Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana.
Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.
Primera edición: mayo de 2021
Primera edición digital: agosto 2021
© Luis Alberto Ayala Blanco
© J. M. Servín
© 2021 Bonilla Distribución y Edición S. A. de C. V.
Hermenegildo Galeana 111
Barrio del Niño Jesús, Tlalpan, 14080
Ciudad de México
www.bonillaartigaseditores.com
ISBN: 978-607-8781-33-1
ISBN ePub: 978-607-8781-62-1
Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores
Diseño editorial y diseño de portada: d.c.g. Jocelyn G. Medina
Realización ePub: javierelo
Hecho en México
Contenido
Ataraxia fallida J. M. Servín
Roberto Calasso y La ruina de Kasch
Toda creación es un plagio
Arte
Algunas reflexiones sobre El cazador celeste
Estupidez ilustrada
El Lay de Aristóteles
Música
Cuento
Aforismo
Zen
Epístola
Suicidio
Desasosiego
Esparta
Ciencia
Tiempo
Entrevista con el diablo
Satanás embaucado
Prefiero ver la tele
Ataraxia
Amor
Eterno retorno
¿Dónde buscar el centro?
Residuos
Ataraxia fallida
J. M. Servín
Me pregunto en qué momento se le ocurrió a Luis Alberto Ayala Blanco, filósofo, editor visionario y, por más que reniegue de su oficio, escritor iconoclasta, pedirme prologar su libro.
Uno que desde el título nos advierte de una batalla cuchillo en mano contra lo que, con menos refinamiento, mi padre advertía con una máxima demoledora durante mi juventud de “intelectual” en formación: es más fácil aceptar ser pendejo que demostrar no serlo.
Lichtenberg dice que todo prólogo es un pararrayos. ¿Cómo escapar de la estupidez como rasgo que caracteriza a la especie humana? El humanismo pretende fallidamente demostrar lo contrario.
Me quedo con dudas luminosas luego de leer esta potente selección de ensayos breves, aforismos y máximas. Se necesita de mala leche, desparpajo y una “ironía trágica” con la que Max Aub definió sus Crímenes ejemplares. Del mismo modo, Estupidez ilustrada contiene una fuerte carga de dinamita cerebral en cuanto a las formas y una vena liberadora y libertaria que hace trizas la pedantería habitual del “pensador” literario, allanando el camino para reflexionar sin prejuicios sobre nuestra inadmisible fracaso ontológico.
Como señala John Gray en Perros de paja, reflexiones sobre los humanos y otros animales, “En sus peores momentos, la vida humana no es algo trágico, sino carente de significado. El alma está rota, pero la vida prosigue. Cuando la voluntad falla, cae la máscara de la tragedia. Sólo queda el sufrimiento. No hay modo de explicar la última pena. Pero si los muertos pudieran hablar, no los entenderíamos. Tenemos la prudencia de mantener la apariencia de la tragedia: de sernos revelada, la verdad no haría más que cegarnos.”
Practicante fallido de la ataraxia, disciplina mental que exige la negación de los temores y los deseos, en su “Comentario” introductorio, Luis Alberto Ayala Blanco confiesa sus contradicciones entre el hastío que le provoca escribir a la vez que sufrimiento y placer. Esto le permite renunciar al pensamiento sostenido y emprende una exploración azarosa entre los socavones del humanismo y su engendro más querido, las masas empoderadas por el voto. “No olvidemos que uno de los vicios de la democracia, como bien dice Cioran, es permitir que cualquier imbécil pueda gobernar.” Tal para cual.
Nuestro gran ideal es la mediocridad, perdernos entre la masa para no ir a ninguna parte por más que pretendamos construir nuestros destinos de manera individual. Discrepar es un ejercicio de alto riesgo, por lo que aceptamos el consenso de las mayorías sobre todo cuando enarbolan la bandera de las causas justas en aparente rebelión contra sus tiranos. En realidad, la historia nos lo demuestra, tal y como el autor lo plantea a lo largo de la obra, la masa sólo busca venganza y tripa llena. Vivimos condenados a la búsqueda del placer en lugar de evitar el dolor de la existencia. Queremos distracción, no salvación.
Estupidez ilustrada es un arsenal de ideas provocadoras que estalla en nuestras convicciones como entes ilustrados. A contracorriente de los ayatolas del deber ser que atiborran el mercado editorial, las redes sociales y los medios de comunicación y entretenimiento, Luis Alberto Ayala Blanco asume su condición de proscrito, cuestiona los principios de la originalidad y la erudición impostadas, coyunturales, huecas. Estupidez ilustrada se zurra en la mentalidad del rebaño en la que se cobijan los intelectuales mediáticos, los nuevos sacerdotes, los “iluministas” que describe Roberto Calasso.
Me deleito con ideas preclaras, he aquí una de ellas como muestra de lucidez furiosa que sacude las páginas de este libro: “tengo muy claro que hay una cierta estupidez infinitamente más atroz y superior a todas las demás: la estupidez ilustrada, convencida de su ausencia total de estupidez, y empecinada en demostrarlo a toda costa. El mundillo intelectual, enfermo de democracia, que se expande como el cáncer, es el ejemplo más nítido en estos días, días de participación ciudadana, de conciencia cívica”. De todo lo que huela a pensamientos sin discrepancia.
Nos convertimos en parias en la medida en que no comulgamos con la corrección política que alimenta el activismo, incluso el radical. El grito de la democracia de las hordas.
La idiotez nos gobierna y pretende conducir nuestras decisiones por el camino de lo que considera equilibrio igualitario, como si no bastara con la abundancia de políticos