Durante la conmemoración politizada en Madrid del sesquicentenario de la muerte de Cajal, el generoso reconocimiento que hizo del magisterio de Simarro no ha sido tenido en cuenta. Se ha continuado diciendo que era «un aficionado a la histología» y que Maestre de San Juan carecía de información sobre la estructura microscópica del sistema nervioso. Así se manifiesta el rigor de un ambiente que ha hecho el ridículo internacional publicando, al mismo tiempo, un retrato de Cajal ya octogenario con el siguiente pie:
D. Santiago Ramón y Cajal, época de la Guerra de Cuba.10
Las mitificaciones falseadas excluyen, por supuesto, cualquier limitación o defecto, presentando a las «grandes figuras» como auténticos modelos de todas las virtudes. A este respecto, Hollywood ha llegado al colmo. Baste recordar la vieja película sobre Marie Sklodowska Curie, protagonizada por Greer Garson, en la que aparecía como cumbre de la fidelidad conyugal y de la castidad. Son muy escasos los libros sobre Vesalio, Newton, Claude Bernard o Einstein que no consisten en hagiografías laicas.11
La peor consecuencia de tan lamentables conductas es que Cajal continúa figurando entre los pocos científicos de primer rango sin edición rigurosa de sus obras completas y de su correspondencia. El 6 de abril de 1996, la Fundación Residencia de Estudiantes, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Fundación de las Ciencias de la Salud formalizaron un acuerdo en torno al Legado Cajal, que parecía apropiado para contribuir a la superación del vergonzoso atraso de la investigación sobre el gran neurohistólogo y su obra. Sin embargo, solamente trabajamos con entusiasmo durante cuatro años María Luz Terrada y yo, con la colaboración del joven y competente Alfredo Rodríguez Quiroga, a quien le han puesto todo tipo de barreras para que no se profesionalice como historiador de la ciencia. En la línea iniciada por Bibliographia Paracelsica (1894-1899) de Karl Sudhoff, comenzamos con una Bibliografía Cajaliana, que incluye 3.381 referencias pormenorizadas de ediciones de sus escritos, situándolas en repertorios y en bibliotecas de todo el mundo, así como 718 trabajos sobre su vida y su obra, con clara conciencia de que era incompleta. Rodríguez Quiroga y yo continuamos con la correspondencia, reuniendo 2.914 cartas, la más antigua fechada en Valencia el 1 de enero de 1885 y la última, en Madrid el 17 de octubre de 1934, pocas horas antes de su muerte, aparte de casi centenar y medio sin lugar ni fecha. Como teníamos noticia de otras muy importantes, sobre todo en Latinoamérica y en los institutos histórico-médicos centroeuropeos, entre ellos, el de la Universidad de Zurich, que había dirigido mi maestro Erwin H. Ackerknecht, planificamos una labor de muy larga duración. Para no retardar excesivamente la publicación, decidimos confeccionar una especie de antología, que titulamos Epistolario selecto de Santiago Ramón y Cajal. Ediciones Doce Calles se encargó de imprimir la Bibliografía y el Epistolario selecto, cuyas pruebas llegamos a corregir en febrero de 1999, cuando el proyecto en torno al Legado Cajal ya estaba totalmente frustrado. Nadie nos lo comunicó y si nos enteramos fue porque Francisco Javier Puerto Sarmiento tuvo la generosidad de hacer adrede un viaje para evitar que siguiéramos trabajando inútilmente. Él también había sufrido otra frustración: la de la serie Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española, que había culminado con la edición facsímil de la gran Flora peruviana, et chilensis de Hipólito Ruiz y José Pavón (1995), interrumpida tras el volumen tercero, a pesar de ser, con gran diferencia, la publicación más importante de la Fundación de Ciencias de la Salud.
Aunque dispongo de numerosa información acerca de las causas del completo fracaso del proyecto en torno al Legado Cajal, voy a limitarme a citar unos párrafos de lo que dijo su nieta María Ángeles Ramón y Cajal Junquera en el número de la Revista Española de Patología titulado Homenaje a Cajal en el sesquicentenario de su nacimiento:
Inexplicablemente, los sucesivos directores del Instituto Cajal, a partir del Dr. Sanz Ibáñez, desconocen unos hechos que están ahí, como es la testamentaría de Ramón y Cajal… Se empieza a considerar como bienes propios del Instituto, todas las propiedades de los herederos de D. Santiago… Es justo decir que, partiendo de este lamentable y fundamental error, se firma, en 1996, un convenio entre el CSIC, que presidía D. José María Mato, la Fundación Ciencias de la Salud Glaxo-Wellcome y Fundación Residencia de Estudiantes, referente a los fondos constitutivos del legado … La realidad convierte el convenio en nulo, porque vulnera la voluntad testamentaria de Ramón y Cajal.12
El triste destino que tienen los legados de los científicos españoles queda de manifiesto en lo que ha pasado con los de Simarro y Cajal. Tras la guerra civil, la biblioteca y los materiales científicos de Simarro fueron arrinconados en el último piso de un edificio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde bastantes materiales quedaron destrozados y algunos libros fueron robados para ser vendidos por anticuarios sin escrúpulos. Durante el centenario de la cátedra de psicología, en el archivo de la Fundación Simarro, lo que queda de sus preparaciones microscópicas continuaba sin inventariar con la siguiente denominación: «dibujos en plaquitas de cristal». La «Gran Subasta de Primavera» convocada en Madrid por Fernando Durán para el 25 y el 26 de mayo de 1999 ofrecía: diez fotografías de Cajal, dos de ellas dedicadas; las primeras ediciones de Fotografía de los colores (1912) y de Chácharas de café (1920) con dedicatorias autógrafas; ejemplares de la medalla y del programa de actos conmemorativos del primer centenario de su nacimiento; cinco cartas manuscritas de Cajal y otras cinco que le dirigieron nada menos que Albert von Kölliker y Gustaf Magnus Retzius; veintiuno de sus dibujos histológicos; seis placas fotográficas en color realizadas por el propio Cajal con su método, dos de las cuales contienen autorretratos. Los precios de salida llegaban a 400.000 pesetas.13 Como dijo Quevedo y me gusta tanto repetir: «Poderoso caballero es Don Dinero».
La Fundación de Ciencias de la Salud ni siquiera nos autorizó, tras su fracaso, la publicación a nuestra costa de la Bibliografía Cajaliana, aunque acabamos ignorando tan absurda prohibición (2000).14 Las referencias posteriores pueden obtenerse consultando, directamente o a través de Internet, Bibliografía histórica sobre la ciencia y la técnica en España.15 Por el contrario, Epistolario selecto sigue inédito.
Mis maestros me enseñaron que una de las funciones de nuestra especialidad es la divulgación médica. Por ello, he publicado síntesis de la biografía y la obra de Cajal, la dos primeras prologadas por Laín Entralgo (1985, 1988),16 para difundir la investigación sobre el tema, a la que he intentado contribuir con más de una treintena de libros y artículos. En la tercera (1995),17 aparte de rectificaciones de detalle, incorporé la información procedente de fuentes dadas a conocer poco antes, las más importante de las cuales eran el manuscrito autobiográfico de Pío del Río Hortega acerca de su relación con Cajal y la correspondencia entre ambos. La cuarta (2000)18 fue editada por una de las multinacionales hoy dominantes en el mundo cultural con varios nombres. Tras una intensa campaña de mercadeo, me comunicaron la desaparición de Debate, el nombre utilizado, aunque han seguido vendiendo ejemplares hasta agotarlos recientemente, lo que me ha producido el disgusto de no poder enviar ninguno a varios extranjeros interesados por Cajal. Con mucha mayor destreza, mi amigo Juli Peretó ha conseguido a través de Internet adquirir el que quizá sea el último, también para un extranjero. A él se debe la iniciativa de que esta nueva síntesis la edite la Universitat de València, acogida con gran generosidad por Antoni Furió, eficacísimo responsable de sus publicaciones. Les manifiesto mi gratitud con la sinceridad propia de un jubilado hace ya más de siete años.
Un propósito central de la presente síntesis continúa siendo integrar la biografía y la obra de Cajal en la trayectoria de la histología en España, dentro de la cual Valencia ocupa una posición tan destacada. En consecuencia, el capítulo inicial resume dicha trayectoria, ya que por primera vez no me lo impide el consumismo de las multinacionales. Apenas hace falta decir que aspira también a integrarlas en las circunstancias políticas, socioeconómicas y culturales que las condicionaron, contexto ineludible para situar adecuadamente a cualquier científico, pero especialmente necesario frente a una mitificación falseada.