La responsabilidad hace la diferencia. Hacer que las cosas sucedan es el paso que va del idealista al emprendedor.
Ese “hacer”, más que sólo “idear” es otra demanda de energía a atender. Hay que conservar el hacer activo.
Tal como el corredor sabe que su entrenamiento físico le permite salir a la competencia, el emprendedor debe conservar su herramienta en training, dispuesta a dar batalla.
Este es el aspecto técnico del negocio.
El atleta también es consciente que lo que dice su cerebro: nunca darse por vencido y seguir los sueños, pase lo que pase, más allá de las tribulaciones momentáneas.
Emprender es también transitar la dificultad. Comprender eso es central.
Si en el momento en que no hay obstáculos es necesaria la energía para seguir adelante… ¿Qué se puede decir de aquellas instancias en que las trabas surgen en el camino?
Ser el generador, el que propone los avances, el que impone el ritmo, el que maneja los tiempos es otro de los valores del emprendedor.
La iniciativa abreva en una reserva de energía que debe estar siempre a tope. No sólo en materia de propuestas, sino también en cuestiones de conducción.
La garra, la potencia, la pasión, la intensidad que se pone en el desarrollo del negocio es un valor diferencial entre el emprendedor y el ejecutivo.
Aunque para ambos es una cualidad de valor, es impensable que el primero no la posea o no la ejercite con ahínco. Cuestión que, nuevamente, requiere de energía.
En esta enunciación somera queda expuesta la imprescindible necesidad de contar con suficiente fuerza para encarar las exigencias que emprender demanda.
Además, es requisito el aprendizaje de su dosificación justa para preservarla de manera generosa.
Allí juegan los resortes de la neurociencia, para contribuir a esa articulación.
Pensamiento emprendedor
Tener una idea y la fuerza arremetedora de llevarla adelante es una tromba que derrumba casi todas las tranqueras.
No obstante, no basta para hacer un proyecto que se vuelva exitoso y se mantenga en el tiempo. Es indispensable también trabajar los atributos vinculados al pensamiento.
Y, claro, el pensamiento se produce en el cerebro.
Así, las neurociencias tienen un protagonismo clave para construir el marco esencial para ser creativos y otorgar de originalidad a las ideas y soluciones que se requerirán, no sólo en el comienzo, sino en cada avance del emprendimiento.
Ante todo, enfrentándose a un mundo volátil que exige nuevas propuestas de manera permanente.
La originalidad y la creatividad son dos condiciones que se poseen y se entrenan. Se potencian y se ejercitan.
Encontrar sendas inexploradas o caminos alternativos constituye una suerte de pensamiento lateral en los negocios sólo posible en un cerebro entrenado para ello.
Otro valor vinculado a la reflexión es la capacidad analítica de lo que sucede.
Tener el ejercicio de tomar distancia del negocio, verlo en perspectiva con detalle en términos prácticos, teóricos y abstractos, con suficiente nivel crítico como para torcer los rumbos necesarios, aunque sin llegar a imponer una práctica autodestructiva.
Evaluar el andar de manera positiva es una práctica clave en la que la neurociencia juega una papel fundamental.
El desafío amigo
Emprender es para valientes. Para los que se animan a desafiar el mercado y a sí mismos. Es salir a pelear entre otros contendientes a los clientes que van a comprar (o no).
Hacerse amigo del desafío es en el emprendedor una relación cotidiana. Por ello no se debe temerle ni impedir que su aparición implique un desgaste emocional o físico, sino una realidad revelada, ineludible y hasta disfrutable.
Con este panorama, el emprendedor debe acostumbrarse a lidiar con el estrés.
Cabe recordar que es el modo en que el sujeto reacciona ante las situaciones, por lo tanto no necesariamente es malo.
Si es una especie de “cosquillas en el estómago” que mantiene alerta, con ganas de hacer y no afecta la salud (psíquica ni física), entonces se está bien encaminado.
El estrés es un disparador de alerta. Cuando ese alerta es sobredimensionado o equívoco, se pasa al rango de dolencia.
Una vez más, las neurociencias brindan soluciones para aprender a manejarlo cuando se exagera el modo en que se enfrenta.
Los desafíos que un negocio propio impone no sólo se vinculan a la responsabilidad de llevarlo adelante, sino también a la constancia y la serenidad precisas para atravesar instancias complicadas y contratiempos, organizando el tiempo para conservar el cauce sin que se desmadre, con la claridad mental analítica y la velocidad de reacción que una respuesta adecuada demanda.
Todos estos disparadores requieren de un cerebro flexible, ágil, despierto a enfrentar lo que se viene de manera alternativa, crítica, veloz y segura.
Ser de habilidades
Decenas de características personales, cuya presencia incrementa las posibilidades de éxito, se ponen en juego para emprender.
Casi todas se vinculan a cuestiones de inteligencia emocional.
Su gerenciamiento permite descubrirlas, ponerlas en la superficie, fortalecerlas, hacerlas prácticas cuando se requieren y administrarlas para que su cuota sea adecuada, tanto para las positivas (como el optimismo), como las negativas (como el enojo).
Por un lado, el sujeto emprendedor debe aprender a conducir sus vínculos para propiciar y conservar vínculos armoniosos con su equipo de trabajo cercano y ampliado (personal propio y clientes/proveedores).
Debe a su vez lograr la convivencia con sus pares en la competencia y con la comunidad en la que impacta y acuerdos familiares a partir de la estructura económica autosgestionada.
Es esencial desarrollar el trabajo en equipo con los integrantes, además de transmitir los valores que se desean propios del emprendimiento.
Así, se genera un cuenco de energía positiva, adecuada socialización tendiente a que se funcione de manera cooperativa.
El líder, además, debe configurarse en tal con solidez en su lugar, motivando a su team a fin de que se sume al proyecto con entusiasmo, aunque entendiendo que no podrá esperar que lo hagan como él mismo lo hace.
Deberá aprender a comunicarse de manera fluida, con perspicacia a la hora de transmitir la información adecuada y suficiente a cada público.
La estabilidad emocional no se vincula solamente con la madurez del proyecto o del individuo, sino con el modo en que se administran los sentimientos.
La capacidad de escucha, como la de análisis, es esencial para recalcular en la marcha del negocio.
Reconocer las propias limitaciones, a fin de rodearse de los expertos que puedan suplirlas con su saber y trabajar en la confianza de delegar, sabiendo que se obtendrán objetivos, no siempre por el mismo camino que el propio líder tomaría.
La administración correcta de todas estas emociones y sus matices impacta en el éxito del emprendimiento.
Es una tarea constante, porque el ser humano fluye entre esas sensaciones: cambia, se endurece, se afloja, se transforma...
Los ejercicios para el desarrollo cerebral en estos aspectos proponen volver al camino al sujeto descarriado, para alinearlo de manera consciente al trayecto deseado.
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