Días idénticos a nubes. Édgar Velasco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Édgar Velasco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786073047395
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      Contenido

       Presentación o de cómo no leer este libro

       Cástulo Aceves

       El último paseo de Luke Skywalker

       Ave Barrera

       Verdaderos fantasmas

       Daniel Centeno

       Tchaikovski en las escaleras

       Cecilia Magaña

       Aunque todo se esté yendo a la chingada

       Alberto Mendoza

       Calzado deportivo

       Héctor Palacios

       Derrota

       Nydia Pando

       Noche de juegos artificiales

       Abril Posas

       Te encontrará al final

       Gabriela Torres Cuerva

       Chiqui Zwicky

       Édgar Velasco

       Torbellino

       Semblanzas

       Aviso legal

      Presentación

      o de cómo no leer

      este libro

      Mis años de secundaria los pasé arropado por el Super Nintendo, series gringas, música pesada y fantasías de rockstar. No me interesaba nada más. Ni la escuela. Ni los deportes. Ni la lectura. A esta última tenía un acceso sin restricciones: bastaba con estirar la mano y sacar uno de los tantos ejemplares que se amontonaban en el librero de mis padres. También tenía dos imágenes significativas al respecto. La primera: mi madre leyéndonos algún cuento a mi hermana y a mí antes de dormir. La segunda: mi hermana sumergida en un libro blanco y rojo en cuya portada se leía El fantasma de Canterville.

      Más que desinterés, ahora lo veo, se trataba de una actitud de resistencia, una nacida en los salones de clases, ante la imposición de textos lejanísimos a mi realidad, de un lenguaje que no alcanzaba

      a entender.

      La cumbre de esta incomodidad fue en tercero de secundaria, cuando una bienintencionada maestra de Español nos hizo leer una «novela» por demás conservadora, moralina y terriblemente escrita, cuyo nombre no hace falta recordar. Leí tres páginas y eso fue suficiente. Al igual que mis compañeros, cuando llegaba la clase me dedicaba a rayar la banca, platicar sobre Los Simpson, o aventar avioncitos de papel. Pero Alejandro, mi mejor amigo, no participaba de esto. Él se dedicaba a leer, no esa «novela», sino una de nombre Pedro Páramo, y lo hacía con la misma concentración que había visto en mi hermana años atrás.

      Al salir de la secundaria perdí contacto con mis compañeros. Tres años después, Alejandro murió en un accidente de carretera. Estaba devastado. Semanas más tarde, como señal divina, vi asomarse en mi librero un ejemplar de Pedro Páramo. Lo tomé y comencé a leerlo, a manera de homenaje hacia mi amigo. Cuando terminé, quedé perplejo, confundido, fascinado. Así que esto era la literatura…

      Más de veinte años después, aquí estoy, dedicado a los libros, convencido de que el amor a la literatura no surge tanto de un plan de estudios, como sí de casa, de las calles, de las personas que nos procuran, que nos alegran y que sufrimos. Leemos para divertirnos, para asombrarnos, para descubrirnos, para (re)conectarnos, para extender nuestro mundo y compartirlo con quienes amamos.

      Este libro no debe leerse como material didáctico ni receta para la intelectualidad, sino como uno lee a las personas, a los amigos, a los extraños, al crush de 3ºB. Los autores de estos cuentos han dejado un poquito de sí en ellos: sus recuerdos, su imaginación, sus miedos, sus penas y alegrías, con el deseo de que encuentren a sus lectores, que los acompañen, que hablen su mismo idioma. Cuentos que sean, para quienes leen estas páginas, lo que fueron otros para los involucrados en este proyecto: un fantasma que susurra, un chorro de agua, un hechizo que necesitaban y no lo sabían.

      JN

      Noviembre, 2020

      Adolescente fui en días idénticos a nubes,

      cosa grácil, visible por penumbra y reflejo…

      Luis Cernuda

Cástulo Aceves

      El último paseo

      de Luke Skywalker

      La chica no pestañea. Me mira, ¡exacto!, como a un animal atropellado en la banqueta. Las piedras del mar son cascos, la noche no es terciopelo, hoy termina el mundo.

      Gabriel Rodríguez Liceaga, ¡Canta, Herida!

      Yo no tenía hermanos y mi mejor amigo, cuando era niño, fue mi perro, un pequeño bichón de bruselas que, cuando no estaba limpio y cepillado, parecía una bola de pelos con rostro de ewok. Al principio le habíamos puesto Luke Skywalker, pero el nombre completo era demasiado largo para un perro tan pequeño e inquieto.Terminamos llamándolo simplemente Luke. Nos lo regaló uno de mis tíos en Navidad, presumiendo que lo había conseguido de un criador exclusivo. Mi padre, como supongo todos los papás del mundo, renegó no bien abrí la gigantesca caja con agujeros que me tocó en el intercambio. Todos parecían encantados excepto él. Decía que era una gran responsabilidad y que, seguramente, sería él quien iba a sacarlo muy temprano a pasear, limpiar su excremento y darle de comer. Yo, encantado con el cachorro, prometí cuidarlo. Por supuesto, el tiempo le dio la razón. Constantemente me amenazaba con regalar a “la bola de pelos” si no cumplía con mis obligaciones hacia con mi mascota. Como una de ellas era sacarlo a pasear, se volvió mi excusa para que, a pesar de mi edad, mi mamá me dejara salir con la condición de que me quedara cerca Eran otros tiempos.

      Por esos días empecé a convivir con