Muchas de las mejores películas han partido de relatos breves. Podríamos citar La diligencia, Sucedió una noche, Eva al desnudo, Qué bello es vivir o Solo ante el peligro. Una de mis películas musicales favoritas, Siete novias para siete hermanos, surgió de una historia corta encantadora, The Sobbin Women, de Stephen Vincent Benet.
The Greatest Gift, un relato breve de Philip van Doren Stern que fue llevado al cine en Qué bello es vivir, gira en torno a un solo incidente: George quiere suicidarse y un ángel le hace ver cómo sería la vida sin él. El guionista utiliza este episodio, pero se extiende en la vida de George y en sus relaciones con otros personajes.
En The Tin Star, de John M. Cunningham, que llegó a ser el filme Solo ante el peligro, el protagonista muere en el desenlace. En la película se añadieron relaciones con otros personajes y se incluyó un final glorioso.
En otras adaptaciones de relatos breves se han añadido escenas nuevas para redondear o desarrollar personajes y matices de la historia. En Stage to Lordsburg, de Ernest Haycox (La diligencia), el personaje de Ringo se convirtió en el foco central de la narración con el fin de ampliar el papel de John Wayne. En la adaptación de Night Bus, de Samuel Hopkins Adams (Sucedió una noche) se reforzaron las subtramas y se añadieron nuevos matices.
Estas decisiones contribuyen a dar al guion una línea dramática. Pero el adaptador tendrá que considerar también que su traducción de la historia sea una película comercialmente viable.
HACERLA COMERCIAL
Para muchos escritores la palabra «comercial» resulta desagradable. Sugiere la pérdida de integridad del propio proyecto, adición de escenas gratuitas de persecución o de sexo, y reducción de la historia al mínimo común denominador para ganar audiencias.
Es cierto que para muchos productores «lo comercial» es un concepto muy limitado. Si tuvieran que definirlo, muchos Estudios aludirían al último bestseller como La jungla de cristal 2 y no, por ejemplo, a Paseando a Miss Daisy, que ha conseguido una recaudación superior a los cien millones de dólares. Lo ejemplificarían con Desafío total, y no con Mi pie izquierdo, una película de bajo presupuesto que ha conseguido beneficios respetables. En síntesis, lo definirían por su línea más baja y no por la más alta, que es la calidad.
Pero es importante recordar que el cine y la televisión son también un negocio, y que los productores necesitan tener las garantías suficientes de que pueden conseguir beneficios con el dinero que invierten. Hay una línea muy sutil entre aceptar riesgos razonables, de forma que se puedan hacer proyectos originales, y tomar decisiones con cautela, asegurando lo que ha tenido éxito en el pasado.
Esta línea divisoria adquiere especial importancia cuando se decide aquello que se va a adaptar. Existen muchas novelas, obras de teatro e historias de la vida real que no son viables comercialmente. Resultan demasiado difíciles de adaptar, y se resistirán a cualquier cambio que intente hacerlas más asequibles. El guionista y los productores necesitan hacer una valoración razonada sobre aquello que podría funcionar y aquello que sería económicamente complicado y no merece la pena invertir ni tiempo ni dinero en el intento.
Personalmente, creo que muchos proyectos son adaptables. Por eso aplaudo a productores y escritores que buscan nuevas ideas en el arte del cine. Me encantan las sorpresas, los libros y obras de teatro que nadie esperaba que tuvieran éxito. Películas como Paseando a Miss Daisy, Amadeus, Una habitación con vistas, Gente corriente o El misterio de von Bulow. Todas ellas tienen problemas implícitos en el material que fácilmente hubieran acarreado el fracaso. Pero esos problemas se resolvieron, demostrando que si realmente sabes lo que estás haciendo, y lo haces bien, las historias poco corrientes pueden tener éxito. Pero, ¿cómo saber qué es lo que hay que hacer? ¿Y cómo convertir un trabajo aparentemente poco atractivo en algo comercial?
Un libro bestseller puede ser leído por un millón de lectores; o quizá cuatro u ocho millones, si es uno de los grandes. Una obra de teatro con éxito en Broadway puede ser vista por uno o por ocho millones de personas. Pero si solo fueran cinco millones de personas a ver una película, se consideraría un fracaso. Si solo ocho millones de personas vieran una serie televisiva, se suspendería su emisión. Las películas y los programas de televisión necesitan una audiencia de masas para conseguir beneficios. Las novelas y obras de teatro tienen una audiencia más selecta, de forma que pueden abastecer un mercado de élite. Pueden ser temáticas, pueden tratar de cuestiones esotéricas o experimentar con estilos abstractos. Pero la traslación al cine requiere que el material sea accesible a un público muy amplio.
Hay un conjunto de decisiones que pueden hacer el material más viable comercialmente. Definir claramente la historia es una de ellas, ya que a la audiencia le gustan las historias bien contadas. Una buena historia tiene, además, ritmo y un foco de atención que enganche a la audiencia desde el principio hasta el final. La mayoría de las películas americanas de éxito cuentan con un personaje central atractivo, capaz de ganarse la simpatía de la audiencia y de provocar en ellos la identificación. Cuando vemos una película, nos gusta alentar al protagonista, queremos lo mejor para él, y deseamos que alcance sus objetivos, la meta que se propone. Queremos que el protagonista gane al final. Como audiencia, gastamos una cantidad considerable de energía emocional deseando el éxito de este personaje.
Un personaje atractivo no es tan necesario en novelas y obras teatrales, pero es algo que se busca siempre en el cine cuando se evalúa el material que se va a producir. Esto no significa que una historia con personaje negativo no pueda ser adaptada. Existen algunas técnicas que los escritores pueden utilizar en estos casos. A veces se sustituye la simpatía por la comprensión. Aunque no necesariamente aprobemos el comportamiento de Scarlett O’Hara, sus mentiras y engaños, siempre podemos comprenderle; al menos en parte. Comprendemos sus motivaciones, por qué hace lo que hace. Puede que no admiremos las decisiones que Rusty hace en Presunto inocente, pero simpatizamos con su situación. En otros casos, se crean personajes positivos para equilibrar el peso de los negativos. En El misterio de von Bulow, el simpático abogado equilibra al decadente von Bulow. En La loba, el foco de la historia cambia en la película de la cruel y manipuladora Regina a su encantadora hija Zan.
Como regla general, a los americanos no les gusta que los personajes principales pierdan o se mueran al final. Nos gustan los finales felices. Puede que sea parte de nuestro idealismo, pero la mayoría de las películas americanas muestran cómo el villano recibe su merecido y el héroe y la heroína viven felices para siempre. Parte de ese «hacerla comercial» significa conocer bien el mercado. Si te diriges al mercado americano, tienes que tener cuidado con los finales. Tienes que prestar atención al tipo de final que tiene tu historia, y a cómo convertir un final triste en satisfactorio. También debes añadir el espíritu de los tiempos. En la temporada 1990-1991 tuvimos preponderancia de finales tristes, algunos de los cuales eran emocionalmente satisfactorios. Piensa en cómo te sentiste al contemplar los desenlaces no felices de Uno de los nuestros, El Padrino III o Despertares.
Al hacer la traslación al cine, muchos libros y obras teatrales que acababan mal tuvieron que transformar sus finales con el fin de atraer a un mayor número de personas.
Esto no ocurre así en el cine de otros países. Un escritor australiano me explicó una vez por qué mueren tantos personajes centrales al final de sus películas. Me dijo: «Vuestros héroes siempre ganan. Lewis y Clark consiguieron lo que se habían propuesto al explorar el territorio de Oregón. Nuestros héroes se propusieron cruzar el desierto y murieron». En 1989 trabajé como consultora en una película australiana, The Crossing. En el guion, el personaje principal sobrevivía. Pero en el rodaje, decidieron que debía morir. Un final australiano para una película australiana.
Si necesitas matar a tu protagonista (y no digo que no debas hacerlo nunca, sino que sepas que es una decisión arriesgada), asegúrate de que tienes otro foco emocional en tu historia. Asegúrate de que no nos dejas solos con la pena. Danos algún otro personaje