollo secundario. En segundo lugar, si los babilonios contaban los días nefastos en ciclos civiles “semanales” (cosa que aparentemente nunca hicieron), sus ciclos tenían por fuerza que interrumpirse al principio de cada mes, puesto que el primer día (umu lemnu, o 7° día) ocurría ocho o nueve días después del último día nefasto (28° día) del mes anterior. Esta diferencia en el número de días del ciclo dependía de que el mes lunar anterior tuviese 29 o 30 días. Un ciclo tan irregular, subordinado al comienzo fluctuante de cada mes lunar, difícilmente pudo dar origen al ciclo semanal hebraico, formado por semanas invariables de siete días, contados independientemente del ciclo lunar o solar. En tercer y último lugar, no se ha encontrado todavía nada en los textos cuneiformes que indique que los babilonios usaran esos días nefastos como divisiones “semanales” del tiempo para fines civiles. Los preceptos conocidos para esos días afectaban solamente al rey y a los sacerdotes, y no al pueblo en general.21 Además, este no era el único ciclo “semanal” vigente en Babilonia, pues existen frecuentes referencias a la “división del mes en seis partes, comportando un ciclo semanal de cinco días”.22 En contraste con esto, el sábado hebreo (no nefasto sino sagrado) fue siempre tenido como la única división del tiempo, tanto religiosa como civil, y fue observado como festividad por la comunidad entera.
Šabattu. En varios documentos acadios de la antigua Mesopotamia aparece el término šabattu, que tiene un sorprendente parecido fonético con la palabra utilizada en hebreo para designar el sábado (šabat). El término aparentemente designaba el decimoquinto día del mes; es decir, al día de la luna llena. Un ejemplo, aproximadamente de la época de Abraham se encuentra en la famosa epopeya de la Creación llamada Enuma Elish (5:18), donde Marduk dice, dirigiéndose a la Luna: “Al principio del mes, alzándote sobre la tierra, tus luminosos cuernos durarán seis días. Al séptimo día serás (media) corona. En el šabattu, te opondrás (al Sol) a la mitad del mes”.23 ¿Qué significado se atribuía a dicho día? Aparentemente, el šabattu, o día del plenilunio, estaba consagrado al dios lunar Sin, que ocupaba un lugar destacado en el panteón babilónico.24 En varias tablillas, el šabattu es definido como ûm nûh libbi, expresión traducida comúnmente por “día del descanso del corazón”, o “día del apaciguamiento”.25 El šabattu era, por consiguiente el día de la luna llena, cuando presumiblemente los dioses eran apaciguados o aplacados.26 La semejanza aparente entre el šabattu acadio y el šabat hebraico, así como la asociación existente en el Antiguo Testamento entre el sábado y la luna nueva, han llevado a algunos historiadores a deducir que el sábado, en su origen, no era una festividad semanal sino mensual, relacionada con la celebración de la luna llena. La transformación del sábado mensual en semanal se habría realizado mucho más tarde, en tiempos de Ezequiel, como respuesta a una necesidad de descanso.27
La notable ingenuidad de tal teoría ha sorprendido a algunos eruditos. Karl Budde, por ejemplo, manifiesta su desacuerdo con tan infundada hipótesis indicando que no hay “una sola palabra en Ezequiel que prescriba ningún nuevo modo de celebrar el sábado. Al contrario, Ezequiel se queja constantemente (20:12; 22:8, 26; 23:38; 44:24) de que durante muchos años [...] Israel ha fallado en la observancia del sábado en su significado tradicional”.28 Los defensores de la teoría de la luna nueva también ignoran textos tan antiguos como 2 Reyes 4:23 y 2 Reyes 11:4 al 12, que hablan del sábado más de dos siglos antes de la época de Ezequiel.29 Además, esos eruditos no consiguen explicar cómo un “sábado mensual” pudo convertirse en un día semanal de descanso y adoración, totalmente