EL MAL
COLECCIÓN ESTUDIOS TOMISTAS
VOLUMEN 7
Director
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PUBLICACIONES DE ESTUDIOS TOMISTAS
Francisco Canals
Tomás de Aquino. Un pensamiento siempre actual y renovador
Lucas Prieto, hnssc
Apuntes de filosofía tomista
Thomas-Joseph White, op
El Señor Encarnado. Estudio tomista de cristología
Xavier Prevosti, hnssc
La libertad, ¿indeterminación o donación?
Romanus Cessario, op & Cajetan Cuddy, op
Tomás y los tomistas. El logro de Tomás de Aquino y sus intérpretes
Edward Feser
Cinco pruebas de la existencia de Dios
EN PREPARACIÓN
Thomas Petri, op
Aquinas y la teología del cuerpo
Martin F. Echavarría
De Aristóteles a Freud, y vuelta
FRANÇOIS-XAVIER PUTALLAZ
EL MAL
Primera edición: 2021
© François-Xavier Putallaz
© Éditions du Cerf, para la edición francesa
Título original: Le Mal (2017)
Traducción castellana de Xavier García Camprubí
© 2021 EDICIONES COR IESU, hhnssc
Plaza San Andrés, 5
45002 - Toledo
ISBN (papel): 978-84-949744-4-1
ISBN (ebook): 978-84-18467-12-7
Depósito legal: TO 313-2021
Imprime: Ulzama Digital. Huarte (Navarra).
Printed in Spain
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
¿Qué es el mal?
Esta pregunta se distingue de todos los demás interrogantes humanos: no es una pregunta como las demás. Es diferente porque quien la plantea está implicado en ella. Por ello, uno no suele preguntarse acerca del mal con el desapego sereno de la inteligencia humana que contempla un poco de lejos, con una mirada crítica y por lo tanto distante, una cosa del mundo que tiene a la vista: ahí, el objeto estudiado está delante de nosotros. Con el mal sucede algo distinto. Si planteamos la pregunta es porque nos sentimos teniendo parte en la cuestión. No es lo mismo decir: ¿qué es el arcoíris? ¿cuál es la organización de la vida de las abejas? que: ¿qué es el mal?
En efecto, semejante implicación del hombre en el seno de aquello de lo que habla es algo habitual en la historia de la filosofía, e incluso es una característica distintiva de la misma, ya que no podemos imaginar a nadie preguntarse por el bien o la verdad sin reconocer que habla también de sí mismo. ¿Cómo preguntarse por la belleza sin vibrar internamente con las composiciones más hermosas de Bach o los poemas de Víctor Hugo? Cada una de las grandes afirmaciones filosóficas sobre la vida, el amor, la justicia o el cuerpo, implica al hombre de manera distinta a como lo hacen otras disciplinas: en cada una de ellas él está implicado.
Pero, con el mal, sucede algo más: la pregunta no es del mismo tenor. No solo sacude a todos y cada uno, no solo el mal abruma a la humanidad, no solo conmueve al mundo entero, sino que parece no tiene más realidad que justamente esta sacudida interna. El mal parece existir solo con la experiencia que da fe de él.
Y es necesario, en cierto sentido, dar razón de este sentimiento: porque no hay en el mundo árboles, perros o pájaros, abejas, seres humanos y además males. Parece como si la experiencia del mal abarcara la totalidad del campo arado por él.
¿Qué es el mal?
No se trata de una pregunta más, ya que el mal no es una cosa más, porque no tiene «algo que». El ser humano se dio cuenta muy pronto: no tiene ante él planetas, animales, seres humanos y, junto a ello, una categoría propia que abarcaría las cosas malas. ¿Por qué? Porque el mal no es una «cosa». Es una «privación», como dicen los filósofos.
Un día, uno de mis hijos me preguntó, entre toda una serie de preguntas divertidas: «¿Puedes decirme qué es un agujero, pero sin decir lo que hay alrededor?» Si el lector se detiene en ella un momento, no tardará mucho en darse cuenta de que no puede responderla. El agujero no es una «cosa», una materia más entre las cosas que vemos o tocamos. No es una «realidad» como las otras, visible o tangible: el agujero es una «privación» de tela en este lugar concreto de los pantalones rotos, una «privación» de gas en tal lugar de la capa de ozono, una «privación» de la vista en un in-vidente1 o en uno que ve mal, una «privación» de la vida en este cuerpo cadavérico.
El agujero servirá ciertamente de metáfora útil. Pues lo que inmediatamente impide que el mal tenga un «algo que» a semejanza de las otras realidades observables es lo que hace que no tenga una «esencia», una cierta densidad. He aquí aquello que explica la singularidad de la pregunta «¿Qué es aquello que es el mal?». No hay «algo que»: como un