• A las ocho de la mañana(,) leo la Biblia.
La Ortografía de la lengua española establece que el uso de la coma debe ser racional y equilibrado, pues el exceso de comas en la escritura produce un estilo de redacción «trabado», lo que entorpece la legibilidad del texto.
En ocasiones, la presencia o ausencia de la coma sirve para distinguir entre sentidos posibles de un mismo enunciado y suele modificar relaciones sintácticas. Veamos algún ejemplo en donde la presencia o ausencia de la coma produce diferentes significados:
• «Caín lo hizo, lamentablemente». La presencia de la coma ayuda a interpretar que lamentamos que Caín hiciera algo.
• «Caín lo hizo lamentablemente». La ausencia de la coma en el enunciado anterior significa que Caín lo hizo muy mal.
El uso de la coma en los casos anteriores distingue un significado del otro; por tanto, es muy importante considerar que la coma ayuda a aclarar las dependencias de las unidades sintácticas. Pero no siempre las ambigüedades pueden solucionarse con el empleo de la coma distintiva: habrá ocasiones en las que, en lugar de usar una coma, será más conveniente cambiar la redacción.
Haciendo el traspaso a nuestra vida de fe, podemos también darnos cuenta de que hay algunos elementos obligatorios y otros opcionales. Lo obligatorio nos lo deja muy claro Jesús en el evangelio: «Os doy un mandamiento nuevo: amaos unos a otros; como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Vuestro amor mutuo será el distintivo por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos» (Jn 13,34-35). Y la manera de concretar el mandamiento del amor está en el imprescindible capítulo 25 de san Mateo: «Porque tuve hambre y me disteis de comer...». Cada cristiano, en las diversas vocaciones, laical, sacerdotal o a la vida religiosa, trata de concretar esta invitación de Jesús. Estamos llamados a amar y servir. Luego, en la práctica es la persona concreta, según sus dones y aptitudes, la que desarrolla su manera de amar en las múltiples formas de servicio.
Hay otras dimensiones que son opcionales, aunque esto no significa que no sean importantes para los creyentes. Es el caso de las devociones populares. No pasa nada por no tener las mismas devociones, pero hemos de reconocer que tales devociones sirven a muchas personas. En Sevilla, por ejemplo, hay gran devoción a la Esperanza de Triana y a la Esperanza Macarena. No todos los sevillanos son devotos por igual de ambas advocaciones –incluso, como es sabido, hay más advocaciones marianas en la ciudad–, aunque es cierto que a muchos les ayuda en su camino cristiano. Además, las hermandades y cofradías han realizado un ingente esfuerzo en las últimas décadas en vehicular la devoción al compromiso con los más pobres y a la formación teológica.
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