JULIÁN PERAGÓN
MEDITACIÓN
SÍNTESIS
— 7 etapas para una meditación inteligente —
© Julián F. Peragón Casado
© 2014, Editorial Acanto S.A.
Barcelona - Tel. 93 572 97 01
Primera edición española: octubre 2014
ISBN: 978-84-15053-57-6
Depósito legal: B-20624-2014
Diseño: Noe Lavado
Fotografía: Helena Rovira
Impresión: Publidisa
Todos los derechos reservados.
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Sumario
• Conclusiones generales: Meditación Síntesis
Introducción
Este texto que presento es una gota de agua en la inmensidad del océano de la meditación. Es una experiencia, una visión, una propuesta, pero poco más. Como gota que cae en el océano, sólo puede generar unas ondas concéntricas de sinergia o unas pequeñas estelas que, en breve, se disolverán nuevamente en la infinitud de las aguas. No creo que pueda añadir nada destacable a toda la literatura meditativa, tradicional y contemporánea. Simplemente pretendo transcribir mi propio viaje de introspección, señalar algunas piedras que me han servido para sortear el río de la confusión que a veces nos atraviesa y pensar conjuntamente cómo la meditación nos puede ayudar a tener una vida más plena.
Como yo, muchos os habréis roto la cabeza con los textos eruditos de meditación, que probablemente estaban diseñados para expertos o para integrantes de un linaje determinado, y os habréis desanimado al ver la montaña de libros de divulgación sobre meditación, propios de una nueva era que lo adelgaza todo para que sea ultradigerible. Este libro no es ni una cosa ni la otra. Viene a recordar algo de sentido común: que la meditación es apta para cualquiera, que tiene que adaptarse a nuestra realidad y que, además, tiene que llevarse a cabo de forma progresiva. La meditación es tan compleja como lo es la mente, pero su práctica debe hacer un esfuerzo de simplicidad para adecuarse a los ritmos cotidianos de nuestra vida real.
Lo primero que quiero destacar es mi profundo respeto a la tradición de las diferentes disciplinas meditativas, como el Zen, el Vipassana, el Yoga y el Taoísmo, entre otras muchas. Todas ellas constituyen faros para no perderse en la oscuridad, que durante siglos han señalado claramente un sendero y han guiado a seres de gran sabiduría, que nos han reconfortado con sus enseñanzas. Ahora bien, con el paso de los siglos y el relevo de sus miembros, las tradiciones se cristalizan y adquieren formas muy propias de una época o cultura, que chirrían cuando las contemplamos a la luz de nuestro siglo y nuestra cultura occidental. Sería lógico, por tanto, que intentáramos discriminar lo verdaderamente esencial de lo que es anecdótico o meramente coyuntural, pues responde a patrones pertenecientes a otra cultura o contexto.
Probablemente sería más sensato construir el edificio meditativo con los cimientos y los pilares de la tradición que tan sólida se ha mantenido durante siglos –si bien con revisiones periódicas-, y revestirlo con materiales de nuestra actualidad. Para ello se requiere espíritu crítico y capacidad de síntesis, sin caer en la excentricidad ni en un popurrí sin pies ni cabeza. Lo que no tendría sentido sería venir con la mochila cargada desde Japón, China o India y pretender mimetizarnos con el monje de otra tradición y cultura. Copiar y pegar es muy fácil, pero indica una falta de profundidad que, tarde o temprano, nos puede llevar a un cul-de-sac.
El estrés de la vida moderna impone una presión tal a nuestras vidas que hace necesario, casi de forma urgente, encontrar un contrapunto de calma. Y esa calma a menudo hay que hacerla entrar con calzador en una agenda complicada. Cuando tenemos poco tiempo estamos obligados a simplificar, a encontrar lo esencial. La meditación moderna deja poco espacio a la liturgia, a los protocolos tradicionales que se realizaban dentro de un contexto monacal. Para muchos es arriesgado desnudar la meditación porque parece, por poner un ejemplo cercano, que una iglesia sin altares ni crucifijos es menos iglesia. Durante mucho tiempo hemos escuchado misas en latín sin entender ni mú, pero la liturgia ocupaba un espacio mítico difícil de destronar. También nos hemos postrado en meditación y hemos recitado largas letanías en sánscrito o japonés antiguo, sin entender demasiado adónde apuntaba todo ese ritual. Quizá todo se reduzca a una cuestión de gustos; sin duda, cada uno sabe lo que le conviene. Aún así, somos muchos los que no hemos encajado del todo en las fórmulas tradicionales y nos hemos empeñado en comprender qué es meditar y cómo podemos realizar esta práctica a la luz de las necesidades propias de nuestro tiempo.
Las nuevas tecnologías han arrojado a la luz, a menudo sin miramientos, mucha información relacionada con la trascendencia que por alguna razón había permanecido oculta en la antigüedad. Y si bien es cierto que ya era hora de que el conocimiento se hiciera público y saliera de la esfera rancia donde una élite lo había encerrado, ello no tiene por qué