Ciudadanía y etnicidad en Bosnia y Herzegovina. Esma Kučukalić Ibrahimović. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Esma Kučukalić Ibrahimović
Издательство: Bookwire
Серия: Europa Política
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788491344650
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presentes hasta finales de la Primera Guerra Mundial. No obstante, su anexión al Imperio austrohúngaro tras el Congreso de Berlín de 1878, no garantizará la pervivencia de la idea de un único pueblo de diferentes credos. Bajo presiones de una parte, de las ya soberanas Serbia y Montenegro, y de otra, de Croacia como parte del Imperio austrohúngaro, con claras pretensiones hegemónicas y territoriales, se abre el proceso de nacionalización e identitarismo de los hasta entonces conocidos como bosnios que profesan la fe ortodoxa y católica en los serbios y los croatas respectivamente. Este proceso de nacionalización étnica durará todo un siglo como indica Ibrahimagić (2003), desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, y a pesar de que todos los censos realizados en este período, desde el que haría Omer Pasha Latas en 1851, los de 1879 y 1910, llevados a cabo por las instituciones austrohúngaras, hasta los que se hicieron por parte de los representantes del reino de los serbios, croatas y eslovenos (Reino de Yugoslavia) en 1921 y 1931, se centraron en el perfil confesional y no en la configuración étnica de la población de Bosnia y Herzegovina. Los musulmanes, que siguieron manifestando su identidad bosnia, no encontrarán un marco político que dé lugar a la expresión étnica de esta, por lo que, en ese mismo período, pasarán por diferentes fases en las que se les empujará a declararse como croatas o serbios (si bien croata o serbio era a su vez sinónimo de católico u ortodoxo, con el consiguiente rechazo a la asimilación por parte de la mayoría de la población musulmana), yugoslavos, no declarados, o bien, a expresar su individualidad con el término musulimani. Dependiendo del momento político, su apelativo se escribiría con letra mayúscula, dándole así al significado confesional la equiparación étnica, y cuando no convenía, los muslimani volvían a ser rebajados a la categoría religiosa con la letra m en minúscula (ibid.).

      No se volverá a un planteamiento regional del demo de Bosnia y Herzegovina al margen de etiquetas étnicas hasta la Segunda Guerra Mundial en la que todos los pueblos unidos en el movimiento de resistencia instituido por Tito libraron duras luchas contra la ocupación nazi y fascista. Las asambleas de AVNOJ (Consejo Antifascista para la Liberación del Pueblo de Yugoslavia) de noviembre de 1942 y noviembre de 1943, en las que se sentaron las bases para la Constitución de la II Yugoslavia –la de Tito–, y se formula la estructura del país como una federación compuesta por seis repúblicas, y la de ZAVNOBIH (Consejo Estatal Antifascista para la Liberación Nacional de Bosnia y Herzegovina), de 25 de noviembre de 1943, serán las bases de la estatalidad y la constitucionalidad moderna de Bosnia y Herzegovina y de su pueblo, que se prolongará hasta su independencia en 1992. En aquellos actos fundacionales se proclamaba una república –a diferencia de las otras cinco, cuyos habitantes eran serbios, croatas, eslovenos, macedonios, o montenegrinos–, que era multiétnica y estaba compuesta por tres pueblos iguales y hermanados que habían luchado juntos contra el enemigo. Y así rezaba la declaración: «Bosnaci i Hercegovci [bosnios y herzegovinos] solo unidos […] podéis construir un futuro común y más bello […] todos vosotros, serbios, croatas y musulmanes, necesitáis una cooperación sincera y fraterna para que Bosnia y Herzegovina como unidad pueda avanzar a satisfacción de todos, sin distinción de fe ni pertenencia» (Proclamación de AVNOJ a los pueblos de Yugoslavia, 27 de noviembre de 1942). En este punto, hay que reseñar que el gentilicio bosanci i hercegovci (bosnios y herzegovinos) es un término que refiere a un único pueblo o nación, aunque por su estructura parece designar a dos unidades. No obstante, estas son únicamente regionales, pero en ningún modo étnicas.

      Seguirá siendo así en las sucesivas constituciones que jalonan la historia de Bosnia y Herzegovina. En la de 1946, como República Popular de la Federación Yugoslava, se ratifica la soberanía del pueblo (como demo político) y la igualdad de sus naciones (en su significado étnico), sin distinción de pertenencia nacional ni religiosa, que bajo el artículo 2, y partiendo de su derecho a la autodeterminación, incluido el derecho a la secesión y a la unión con otros pueblos –como el de Serbia, Croacia, Montenegro, Macedonia, Eslovenia–, entra a formar parte de una comunidad: la República Popular Federal de Yugoslavia. En 1953 llegará la ley constitucional que complementa la definición de la forma de regulación estatal como la de una República Popular «socialista democrática del pueblo trabajador de Bosnia y Herzegovina» (ibid.), reflejo de la introducción de la fórmula del socialismo de autogestión en 1950. En la Constitución de 1963, ya como República Socialista de Bosnia y Herzegovina dentro de la Federación, el acento se pondrá en la toma de decisión de esos trabajadores y ciudadanos; serbios, musulmanes y croatas; miembros de otros pueblos y nacionalidades, y grupos étnicos que en ella habitan en todas las estructuras organizativas del trabajo, en las de los municipios o en los órganos de las comunidades sociopolíticas. A pesar de la formulación supranacional de las constituciones, nunca dejó de usarse la concepción de bosnios y herzegovinos junto a la de las etnias unidas y hermanadas: serbios, croatas y musulmanes. Estos últimos, no obstante, esperarán veinte años, hasta el censo de 1971, para ser considerados categoría nacional, siendo definitivamente reencarnados en bosniacos en 1993.

      Con la Carta Magna de 1974, Bosnia y Herzegovina renovará su «soberanía» tal y como harán el resto de las repúblicas bajo su inalienable derecho a la autodeterminación. Se considera como la constitución más aperturista de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, y, de hecho, servirá de base para que en el año 1990 se efectúen las necesarias enmiendas para la transición hacia un sistema parlamentario de división de poderes. Con ella comenzaba el proceso de descentralización de Yugoslavia en la que podía tener cabida un nuevo modelo federal que apostase por el equilibrio de los «pequeños nacionalismos», y ofreciese el espacio necesario para el despertar cultural propio de las naciones con el otorgamiento de importantes cesiones políticas, aunque su vaga redacción no dejó claro si la secesión podría ser unilateral o requería del consenso del gobierno federal. Como observará Malcolm (1996), en la Yugoslavia comunista, cualquier pretensión de mayor autonomía nacional conllevaba necesariamente el arranque de las frustraciones políticas que vertebraban toda la estructura totalitaria. «Es fácil convencer a un pueblo que el otro lo está sometiendo o explotando cuando todo el sistema político en el que se encuentran es antidemocrático y en esencia opresor», dirá. No obstante, lo que la doctrina nacionalista de unos y otros bandos intentará justificar como una erupción provocada por las políticas de debilitamiento impuestas «desde arriba», en realidad tendrá un trabajo ideológico de décadas en las que se incubará la idea de la hegemonía de supuestas etnias primigenias que sólo podrán subsistir bajo el imperio de la unidad de su pueblo sobre todo el territorio yugoslavo. Para la Academia Serbia de las Ciencias y de las Artes eso era una Gran Serbia, y así lo formalizó en el año 1986 en su memorándum. Para Tuđman, consistía en agrandar la matriz croata repartiéndose a medias Bosnia y Herzegovina tal como en 1939 habían pactado dentro del Reino de Yugoslavia, el primer ministro serbio Cvetkovic y el líder político croata, Maček. Quedó para la historia que, durante el reparto entre la nueva Banovina de Croacia y lo que iba a ser la de Serbia, uno de los presentes preguntó «y, ¿qué hacemos con los musulmanes?». A lo que Maček respondió «haremos como si no existieran». En realidad, la ideología étnica del populismo identitario será un elemento común a los hasta entonces pueblos hermanados, y el detonante de la tragedia yugoslava que se convertirá en ínsita para la convivencia de las generaciones venideras, especialmente, en Bosnia y Herzegovina. «Probablemente, habrá que buscar fundamentos más firmes y duraderos para los intereses de los tres pueblos de Bosnia y Herzegovina que los que ofreció la ideología. Hemos visto con qué facilidad una ideología se reemplaza por otra opuesta: el nacionalismo, que rápidamente se desliza hacia el fascismo y que pone en cuestión el flujo de la centenarias civilizaciones y culturas de este espacio» (Ibrahimagić, 2003).

      Tras la vuelta electoral de 1990, en el parlamento bosnio –que no fue la excepción respecto de las demás repúblicas–, tomarán el poder las variantes locales de los principales partidos nacionalistas: por un lado, el Hrvatska Demokratska Zajednica (Unión Demócrata Croata) (HDZ), de Tuđman cuyo acuerdo con Milošević para la partición de Bosnia y Herzegovina era un secreto a voces. Tanta era su influencia en el partido dentro de Bosnia y Herzegovina que se afirma que poco antes del referéndum depuso al presidente del partido, Stjepan Kljuic y colocó a Mate Boban, ejecutor de sus planes territoriales. Por otro, como novedad, un partido bosniaco, el Stranka